Archivo del Autor: Sinesio López Jiménez

Acerca de Sinesio López Jiménez

Sinesio López Jiménez es doctor en Sociología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) de Lima, Perú. Hizo estudios de doctorado en la Ecole Pratique des Hautes Etudes de la Universidad de París bajo la dirección de Alan Touraine. En la actualidad es profesor principal de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP y de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNMSM. Fue coordinador de la maestría en Sociología de la PUCP, coordinador de la maestría en Ciencia Política de la PUCP, Director de la Biblioteca Nacional del Perú (2001-2005), Director de El Diario de Marka (1982-1984) y columnista político del mismo. Los campos de interés académico son la Teoría Política, la Política Comparada, el Estado, la Democracia y la Ciudadanía. Ha sido profesor visitante de FLACSO, Quito, Ecuador y del CAEM. Es autor de los libros El Dios Mortal, Ciudadanos Reales e Imaginarios, Los tiempos de la política, coautor de varios libros de sociología y política y ha escrito muchos artículos y ensayos de su especialidad publicados en el Perú y en el extranjero. Actualmente es columnista del diario La República.

CICLOS

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Sinesio López Jiménez

A los comentaristas y analistas de la situación política les sorprenden que el  presidente Humala eleve su nivel de aprobación justamente cuando el nivel de crecimiento del PBI toca fondo. Debieran sorprenderles también los altos niveles de crecimiento del PBI en años anteriores y los bajos niveles de aprobación de los presidentes. La conclusión fácil a la que llegan es que no existe relación entre el crecimiento del PBI y los niveles de aprobación de los presidentes cuando de lo que se trata de explicar es por qué no existe una relación entre ellos o esa relación es muy débil.

Una de las aspiraciones más acariciadas de los analistas es encontrar el camino para relacionar las fases de los ciclos económicos, sociales y políticos, pero no siempre han tenido éxito cuando lo han intentado. Ni Marx lo logró cuando quiso hacerlo en el análisis de la revolución de 1848 en Francia y el ascenso al poder de de Napoleón III. Marx no estaba contento con los artículos de Lucha de clases en Francia porque no pudo establecer las conexiones entre los tres ciclos: económico, social y político. Escribió entonces el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte para establecer esas vinculaciones pero tampoco lo logró. Sólo pudo vincular con brillantez el ciclo social y el ciclo político, pero se le escapó el ciclo económico que tuvo que analizar aparte en el escrito de Mayo a Octubre.

Ernest Labrousse, brillante historiador de la Escuela de los Anales de Francia, en cambio, sí lo logró en su escrito 1848; 1830; 1789: tres fechas en la historia de la Francia Moderna (En Fluctuaciones Económicas e Historia social, Tecnos, 1973) gracias al mejor manejo (diferenciación y relación) de los tiempos económicos, sociales y políticos. Un intento de hacer lo mismo para el caso peruano (y quizá latinoamericano) exige desplegar un conjunto de operaciones teóricas y metodológicas necesarias tales como:

1. Establecer los niveles de informalidad de los subsistemas económicos, sociales y políticos. Es probable que los países con altos niveles de informalidad sientan menos los bruscos vaivenes de los ciclos económicos no sólo en su situación material, sino también en la vida social y política.

2. Examinar los grados de diferenciación entre esos subsistemas. Los países que tienen subsistemas más diferenciados e institucionalizados sufren menos los bruscos cambios en cualquiera de ellos que aquellos en los que la diferenciación e institucionalización son menores. En algunos países se sacan los ojos en el campo de la política, pero la economía marcha viento en poca. En otros, cualquier vaivén pequeño del ciclo económico se hace sentir en la sociedad y en la política.

3. Reconocer que cada subsistema tiene su propia lógica de organización y funcionamiento (objetivos, relaciones, dinámicas, organizaciones, instituciones que los caracterizan).

4. Tomar en cuenta no sólo las relaciones funcionales entre los subsistemas (promoción estatal de la acumulación privada, tributación, distribución de bienes y servicios públicos a la sociedad y legitimidad) sino también las relaciones estructurales (niveles de empleo directo e indirecto, salarios e ingresos, precios, consumo y gasto público).

5. Considerar los niveles de organización e institucionalización de la sociedad, de la política y del Estado así como las políticas públicas que este despliega.

