Sinesio López Jiménez
Estas elecciones generales pueden ser tomadas y pensadas como una fotografía política del Perú en el Bicentenario. En ella están apareciendo la sociedad y las diversas opciones políticas que asume eligiendo a los candidatos presidenciales y congresales de su preferencia. Pero hay un tercio de los peruanos que no quiere aparecer en la foto.
Para entender esta fotografía política, tanto a los que aceptan aparecer en ella como a los que se niegan, es necesario examinar no sólo a los candidatos que salen en la foto representando a las diversas opciones políticas sino también a la sociedad misma que es fotografiada y representada.
El Perú del siglo XIX fue una sociedad de castas y etnias, en su mayoría indígena. El Perú del siglo XX fue lo que más se aproxima a una sociedad de clases. El Perú del siglo XXI es una sociedad de informales: el 75% de la PEA, en su mayoría pobres y muy pobres. El Perú del Bicentenenario debió construir una sociedad y una democracia de ciudadanos, pero ha fracasado. Es otra promesa incumplida.
Si el Perú de hoy no es una sociedad de ciudadanos como soñó el republicanismo, ni es una sociedad de clases como pensó el marxismo, entonces ¿qué es?. El Perú actual se aproxima a la sociedad de individuos que pensaron Hobbes y Locke como situación originaria en el siglo XVII. Hay una diferencia central: En nuestro caso no es una sociedad originaria sino el punto terminal de la historia de dos siglos del Perú independiente.
La nuestra no es tampoco la versión idílica de Locke: una sociedad de individuos libres, iguales, soberanos y con derecho a la propiedad. El Perú de hoy se parece más a la versión dramática de Hobbes: Una sociedad de individuos que, guiados por apetitos materiales desmedidos en busca de la felicidad, se sienten con derechos absolutos a todo y desatan una guerra de todos contra todos. Hay una diferencia, sin embargo. La sociedad guerrera de Hobbes busca la felicidad; la nuestra, la sobrevivencia.
Los politólogos examinan con lupa la crisis de representación o de representatividad y se concentran en la incapacidad de los actores políticos para recoger las demandas de la gente, articularlas y canalizarlas al sistema político para resolverlas. Eso está bien, pero es una versión parcial de la crisis porque no se pregunta sobre los representados. Entonces entran a tallar los sociólogos como Alan Touraine quien se pregunta sobre la crisis de representabilidad, esto es, sobre las dificultades de una sociedad o de una parte de ella para ser representada en el campo de la política.
¿Es viable una sociedad de informales, en su mayoría pobres y muy pobres?. ¿Es representable una sociedad de informales pobres y muy pobres en el campo de la política?. Mis hipótesis son que tal sociedad no es viable y que es muy difícil representarla políticamente. Este el gran desafío que tienen los políticos en esta coyuntura electoral del bicentenario: ¿Qué hacer para construir una sociedad económica y socialmente integrada y políticamente representable y viable?. Volveremos para intentar responder estas preguntas.