Sinesio López Jiménez
Una cosa es dialogar con la frente en alto y otra es dialogar poniendo la otra mejilla. Los fines de la política (equilibro de poderes, democracia, gobernabilidad, promoción del desarrollo, etc) no se logran con la aplicación de las enseñanzas del Sermón de la Montaña sino que exigen con frecuencia combinar la energía y la dignidad con el diálogo. El Sermón de la Montaña sirve para ir al cielo, pero no es aconsejable usarlo para conquistar o conservar el poder en este mundo.
La política no es sólo la fuerza como pensaban Max Weber y Carl Schmitt ni es sólo el diálogo como pensaba Hannah Arendt. Se parece más al centauro maquiavélico como pensaba Gramsci: Es mitad potro y mitad hombre, es fuerza y razón al mismo tiempo. En los países en donde la esfera pública y la sociedad civil son vigorosas, predominan el diálogo y el intercambio de razones. En cambio, en los países en donde no existen la esfera pública ni la sociedad civil o ellas son muy débiles predominan la imposición y la fuerza. El Perú está en una situación intermedia.
En los cien primeros días del gobierno, el Ejecutivo apeló al diálogo mientras el fujimorismo combinó la fuerza y el diálogo. El fujimorismo hizo concesiones (dio el voto de investidura al gabinete y concedió facultades legislativas al Ejecutivo), pero también ejerció la dictadura de la mayoría (elección del Defensor del Pueblo, imposición de la ley de rehenes de FP, elección de los representantes del Congreso en el BCR). Luego de la censura de Saavedra, el fujimorismo parece dispuesto a ejercer sólo la dictadura de la mayoría para romper el equilibrio de poderes, atentar contra la democracia, debilitar más aún más al Ejecutivo e imponer, en su momento, la vacancia presidencial.
El Ejecutivo, en cambio, no ha sabido (o ha tenido interés o ambas cosas a la vez) limitar la dictadura de la mayoría del Congreso con los recursos que la Constitución le da. Podía haber apelado al voto de confianza al gabinete para frenar la voracidad de la dictadura de la mayoría fujimorista, pero no lo hizo porque no quería apelar a una política confrontacional, pero si tolera la política confrontacional del fujimorismo. PPK cree ingenuamente que sólo con el diálogo puede contener al fujimorismo.
La exigencia del voto de confianza no es incompatible con el diálogo. PPK debió exigir el voto de confianza y llamar al diálogo. Es el diálogo con la frente en alto. Es un error, desde el punto de vista del gobierno, sólo llamar al diálogo. Y el error más grave es permitir que en el diálogo con la Fujimori se cuele Cipriani, el representante de la Iglesia conservadora y del Opus Dei. Es el diálogo poniendo la otra mejilla.
Cipriani no sólo busca lavarse la cara e imponer sus ideas conservadoras al gobierno sino que también pretende ser el cemento de una coalición entre PPK y el fujimorismo para establecer el cogobierno entre ellos como quieren los poderes fácticos. Si PPK cede a las pretensiones del fujimorismo, de Cipriani y de los poderes fácticos, entonces traiciona a sus electores, pierde legitimidad y, en la práctica, se acaba su gobierno.