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HENRY PEASE: UN CONSTRUCTOR

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Jorge Nieto Montesinos*

 

Le conocí como profesor en la Universidad Católica, donde enseñaba unos cursos que a mí no me entusiasmaban mucho. Su gusto por la discusión nos acercó. A veces, la confianza llevaba el debate a los bordes de la aspereza. Entonces él resolvía todo con una broma apaciguadora y desarmante que inevitablemente concluía en esa sonrisa de niño que tanto le ayudó a construir aliados o amigos que, para el caso, parecían ser casi lo mismo.

 

Luego, él organizó en DESCO un taller de análisis de la izquierda. Y me pidió que lo coordinara. Supongo que lo hizo porque ya sabía de mis desazones con el universo cultural de la izquierda militante. Yo era en aquel momento dirigente de un pequeño partido radical que junto a otros fundó la Unidad Democrática Popular, el antecedente inmediato de Izquierda Unida, en ambos casos, con Alfonso Barrantes Lingán de presidente. La distancia entre lo que pensábamos que debía ocurrir y lo que ocurría en realidad era abismal, por  lo menos para mí. Necesitaba entender. La propuesta me cayó a pelo y la tomé.

 

La derrota electoral que habíamos sufrido en 1980 me llevó a una reflexión solitaria que no encontró punto de retorno. En las discusiones de ese taller encontré algo de compañía. De allí salió mi primer libro, Izquierda y Democracia en el Perú, que él hizo publicar en DESCO. Para mí fue el balance de 10 años de vida partidaria. Si pensaba dejarla, como después hice, me parecía responsable dejar mis razones, especialmente a los pocos que había dirigido. Pero si para mí fue despedida, para él fue inicio. Él, que venía del entorno católico de la Democracia Cristiana, aprovechó el taller para conocer en detalle –y cultivar- el terreno difícil de los partidos de la izquierda marxista en el que se desplegaría luego, como era su costumbre, como un tractor. Poco después llegaría a la Municipalidad de Lima como el segundo de Alfonso e inició, con él, el estatuto de los “independientes”. Y puso lo suyo: gerencia política. No gerencia, sino gerencia política, algo muy escaso en esta época, como puede fácilmente apreciarse por doquier.

 

En esos años le vi poco. La maestría que él me empujo a estudiar firmando una de las cartas de recomendación me mantuvo fuera del país. A mi regreso, volvimos a coincidir en una izquierda a la que ya le habían crecido dos alas, una democrática y una violentista, que pronto dieron en alebrarse, sin emprender vuelo nunca. Por ser fiel al proceso organizativo que presidió, él,  que sabía de la democracia como horizonte utópico, terminó del lado en que el terminó. Pero su mejor yo estaba aún por venir. El parlamentario opositor, el parlamentario oficialista, el presidente del Congreso. Tareas que exigían voluntad y esfuerzo infatigables tras objetivos definidos. Entereza. Él tenía todo eso. Él era eso. Lauer, Alvarez, Tafur, Fowks lo han dibujado bien en ese período.

 

La última vez que le vi, el helado tintineo de su whisky vespertino acompañaba el anuncio de nuevos planes para su pasión más reciente, su Escuela de Gobierno. Con su muerte, la república, esa que a veces existe gracias a gente como él, ha perdido a uno de los suyos. Ética y política, acción y reflexión, reunidas. No era un héroe, era algo mejor: un ciudadano comprometido, un constructor. Lo vamos a extrañar. Seguro.

*Columnista invitado. Sociólogo, ex -presidente de la FEPUC

 

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ENTRE EL SUSTO Y EL SUICIDIO

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Sinesio López Jiménez

Al gobierno le preocupa el voto de investidura que le debe otorgar el Congreso al gabinete Jara. No quiere revivir la angustia y la humillación que tuvo con el gabinete Cornejo para obtenerlo. El escenario sirve, en cambio, para medir sólo la correlación de fuerzas entre el gobierno y las oposiciones. Es cierto que las dificultades actuales pueden ser mayores porque la debilidad de este gabinete es mayor que la del anterior. El desenlace va a ser, sin embargo, el mismo: un reducido voto de confianza. El Congreso no se va a suicidar negándole por segunda vez consecutiva el voto de investidura porque en ese caso el Presidente tiene la facultad de disolverlo y de convocar a elecciones congresales.

