HORA DE DEFINICIONES

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                                               Sinesio López Jiménez

El discurso emotivo y esperanzado de la toma de mando en julio del año pasado se evaporó. El sueño de la “revolución social” para los de abajo se transformó en la pesadilla de las supuestas trabas burocráticas y sociales que impedían la gran inversión de capitales. La verdadera trabazón era y es, sin embargo, política: gobierno débil, falta de liderazgo, incapacidad para plantear una agenda pública de cara al país y a las oposiciones, ineptitud para definir una estrategia precisa que le permita una relación viable con el fujimorismo que controla el Congreso, errores en la lucha contra la corrupción y en el control de daños del Lava Jato en el campo de la economía, falta de pantalones para poner en su sitio al Controlar que, en coordinación con el fujimorismo, genera inestabilidad en el gobierno, lentitud en la reconstrucción con cambios que contrasta con la respuesta rápida y eficaz en el momento de los desastres naturales.

Analizar cada una de estas trabas políticas exigiría un largo artículo, casi un ensayo. Aquí y ahora me voy a referir solo a las cuestiones de la agenda y, en especial, a la definición de una estrategia de relación con el fujimorismo. Hay varios temas de una urgente agenda pública nacional que el gobierno debe precisar y presentar al país y a las oposiciones: inversión (privada y pública), empleo e informalidad; reconstrucción con cambios; seguridad ciudadana; salud y educación; lucha contra la corrupción y reforma de la Fiscalía y la Judicatura; reorganización de la Contraloría; reforma electoral y reforma política. Del examen de estos temas debiera salir un conjunto de propuestas básicas que den lugar a un Acuerdo Nacional por el Perú.

El gobierno no puede seguir a la deriva por la falta de una definición estratégica en su relación con el fujimorismo. El gobierno y el fujimorismo están obligados a resolver los problemas que plantea la existencia de un gobierno dividido (en el que PPK tiene en sus manos el Ejecutivo y KF controla el Congreso) que no funciona en un presidencialismo parlamentarizado (en el que el jefe de Estado y jefe de gobierno tiene excesivos controles parlamentarios). En este tema hay dos posibilidades: Acuerdo con el fujimorismo o confrontación con él a través del rayado de la cancha que supone el voto de confianza.

El acuerdo con el fujimorismo tiene por lo menos tres variantes principales. La primera es el cogobierno de PPK y el fujimorismo. Esta propuesta tiene el apoyo entusiasta de los poderes fácticos y de la prensa concentrada, pero no tiene, al parecer, el respaldo de los protagonistas. Sería una especie de traición a sus electores. El fujimorismo no quiere, además, desgastarse ni quemarse porque se prepara para ganar en el 2018 y en el 2021.

La segunda variante estratégica es el establecimiento de una política de concertación entre el Ejecutivo y el fujimorismo que controla el Congreso sobre algunas propuestas de la agenda pública en la que ambos ganen en términos políticos. Esta salida sería la más viable si PPK y KF tuvieran voluntad de diálogo y de acuerdo para llevar la fiesta en paz y tendría un significativo respaldo ciudadano. La tercera variante, la más difícil de todas pero quizás la más necesaria, sería una Propuesta de Reconciliación Nacional que nos involucre a todos. Sobre esta estrategia volveré en el próximo artículo.

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