CORRUPCION Y VIOLENCIA

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Sinesio López Jiménez

Hay que evitar las confusiones. En el Perú de estos días hablamos de corrupción política. No de la corrupción en general. Pueden intervenir agentes privados sin que ella pierda su sentido político. Cuando un empresario se colude con los funcionarios públicos para obtener algún beneficio es políticamente corrupto. Stiglitz ha señalado que las grandes corporaciones dedicadas a las industrias extractivas tienen generalmente en sus presupuestos un rubro especial dedicado a la corrupción de los funcionarios públicos de los estados poseedores de los recursos naturales. Para evitar la confusión vale la pena definirla con precisión. Samuel Hungtinton, un destacado politólogo norteamericano, ha sugerido la siguiente definición: “La corrupción política es una desviación de la conducta de los funcionarios públicos, que se aparta de las normas establecidas para ponerse al servicio de los intereses privados”. La desviación de la conducta de los funcionarios públicos puede producirse por iniciativa propia o puede ser inducida por otros funcionarios o por agentes privados. La desviación se define frente a instituciones claramente establecidas que funcionan supuestamente en forma universal, impersonal y objetiva y que definen la forma de conducta correcta de los funcionarios. El objetivo de la corrupción política es engrosar las cuentas monetarias privadas u obtener cualquier otra ventaja personal.

La corrupción política se produce en todas sociedades en donde existe una separación más o menos clara entre lo público y lo privado, pero no en todas ellas se da con igual amplitud e intensidad. En algunas sociedades hay más corrupción que en otras y en algunas etapas de su historia ella es más grave que en otras. Huntington sugiere que en las sociedades tradicionales, que no han llegado a diferenciar lo público de lo privado, no hay corrupción. En esos casos la apropiación de los recursos del estado expresa la realización legítima de privilegios socialmente aceptados. Esa apropiación puede ser y aparecer como legítima. Ese es el caso de los estados y sociedades feudales y coloniales. En las sociedades plenamente modernas y desarrolladas tampoco hay corrupción o, si existe, no alcanza las proporciones enormes de otras puesto que ellas han diferenciado claramente lo privado de lo público y han establecido una densa y efectiva institucionalidad que la mayoría de los funcionarios y de los ciudadanos respetan. La corrupción se produce generalmente en aquellos países en proceso de modernización que experimentan situaciones de turbulencia e inestabilidad porque los cambios económicos, sociales, políticos y culturales no se han realizado a plenitud y no han logrado, por consiguiente, estabilizarse ni institucionalizarse totalmente. Esos países no han llegado a diferenciar claramente lo público de lo privado, pero han entrado en ese proceso de diferenciación. Ellos han roto los viejos códigos culturales, pero no han logrado establecer e institucionalizar otros nuevos que rijan su acción y su comportamiento. Este es el caso de los países del tercer mundo en general y de América Latina en particular.

Hay períodos de la historia de las sociedades en proceso de modernización en los que la corrupción es mayor que en otros. En las dictaduras y en los gobiernos autoritarios la corrupción es mayor que en los regímenes democráticos. Eso tiene que ver probablemente con la vigencia de los controles institucionales en las democracias que no existe en los regímenes no democráticos y, cuando existe, se le desmonta. Este fue el caso de Fujimori. Los controles horizontales e institucionales de accountability (parlamento, poder judicial, contraloría, tribunal constitucional, etc) fueron infiltrados, desmontados y controlados. El control vertical que los ciudadanos despliegan a través de su voto en las elecciones fue distorsionado por el carácter no competitivo de las mismas. El control y la fiscalización de la esfera pública y de la sociedad civil fue distorsionado por la compra y venta de los medios de comunicación en la salita del SIN y por la publicidad a raudales del estado en los medios, especialmente en la TV.

Huntington asocia también la corrupción con la violencia: “Las funciones de la corrupción, así como sus causas, son similares a las de la violencia. A ambas las fomenta la modernización; ambas son sintomáticas de la debilidad de las instituciones políticas; una y otra son características de lo que …llamaremos sociedades pretorianas; las dos constituyen, por último, un método por el cual los individuos y los grupos se relacionan con el sistema político, y en verdad participan de él violando sus costumbres. De ahí que la sociedad con una elevada capacidad para la corrupción la posea también para la violencia”.

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