Gana Perú ha perdido 10 congresistas y ha dejado de ser la primera mayoría del Congreso. Ha empatado con el fujimorismo que sólo ha perdido 1 congresista. Perú Posible, aliado del gobierno, ha perdido 10 congresistas de los 21 que tenía originalmente. Los partidos (AP y PPC) que usaron a Toledo y a PPK han abandonado el barco que los ayudó a superar la valla del 5%. El Congreso ha aumentado su fragmentación pasando de 6 a 9 grupos parlamentarios. Estas movidas han debilitado al gobierno y han fortalecido al fujimorismo. Todas ellas se reflejarán en la distribución de las Comisiones parlamentarias y en la marcha misma del Congreso.

La responsabilidad de este desbarajuste congresal tiene nombre propio: la pareja presidencial y el ex-presidente Toledo. Por un lado, el viraje ideológico y político y el manejo patrimonial del partido por parte de la pareja presidencial han generado descontento y fragmentación en las filas de Gana Perú. Primero salió la izquierda y ahora han salido los nacionalistas más radicales. Y la mazorca partidaria puede seguir desgranándose. La pareja presidencial ha perdido el control del partido. Toledo, por su parte, ha debilitado enormemente a su partido gracias a sus desmedidas aspiraciones inmobiliarias y a las acusaciones de corrupción. De ese modo, la coalición gobiernista ha perdido en la práctica el control del Congreso.

Lo nuevo es el desplazamiento del PPC hacia el fujimorismo en forma abierta. Anteriormente estuvo más cerca de la coalición de gobierno, pero en la última elección congresal encabezó el bloque dominado por el fujimorismo. La estrecha relación del Apra con el fujimorismo no es novedad. Ella viene desde el gobierno de García que tenía a dos fujimoristas como vicepresidentes. Es probable que el próximo año el fujimorismo encabece el bloque derechista de oposición.

¿Por qué la acusación de corrupción tiene efectos más devastadores en el partido de Toledo que en el Apra y en fujimorismo?. La explicación probable es que Toledo emergió con fuerza en su lucha contra el fujimorismo corrupto y ahora es acusado de lo mismo. Al Apra y al fujimorismo, en cambio, los beneficia la permisiva cultura política latinoamericana: Roba, pero hace obra. ¿Cómo votarán los pequeños grupos parlamentarios que se colocan en el centro y en la centro-izquierda frente al gabinete Jara?. Si su antiaprismo y su antifujimorismo son mayores que su anti-humalismo (o anti-nadinismo), Ana Jara resultará favorecida con sus votos.

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JUGANDO AL MUERTITO

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Sinesio López Jiménez

Lo que algunos temían y otros esperaban no se produjo en el tradicional mensaje de Fiestas patrias. Eso ha generado un alivio en los primeros y una cierta decepción en los segundos. Los neoliberales extremos y los conservadores temían que la desaceleración y la amenaza de la recesión llevaran al Presidente Humala a desplegar una gestión keynesiana del ciclo económico en apuros. Pese a que lo tienen capturado, ellos siguen temiendo que Humala mantenga in pectore el programa de la gran transformación y que lo saque a relucir en los momentos económicos difíciles que vive el país. El viejo truco de exagerar para mantenerlo a raya y para curarse en salud.

Los críticos del neoliberalismo extremo, por su parte, esperaban sin mucho entusiasmo que la desaceleración y la recesión del primer semestre de este año empujaran a Humala a anunciar y desplegar una gestión keynesiana de la demanda. Humala, sin embargo, solo ha tomado tímidas decisiones que van en esa dirección: un pequeño aumento de las gratificaciones, una disponibilidad mayor de las CTS, disminución de las tasas de interés de referencia para impulsar la actividad económica, un mayor impulso a la inversión pública. El Plan Nacional de Diversificación Productiva puede ir también en la misma dirección.

