Sinesio López Jiménez
Cuando un partido triunfa en las elecciones generales sólo gana el gobierno. No obtiene el Estado como botín del triunfo. Esto significa que el éxito electoral sólo autoriza al partido vencedor a ocupar los puestos de mando (gobierno) del Estado. Nada más. Pero tampoco nada menos. En el Perú y en AL, sin embargo, los partidos ganadores creen que tienen derecho a copar el Estado, a desplazar a los antiguos cuadros administrativos y a reemplazarlos por la propia clientela partidaria. Una parte importante de los problemas, en este caso, procede de lo que se entienda por gobierno. Teóricamente el gobierno comprende, no todo el Estado, sino sólo los poderes del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). En algunos países, sin embargo, se tiende a reducir el gobierno al Ejecutivo; en otros, se extiende también al Legislativo. En el Perú existe, en cambio, una cierta ambigüedad: hay una visión restrictiva del gobierno al ejecutivo y otra muy amplia que lo identifica con el Estado. Esta visión amplia es la que abre las puertas al copamiento estatal por parte del partido ganador. La otra parte de la explicación del copamiento procede de un rasgo significativo de la cultura política latinoamericana: el patrimonialismo. Los partidos ganadores copan el estado y lo administran como si fuera su chacra, con una cierta aquiescencia de la gente común y corriente, apelando al derecho de haber triunfado en las elecciones generales.
Independientemente de lo que se entienda por gobierno, la designación de las autoridades del Poder Judicial no depende, sin embargo, de los partidos triunfantes. Tiene autonomía. Al menos en términos normativos. En la realidad, eso no sucede lamentablemente. Los órganos de control horizontal (TC, CNM, Contraloría, etc.) tienden a tener autonomía, pero no la tienen por desgracia. (Lo que está pasando actualmente en la Contraloría revela los problemas que surgen cuando se carece de autonomía). En la designación de sus autoridades intervienen el Ejecutivo y el Legislativo. Lo mismo sucede con algunos organismos del Ejecutivo (el BCR, por ejemplo). Casi en todos los países del mundo existe, sin embargo, la tendencia a otorgar autonomía a los bancos centrales. En conclusión, el triunfo electoral otorga al partido ganador el derecho a ocupar sólo los puestos de mando del Ejecutivo y del Legislativo. Estos, a su vez, intervienen en la designación de autoridades de los órganos de control horizontal y de otros órganos especiales de gobierno (BCR).
En el Perú de las últimas décadas casi todos los partidos de gobierno han tendido al copamiento estatal, pero el partido que se ha especializado en esa tarea es el Apra. Eso se debe tanto al hecho de ser el partido mejor organizado como a su mayor capacidad de organizar clientelas. En el primer gobierno de García, el Apra no sólo copó los puestos de mando del gobierno (ministros, vice-ministros, altos funcionarios) sino que multiplicó la burocracia para dar cabida a sus militantes y a sus clientes. Ingresos masivos a la administración pública, ascensos vertiginosos y escandalosos, manipulación ilegal de los años de servicio tuvieron al orden del día en ese primer gobierno. Entonces el Apra fue partido de gobierno, pese a que García era un caudillo chúcaro y rebelde. Ahora, en cambio, el Apra casi ha dejado de ser un partido de gobierno. En esa medida tiene escasa influencia en la designación de las altas autoridades gubernamentales, pero mantiene su capacidad de copar la burocracia. Como todo caudillo, García es poco afecto a las instituciones, incluido su propio partido. Pero en lo que refiere al copamiento estatal, lo deja hacer y hasta le ayuda para que sea más eficaz.
El copamiento estatal ha alimentado la tendencia contraria: los opositores regatean al partido triunfador el derecho a ocupar los puestos de mando del gobierno. En el fondo, se le niega el derecho a ser partido de gobierno. Se quiere un gobierno de independientes o de técnicos, como si éstos hubieran ganado las elecciones y se busca castigar a los dirigentes y militantes de los partidos ganadores. Las críticas de los medios no se dejan esperar cuando el Presidente o sus ministros legítimamente designan a un militante para desempeñar un puesto de mando o de confianza en el gobierno. Algunos medios contraponen los políticos con los técnicos buscando echar al mar a los primeros en beneficio de los segundos. En realidad, ambos se complementan. Los políticos deciden y los técnicos gestionan. El insumo de la decisión política no sólo es el conocimiento técnico sino también los valores y los intereses que existen en una sociedad determinada. Los políticos necesitan a los técnicos, pero éstos no pueden sustituir a los primeros.
Una de las consecuencias nefastas del regateo opositor y mediático al partido de gobierno de turno es el debilitamiento del sistema de partidos. Si éstos no tienen el aliciente de ocupar los puestos de mando en el gobierno, entonces ¿para qué organizarse y militar en un partido político?.
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