INJUSTICIA Y OBSCENIDAD

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Sinesio López Jiménez
La solidaridad es uno de los mejores sentimientos que puede abrigar el ser humano. En estos tiempos de individualismo posesivo, la solidaridad que se despliega en favor del prójimo y también en favor del otro permite abrigar el sentimiento de que la humanidad tiene salvación. La enemistad puede ser desplazada por la amistad. Al menos en los deseos. Por eso, la solidaridad puede ser el término de la política (entendida como lucha) en una perspectiva teórica casi intemporal si va acompañada por la justicia. En la corta, mediana y larga duración estamos obligados, sin embargo, a combinar la solidaridad con la política. En forma desigual y con diferentes resultados es lo que han tratado de hacer el comunitarismo, el republicanismo, el socialismo y también la democracia. La solidaridad, me parece, tiene un cierto aire de familia con la justicia. Ambas buscan el reconocimiento del otro y pretenden construir un orden social armonioso. Pero son diferentes. Mientras la solidaridad no reconoce linderos, la justicia parte de su reconocimiento. La justicia es la valorización de una relación entre las partes de un todo. La valorización es lo que diferencia la justicia de la igualdad, según Norberto Bobbio. Es ella la que nos permite evaluar si una determinada igualdad es justa o injusta. Muchas veces la justicia y la igualdad, sin embargo, han sido identificadas. Tocqueville, por ejemplo, decía que la búsqueda de la igualdad (comparada con la libertad) ha sido el sentimiento más fuerte (una pasión) que ha desatado más revoluciones en la historia humana.

La justicia tiene que ver con la asignación de derechos, obligaciones y bienes a los ciudadanos. La suerte de un ciudadano en una sociedad moderna no depende sólo del mercado o de la decisión del gobierno sino también de las asignaciones de las instituciones relativamente autónomas. Más allá de la diferenciación clásica de la justicia (distributiva, retributiva y atributiva), Jon Elster, destacado sociólogo y politólogo noruego, distingue la justicia global de la local. Se entiende por justicia local no sólo aquella que se ejerce en una localidad determinada y que depende de una sociedad mayor o de un Estado nacional sino también y sobre todo a la asignación de bienes y cargas que hacen determinadas instituciones en diversos campos: la salud, la educación, el trabajo, la seguridad. Cada campo local obedece a principios y procedimientos diferentes para seleccionar a los receptores de bienes y de responsabilidades: la necesidad es central en la asignación de órganos para el transplante, el mérito es el criterio en la admisión de los estudiantes a la universidad, etc., etc. No siempre funciona el mismo criterio en el ejercicio de la justicia local. Puede haber variantes en las localidades de un mismo país o entre países. Es el caso de los transplantes de órganos. La justicia global, en cambio, tiene tres características básicas: es diseñada por el gobierno nacional, establecen políticas que compensan a las personas por diversas clases de infortunio y asume la forma de transferencias en dinero.

La justicia local ha sido tratada filosófica y normativamente por Michael Walzer en su conocido libro Las Esferas de la Justicia. La justicia debe regirse por dos principios:
a. El principio de especificidad de bienes según el cual la naturaleza del bien exige cierto principio de distribución. Ejemplo: los bienes médicos deben darse a los que están enfermos, la educación a los talentosos.
b. Un principio de especificidad por país: La distribución del bien depende del significado de éste en la sociedad de que se trate.
Estos significados se reconcilian por el hecho de que los bienes están constituidos por su significado social. Las diversas esferas de la justicia operan mediante el intercambio bloqueado. No todas las cosas se pueden intercambiar por dinero: votos, servicio militar, honores, grados universitarios. Walzer dice que tampoco la salud debiera proporcionarse de acuerdo al dinero que se posea sino de acuerdo a la necesidad. La injusticia surge cuando los bienes se convierten incorrectamente en otros bienes, mediante una transgresión de esferas. La distribución desigual de bienes dentro de una esfera no tiene porque ser objetable. Se pueden aceptar que unos sean más ricos o poderosos que otros. Lo que no es aceptable es que los ricos usen su fortuna para comprar votos o voluntades de los políticos y los poderosos para hacer nepotismo y para recibir coimas.

Lo que tampoco es aceptable es que los políticos (García, por ejemplo) apelen a la solidaridad para eludir la aplicación de la justicia. Eso me parece una injusticia y una obscenidad. He aquí algunas políticas injustas y obscenas: Pedir óbolo a las corporaciones mineras en lugar de grabar con impuestos sus ganancias extraordinarias, pedir solidaridad a los trabajadores con sus gratificaciones y liberar de impuestos a los negocios del capital en la Bolsa de Valores, organizar una teletón en lugar de cobrar impuestos a los que más tienen para financiar las políticas sociales.

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