La batalla desigual entre los neoliberales extremos (de dentro y de fuera del gobierno) y los conservadores, por un lado, y los críticos del neoliberalismo, por otro, se viene librando desde hace un buen tiempo, pero se ha acentuando en el primer semestre de este año. En este lapso se abrió un pequeño frente entre los neoliberales que manejan los aparatos económicos del Estado y los neoliberales vinculados a la concentración mediática y a las fuerzas políticas de derecha. Estos acusaban al gobierno de ser el principal responsable de la desaceleración económica a través de la innecesaria producción del ¨ruido politico¨ y del supuesto cambio del modelo econonómico neoliberal. Esto último es a todas luces un despropósito que choca con la evidente continuidad del modelo. Coincidían, sin embargo, en el último paquete de medidas tomadas por el gobierno para atraer la inversión privada.

Los neoliberales de dentro y de fuera del gobierno están preocupados ahora con las bajas tasas de crecimiento del PBI, pero son optimistas en el futuro próximo y tratan de irradiar su optimismo a todo el país. Ellos sostienen que la desacelaración es coyuntural y que en el próximo semestre y sobre todo en el 2015 el Perú volverá a tener altas tasas de crecimiento gracias a las grandes inversiones que se avecinan. Mientras tanto los neoliberales extremos y la derecha política y mediática tratan de compensar estos momentos difíciles de debilidad económica con el enorme punche de la correlación de fuerzas a su favor (todos los partidos políticos de derecha, especialmente el fujimorismo, el PPC y el Apra y el cuasi monopolio de la concentración mediática).

Humala no ha querido tocar esta batalla de fondo que se libra en el país y que va a tener un desenlace complejo (económico, social, político e ideológico) si la desaceleración se acentúa y los conflictos socio-politicos se agudizan. En este campo ha jugado al muertito y ha preferido tocar más bien los temas sociales de la educación, la salud, la seguridad que, siendo importantes, son colaterales al modelo económico vigente. Al final, las soluciones que ellos tengan dependen mucho de lo que suceda con el modelo neoliberal, de las estrategias en juego para enfrentar la crisis, de los liderazgos políticos que existen y de los que emerjan y de la correlación sociopolítica de fuerzas. Las medidas propuestas sobre educación y salud no son poca cosa comparándolas con las de los gobiernos anteriores. La necesidad de un acuerdo nacional para enfrentar el grave problema de seguridad ciudadana puede ser la clave sociopolìtica para resolverlo.

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TAQUICARDIA POLITICA

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Sinesio López Jiménez

También los gabinetes son volátiles. La política peruana en general es volátil. Seis gabinetes en tres años sugieren la imagen de que ellos ocupan una silla voladora. Estamos llegando a los niveles de inestabilidad política del siglo XIX en el que la duración promedio de cada gobierno (no de cada gabinete) era de un año.  El Perú vivía una taquicardia política permanente. ¿De qué depende el alto nivel de volatilidad política?. Todo parece indicar que el colapso de los partidos (o la ausencia de ellos), el mal funcionamiento de las instituciones estatales, el caudillismo y la sobrevaloración del mercado  han producido una enorme volatilidad política.

Por cierto, los gabinetes contribuyen también a su propia inestabilidad. La situación de Cornejo era insostenible. Había entrado con calzador a la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) poniendo en riesgo el voto de investidura del Congreso; se mantuvo en el cargo gracias a su lealtad a la pareja presidencial, pese a que era acusado de aprovechar los cargos públicos para hacer negocios privados; y ahora es descubierto organizando una campaña de desprestigio contra uno de los líderes de la oposición justamente cuando el partido de gobierno (es un decir) tiene serios problemas para elegir al (o a la) Presidente del Congreso y en vísperas del discurso del 28 de julio del Presidente de la República.

El reemplazo de Cornejo es Ana Jara, uno de los mejores cuadros que tiene el nacionalismo. Otra líder política valiosa del nacionalismo que está siendo postergada y maltratada a todas luces por la pareja presidencial es Marisol Espinoza. Ana Jara ha sido usada por Humala como una especie de comodín ministerial (en el Ministerio de la Mujeres y en el de Trabajo) y ha tenido un buen desempeño en los lugares institucionales que ocupó. La PCM es, sin embargo, una especie de cajón de sastre en el que se amontonan diversas instituciones que poco tiene que ver entre ellas y que la hacen más compleja que cualquier otro ministerio. Por su estructura, tiene que coordinar con todos los ministerios y con todos los gobiernos regionales y con las diversas fuerzas políticas del Congreso. El activo de Jara es, además de su capacidad política, la confianza depositada en ella por la pareja presidencial.

