Sinesio López Jiménez
Tía María no solo tiene quien la defienda (el Estado) sino también quien le escriba (la prensa conservadora). La sangre y la tinta se mezclan para defender, imponer y legitimar los intereses de una empresa en contra de los intereses legítimos de un amplio sector de la población de Arequipa. Lo peor del caso es que algunos escribas de ultraderecha quieren más sangre siempre y cuando no sea la suya sino la de los otros. No es la primera vez. Ya tuvimos el caso reciente de Conga en Cajamarca, el no tan reciente de Cerro de Pasco y otros más. En realidad, es la historia de siempre. En gran medida, la historia peruana (lo digo sin demagogia y más bien con pena) está hecha de sangre y de tinta. Es el lado malo de la historia porque el Perú tiene también otra historia edificante.
En todos los casos el conjunto del Estado se pone en movimiento para apoyar a la gran empresa y reprimir a la población. Asume su representación y apalea y dispara contra la población. Apela a todas sus competencias (que quizás son muchas) y a sus capacidades (que son pocas) para ponerlas al servicio de intereses particulares en desmedro de los intereses de la gente. Los funcionarios (algunos eficientes y honestos), los ministerios (algunos organizados especialmente para defender a la población), las leyes (los fiscales y los jueces), la policía y el ejército, la mayoría de los aparatos del Estado acuden presurosos a defender a Tia María e imponer el orden en Cocachacra, Islay y Arequipa.
El Estado, el gobierno, la empresa y la derecha buscan un chivo expiatorio y lo han encontrado supuestamente en “los terroristas anti-mineros” y en las izquierdas que acompañan las protestas de la gente que defiende la agricultura, el medio ambiente y su vida misma. Las culpables son las izquierdas que manipulan a la población supuestamente ignorante. Son antimineros que no quieren el progreso del país, pero se oculta el hecho que esas mismas izquierdas acompañan el diálogo y las negociaciones de la población con las empresas mineras que funcionan en otras zonas del país. Las izquierdas no inventan las protestas sociales que son de diverso tipo, unas son de oposición a la minería y otras de negociación. Sólo las acompañan y buscan representar a los sectores contestatarios, como todas las izquierdas de todo el mundo.
¿Por qué el Estado peruano se pone (en general) al servicio de los intereses particulares de la gran empresa minera?. Hay varias razones, pero destaco dos. La primera, la explotación de los recursos naturales brindan al Estado abundantes ingresos fiscales fáciles. Este facilismo, como han mostrado muchos investigadores sobre el estado, bloquea a la larga la posibilidad de construir un estado con capacidades de diverso tipo. Segundo, el Estado no es autónomo sino que se somete fácilmente a los intereses de las élites privadas, a las presiones sociales y a los grandes poderes internacionales. Eso se debe, entre otras cosas, a la inexistencia de una élite de funcionarios públicos calificados que puedan competir de igual a igual con la élite privada y a los gobernantes que, pese a haber ganado las elecciones con los votos de los sectores contestarios, terminan gobernando para los ricos.
LA SANGRE Y LA TINTA
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Creo que en el Perú si existe “una élite de funcionarios públicos calificados”, el problema es que ésta no es autónoma e independiente en sus decisiones, pues está comprada o supeditada al interés de los grupos de poder económico, quienes manejan a su antojo el aparato público estatal.