EL GOLPE QUE NO FUE

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Sinesio López Jiménez

Los golpes de Estado en América Latina de estos tiempos ya no provienen de los cuarteles. Proceden de movimientos desbordantes de los ciudadanos (Argentina) o de masivos movimientos indígenas (Ecuador y Bolivia). Esos movimientos rebasan a las instituciones y a los partidos y hacen colapsar a los gobiernos. No llegan a ser revoluciones sociales ni políticas, pero sí golpes de estado. ¿Por qué los ciudadanos y los movimientos indígenas insurgen contra los gobiernos legalmente establecidos?. La insurgencia puede tener diversas razones. La primera tiene que ver con el mal desempeño de los gobiernos en la aplicación de las políticas públicas: promesas incumplidas, medidas orientadas a servir a los ricos, corrupción generalizada, arbitrariedades impuestas, represiones indiscriminadas. El mal desempeño trae inevitablemente el desgaste de los gobiernos y la pérdida de legitimidad de salida. Otra razón es el descontento y el malestar masivo de la gente que se siente defraudada y que percibe que su situación ha desmejorado sensiblemente o no ha mejorado como esperaba. La crisis ha comenzado a dejarse sentir en los bolsillos y en la conciencia de la gente. Esta no es tonta ni loca para dejarse manipular por “extremistas” o por los enemigos externos del Perú como sostienen equivocadamente García y el canciller. Finalmente, la crisis de los partidos políticos los incapacita para recoger y canalizar ordenadamente las demandas masivas de la gente. La crisis partidaria explica el desborde popular.

En el Perú no tenemos un movimiento ciudadano como el de Argentina ni movimientos indígenas como los de Ecuador y Bolivia. Pero la arrogancia de García y las torpezas del gobierno y del Parlamento han logrado fusionar a estos dos tipos de protesta. Las movilizaciones crecientes de estos días caminaban en la dirección de un golpe ciudadano e indígena. La suspensión indefinida de los decretos legislativos cuestionados no las detuvo sino que las incrementó. La protesta podía crecer hasta el desborde incontrolable. Presionados por las circunstancias, García y Jehude han dado un pequeño golpe contra el congreso para evitar un golpe ciudadano contra el gobierno. Este el sentido político de las negociaciones de Jehude y del mensaje de García. Acosados por un movimiento que amenazaba desbordarse, García y Jehude han decidido negociar con los apus, desconocer la suspensión indefinida de los decretos legislativos y plantear más bien su derogatoria como venían exigiendo los movimientos contestarios y la oposición política.

Las fuerzas políticas en el Congreso no logran salir de su asombro y desconcierto y no saben aún qué hacer. Una vez explicitada la coalición de derecha (Apra, UN y fujimoristas), suspendidos los decretos cuestionados y sancionados los revoltosos del congreso, éste se disponía a hacer su acostumbrada siesta parlamentaria. Pero los acontecimientos lo sorprendieron y está tratando de entender la situación. Ahora pueden suceder en el congreso algunas movidas inesperadas: el acuerdo circunstancial entre el Apra y el PNP para derogar los decretos cuestionados y el despliegue de una oposición beligerante de Unidad Nacional y del fujimorismo. García y Jehude, por fin, han reconocido algunos errores, han dado marcha atrás y han retornado al punto de partida para hacer lo que debieron hacer desde el comienzo: dialogar, negociar y decidir. Eso es la política. Para los cavernícolas y autoritarios de toda laya la negociación es “bajada de pantalones”. Los más desubicados se sienten generales y estrategas de una guerra imaginaria y se masturban con sangrientas victorias fascistoides. Hasta Carl Schmitt se reiría de ellos por torpes. Ellos prefieren la imposición y la guerra. Los gobernantes despliegan la violencia cuando creen que gobiernan cosas y no personas. Ahora (¿hasta cuando?), en cambio, se ha impuesto un gobierno de personas. Podemos hablar, por eso mismo, del golpe que no fue gracias a que los gobernantes (García y Jehude) han vuelto a la sensatez política.

Una vez que las aguas vuelvan a su nivel, habrá llegado la hora de sincerar la política. ¿Qué significa eso?. Cambio de estilo de gobierno, explicitación clara de una política de reconocimiento (identidad, autonomía de los territorios ocupados, formas propias de representación) y de desarrollo para la amazonía, reconocimiento de errores que es necesario pagar (cambio de gabinete por responsabilidad política y penal de algunos ministros), sanción de los crímenes cometidos en el tratamiento del conflicto y gobierno transparente y dialogante. Una forma de sincerar la política consiste en traducir las correlacione sociales y étnicas en correlaciones políticas. Eso significa la emergencia probable de nuevos liderazgos políticos o el fortalecimiento de algunos ya existentes. Los acontecimientos de junio marcan, sin duda, un antes y un después en el gobierno de García. Es de esperar que haya más ruptura que continuidad con el estilo de gobierno del pasado.

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