El cambio de Cornejo por Jara parece tener varios sentidos, además de aliviar las tensiones con la oposición y de atraer algunos votos a favor de la candidata a la presidencia del Congreso apoyada por el Ejecutivo. En primer lugar, el reemplazo de un técnico por una política le da a la PCM una mayor amplitud de miras, una mayor flexibilidad en su manejo y una mejor relación con las fuerzas políticas de oposición. En segundo lugar, el encargo de puestos políticos de mucha responsabilidad a miembros de Gana Perú tiene como objetivo cohesionar a sus filas cada más decepcionadas por la entrega del gobierno a los neoliberales. En tercer lugar, esa medida busca también mantener la lealtad de  los congresistas nacionalistas, descontentos con el manejo partidario de la pareja presidencial. En los próximos días sabremos si los cambios en el gabinete han logrado alcanzar o no los objetivos buscados.

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EL DESENCANTO NEOLIBERAL

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Sinesio López Jiménez

Un inesperado fantasma recorre el estado de ánimo de nuestro neoliberales criollos: el desencanto. El mito del modelo neoliberal que impulsa un crecimiento avasallador se les ha derrumbado o se les está derrumbado. El milagro económico por los suelos: es lo último que esperaban. Para inyectar un poco de optimismo a sus desmoralizadas huestes, los intelectuales orgánicos del neoliberalismo criollo, especialmente los economistas de esa orientación, despliegan un voluntarismo a todo dar desde las páginas del decano de la prensa nacional.

La euforia del crecimiento de la década pasada está terminando en un frenazo porque los “dos importantes motores de la economía –la inversión privada y las exportaciones-  estuvieron apagados” en este primer trimestre (Abusada, El Comercio, 15/07/2014). Las razones de la desaceleración no provienen principalmente de los factores externos sino del “ruido político” generado por el gobierno: “Lo cierto es que, en el freno del crecimiento de la inversión privada, las causas internas tienen tanto o más peso que aquellas atribuidas a causas externas” (Ibidem). Abusada sostiene que cuando el presidente comenzó a hablar de vacas flacas, vientos en contra y desaceleración se instauró un pesimismo generalizado y se produjo un innecesario “ruido político” que redujo las expectativas empresariales y frenaron la inversión privada. Abusada pide una torre de cristal para el piloto automático.

El ex -Ministro Carranza piensa más bien, contrariamente a lo que todo el mundo cree y contra toda evidencia, que ha cambiado el modelo de desarrollo: “Cuando a inicio del gobierno se planteó la tesis de “incluir para crecer”, se estaba cuestionando el modelo anterior y se pensaba que hay que redistribuir y transferir recursos de unos a otros para acelerar el crecimiento” (Carranza, El Comercio, 8/7/14). Sostiene que ese cambio en las políticas ha producido la desaceleración y concluye contradictoriamente que “por razones de orden cognitivo no se entiende que las políticas asistencialistas no reemplazan ni sustituyen  a la inversión privada, y que se puede hacer lo uno sin descuidar ni afectar lo otro”. La mayoría de los economistas y de la opinión pública cree que esto último es justamente lo que ha hecho Humala. Parece que el “sesgo cognitivo” está en el cerebro del señor Carranza.

Los neoliberales de la oposición, sin embargo, están de acuerdo con los neoliberales del gobierno en la propuesta del paquete de reformas para impulsar la inversión privada, aunque critican su presentación tardía. El voluntarismo de los neoliberales de oposición los induce a relativizar la importancia de los factores externos (desaceleración de China y subida de las tasas de interés) y a sobrevalorar (e incluso distorsionar) los factores internos (supuestos costos laborales, políticas ambientales, la permisología, etc) en la caída de la inversión privada y de las tasas de crecimiento.  Unos y otros compiten en profundizar la oferta para impulsar la inversión privada cuando lo que se ha caído es la demanda.  La oferta es el reino de la burguesía mientras la demanda y los consumidores representan el interés general.

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LAS CUATRO OPERACIONES

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Sinesio López Jiménez

No me refiero a las archiconocidas cuatro operaciones matemáticas sino a las cuatro operaciones ideológico-políticas que los neoliberalesd hacen para convertir a los bienes públicos en pingües negocios privados: El bien público es una mercancía cualquiera, la desvalorización del Estado como macro-estructura y como agente del bien público, la revalorización de los negocios privados y la identificación de estos con el bienestar general.

El mundo moderno es un arsenal de mercancías. Los bienes públicos (educación, salud, saneamiento, etc) son también mercancías que se venden y se compran en el mercado. Ellos están sometidos, por eso mismo, a la ley de la oferta y la demanda y a la competencia. Sobrevivirán aquellas empresas que son más eficientes y competitivas. En todo caso, las empresas menos eficientes  podrán atender a sectores del mercado que no son tan exigentes con la calidad del producto. Esta indiferenciación entre lo público y lo privado trae serias implicancias teóricas y prácticas. Para tocar sólo una de ellas: los criterios de justicia. Si se trata de la educación universitaria el criterio justo para ingresar a ella ya no es el mérito sino el dinero. Eso ya lo estamos viendo en las universidades societarias (o empresas).

La ruta para desvalorizar al Estado como agente del bien público y del interés general es más o menos conocida. En primer lugar, las elites, que  controlan o influyen en los gobiernos, construyen un Estado ineficiente como agente, sin una burocracia weberiana y con enmarañados procedimientos que lo traban y luego gritan: ¿qué nos puede enseñar la burocracia?. En segundo lugar, esas mismas élites le niegan al Estado los recursos necesarios (impuestos y otros ingresos) para que puedan ser eficientes y autónomos. El Perú tiene una de las presiones tributarias más bajas de AL. En tercer lugar, ellas desconocen al Estado el papel rector de los bienes públicos y del interés general. Y cuando la tecnocracia reivindica ese rol acusan al Estado de intervencionista. La única intervención estatal que ellas aceptan es aquella que favorece a sus intereses privados (el paquetazo).

La revalorización de los negocios privados se mide por su productividad y competitividad y estas, a vez, se fundan en los incentivos materiales que reciben los agentes privados y que no tienen las tecnocracias y burocracias del Estado. Por la plata baila el mono, parecen decir. Con estos criterios chatos, los neoliberales nunca podrán comprender la grandeza de otras actividades humanas (la política, la cultura, etc) diferentes a las económicas. Nunca podrán entender a Jefferson (que entró millonario a la política y salió quebrado), a Haya de la Torre, a Fernando Belaúnde, a Javier Diez Canseco. La eficiencia de los negocios es, en gran medida, un mito. El salvataje de los bancos por el Estado, el subsidio al capital por los consumidores a través de tarifas altas de los servicios públicos, el actual paquetazo (que también es un subsidio al capital), revelan los límites de la supuesta eficacia privada.

Finalmente, los negocios privados no sólo favorecen a sus propietarios, sino que sus beneficios alcanzan a todos. No es el Estado sino los hombres de negocios los que producen el bienestar, sostuvo Ludwig von Mises, uno de los ideólogos del neoliberalismo. Es la teoría del chorreo en toda su pureza que confunde el crecimiento con el desarrollo y el bienestar. Todos conocemos sus alcances y sus límites en AL.

 

 

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DURA LEX, SED LEX

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                                   Sinesio López Jiménez

La ley universitaria es una reforma que nace con fórceps. Ha demorado mucho en ser aprobada y ha sido más resistida que apoyada. La oposición a la ley ha sido muy estridente  porque ha tenido como vocero a la prensa concentrada. El debate fue demorado por la existencia de lobbies opositores. Finalmente ha sido aprobada por una mayoría no tan contundente en el Congreso. Ahora los opositores han desplegado una campaña para que Humala la observe y no la promulgue y, una vez que sea promulgada, presentarán seguramente todas las acciones de amparo necesarias para que sea declarada inconstitucional.

La ley trae, sin embargo, algunas buenas noticias. Preserva la autonomía universitaria (normativa, de gobierno, académico, administrativa y económica); defiende la educación universitaria como un bien público que debe ser regulado por el Estado como ente rector, aunque en algunos casos sea un negocio privado; exige condiciones de calidad (locales universitarios, bibliotecas, laboratorios, docentes universitarios con alta calificación) para otorgar licencias de funcionamiento a las universidades públicas y privadas; obliga a pagar impuestos a las universidades societarias (de lucro), descontando un porcentaje en caso de reinversión en la mejora de la misma universidad; promueve la investigación científica y tecnológica; democratiza la universidad pública y la libera de argollas perniciosas.

Toda reforma suscita resistencias en los grupos de interés que se sienten afectados y despierta simpatías en los grupos que se sienten favorecidos. ¿Cuáles son los grupos de interés que se sienten perjudicados? En primer lugar, las pequeñas argollas de muchas universidades públicas que las manejan con métodos mafiosos; en segundo lugar, las camarillas (enquistadas por años)  de algunas universidades asociativas que manejan arbitrariamente los fondos de sus respectivas universidades y en tercer lugar, muchas universidades privadas cuya calidad académica es deplorable. Todos estos grupos opositores se han expresado con estridencia en la agonizante ANR cuyo presidente ha llegado a decir exageradamente que la nueva ley resucitará a Sendero Luminoso.

La crítica más descalificadora de la ley ha sido formulada por García y Fujimori. Este ha dicho que tiene un “tinte velasquista” y García, que es chavista humalista. Se ve que han opinado sin conocerla. En los medios universitarios, opuestos mayoritariamente a estos cuestionados políticos, sus opiniones críticas terminan legitimando la ley. Las opiniones y los puntos de vista de la prensa concentrada, que consideran a la educación como una mercancía cualquiera y que buscan, por eso mismo, transformarla en un negocio privado muy lucrativo y sin regulación, merecen una crítica especial.

La crítica más fundada se dirige a la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU) cuyo superintendente es nombrado por el Ministro de Educación y no es docente ni investigador. Mejor hubiera sido que lo eligiera el Consejo Directivo de la SUNEDU sin que el mencionado ministerio pierda su rol rector. Finalmenete, me permito una reivindicación generacional. La ley jubila (en la universidad pública) a los profesores de más de 70 años. En la educación universitaria, los viejos y destacados profesores son como el buen vino: mientras más viejo, mejor.

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UN LIBRO POLEMICO

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Sinesio López Jiménez

En estos tiempos es poco frecuente analizar la historia para hacer una apuesta política, fundar la política en la historia. La mayoría de nuestros políticos actuales sólo tienen ambiciones desmedidas, frecuentemente al servicio de sus intereses personales. Son políticos sin memoria y sin historia: políticos light que se los lleva el viento. Son muchas veces iletrados y ágrafos. Es probable que escribir siquiera una página les produzca surmenage. Algunos de ellos, incluso, son dueños de universidades que han hecho de la educación, que es un derecho de todos, un negocio privado.

El libro de Lynch, que se va a presentar mañana en la librería El Virrey, rompe con la monotonía de estos grises tiempos neoliberales y vuelve a las tradiciones clásicas y modernas que vincularon estrechamente la historia y la política. Para ambas tradiciones  el vínculo entre ellas fue la confianza en la razón que todo lo explica. Una historia bien contada funda una política eficaz. Esta creencia viene desde Aristóteles y llega hasta Marx, los liberales  y los anarquistas del siglo XIX y atraviesa las épocas históricas, las geografías y las diversas corrientes ideológicas. El Republicanismo del Medioevo, que nació para disputar con la historia de Dios y con la historia de la Fortuna, va más allá y sostiene que la historia no funda la política sino que ella se hace a través de ésta. Maquiavello encarna esta apuesta en toda su grandeza.

Esta enorme confianza en la razón entró en crisis con Freud, Weber, Pareto, Sorel, Frazer, Levy-Bruhl y otros intelectuales en el campo de las ciencias duras. La necesaria relación entre ciencia histórica (o la ciencia simplemente) y la política se rompió. La política ya no se deriva necesariamente de la historia. Las pasiones, los mitos y la afectividad en general pueden invadir todos los campos de la actividad humana. Salvo Sorel, la mayoría de estos intelectuales, reconoce la irracionalidad que invade todas las actividades humanas para reducirla y ensanchar el campo de la racionalidad. Gramsci y Mariátegui, que inspiran en gran medida  el libro de Lynch, reconocieron en sus escritos la fuerza del mito en la política sin desvincularla de la historia.

Para Gramsci la forma de escribir la historia revela la forma de hacerla y es un buen libro de historia aquel que nos ayuda a hacerla mejor en el presente. Eso significa que la historia tiene también una dimensión normativa como bien lo subraya Nicolás Lynch. Las dos partes sustantivas de la historia para Lynch son las fallas estructurales o clivajes irresueltos (la herencia colonial, la república vacía, el Estado criollo, la nación, la desigualdad, la cholificación) y las incursiones democratizadoras que son procesos de democratización que no llegan necesariamente a constituir un régimen democrático porque no se han construido las instituciones que garanticen tanto las libertades como la participación política.

La primera y la cuarta parte del libro tienen que ver con las apuestas políticas desde la izquierda. Estas serán sin duda las más discutidas. Este ensayo de Lynch rompe con la monotonía de algunos escritos de jóvenes o no tan jóvenes sociólogos o politicólogos  que revelan sus sueños kafkianos (incluidas las pesadillas  de la hiperinflación de García, Sendero Luminoso y el golpe de Fujimori) en los que se acostaron izquierdistas (e incluso marxistas) y se despertaron neoliberales.

 

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JUICIO A LA JUSTICIA

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Sinesio López Jiménez
García cree que Dios lo asesoraba cuando era presidente de la República. Los Awajún-wampis creen que el espíritu poderoso de Ajutab, que les da fuerza y valor, desciende de las cascadas de la Cordillera del Cóndor. La creencia de García es tan válida como la de Santiago Manuin, apu del pueblo awajún. García piensa, sin embargo, que su creencia es verdadera mientras que la de los awajún-wampis es “animismo primitivo”. ¿Qué diferencia existe entonces entre García y Francisco Pizarro o el cura Valverde de los tiempos de la conquista?. Parece que muy poca. En todo caso, es revelador del dominio discriminador de la cultura criolla que un hombre como García haya sido (dos veces) Presidente del Perú, un país de una indudable multiculturalidad compleja.
Si ese es el esquema mental de García entonces son explicables los discursos, las políticas y las decisiones que desembocaron en el Baguazo. García estuvo en el origen, en el proceso y en el desenlace de los acontecimientos luctuosos de Bagua. Todo comenzó con sus artículos (más que discutibles) sobre el perro del hortelano en los que anunciaba la venta de los recursos naturales a las transnacionales. Vino luego la delegación de facultades del Congreso para que el Ejecutivo legislara sobre los asuntos vinculados a la viabilidad del TLC con Estado Unidos. Se produjo entonces un hiperactivismo legislativo del Ejecutivo apoyándose en el profesionalismo interesado de los grandes estudios de abogados, eludiendo el debate público que requiere toda propuesta legislativa y evadiendo, sobre todo, la consulta a las etnias de la selva como lo ordenaba el convenio 169 con la OIT.
En ese sentido, García y los ministros que tenían que ver con este tema no siguieron el debido proceso y sus decisiones eran y son ilegítimas. Sin estas decisiones del Ejecutivo, el Baguazo no se habría producido. Sus autores intelectuales son por consiguiente, no la Defensoría ni algunas ONG que trabajan con las etnias de la selva, como piensa ahora El Comercio (que tenía una opinión distinta cuando se produjeron los hechos), sino García, el Primer Ministro y la Ministra del Interior. Ahora sabemos que hubo también presión de la Embajada norteamericana en el Perú para que García actuara con firmeza y sin concesiones.
Los tribunales de justicia han excluido del juicio, sin embargo, a García, a Simons, Cabanillas y Araoz y se han concentrado en los supuestos autores materiales de la muerte de 33 personas y un desaparecido: 80 personas elegidas al azar, sin la individualización de sus responsabilidades y sin las pruebas necesarias para inculparlas. La justicia ordinaria es tuerta (sólo ve con un ojo la responsabilidad de los awajún), arbitraria (no sigue el debido proceso), unilateral (desconoce la justicia comunal, pese a que está reconocida en la Constitución) y discriminatoria (juzga a los supuestos responsables con las leyes, los procedimientos, la lengua y la cultura del mundo criollo-occidental).
La justicia criolla tiene problemas para resolver las injusticias de su propio mundo y, por lo que vemos en este caso, está incapacitada para resolver las injusticas históricas que el Perú arrastra desde hace varios siglos. Es necesario asumir la perspectiva de una justicia intercultural para resolver el Baguazo con equidad.

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