EL PODER ES EL NUMERO

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                                               Sinesio López Jiménez

“La juventud no los dejará dormir si Uds no la dejan soñar” decía una pequeña pancarta escrita al desgaire con plumón en un pedazo de cartón. Con letra más pequeña concluía: “Perú, yo no me calmo”, “Perú, ni un muerto más”. Creación heroica o copia, la pancarta revela tres cosas: hastío de la juventud con el pasado, en particular con el pasado reciente que ellos han sufrido en carne propia, el impacto de la revolución de las comunicaciones (uno de los rasgos del capitalismo globalizado junto con el dominio del capital financiero y con la revolución científica y tecnológica, según FH Cardoso) en los jóvenes que ha hecho de ellos la generación más informada, comparada con las generaciones del pasado, y el inicio de un nuevo camino.

Los peruanos hemos vivido la concentración de tres grandes crisis en estos cinco últimos años. Ellas nos han afectado a todos, pero sobre todo a los jóvenes cuyo futuro se ve amenazado. La primera es la crisis política cuyo epicentro es el conflicto entre el poder ejecutivo y el poder legislativo pero que se extiende al sistema electoral y a pequeños grupos políticos a los que algunos llaman pomposamente “clase política”.  Esta crisis ha producido, además de zozobra, inestabilidad e ingobernabilidad, la renuncia de un presidente, la disolución constitucional del congreso y la elección de uno nuevo, cuatro intentos de vacancia del jefe de estado y un golpe parlamentario.

La segunda es la corrupción generalizada de la cúspide política y empresarial (el Lava Jato) que ha llevado a cuatro presidentes y a connotados empresarios a la cárcel y a Alan García al suicidio. La tercera crisis es la pandemia del Covid-19 que ha producido la muerte de miles de peruanos y una profunda recesión económica con la pérdida de millones de empleos y de ingresos y el aumento de la pobreza. La pandemia ha sacado a luz, por añadidura, el agotamiento de la economía primario-exportadora y de servicios instaurada por el neoliberalismo, la incapacidad y la debilidad del sistema de salud y de todo el Estado neoliberal para combatirla, los problemas de una sociedad predominantemente informal, profundamente desigual, discriminadora y racista y la relación asimétrica del régimen político (instaurada por la constitución fujimorista del 93) para favorecer al gran capital en desmedro de la sociedad y los ciudadanos.

La revolución de las comunicaciones ha generado enormes cambios en diversos campos de la vida social: en la economía, la sociedad, la cultura y la política. En la política los cambios están a la vista en las formas creativas y rápidas de comunicación de los jóvenes, en las nuevas formas de organización y de acción política, en el agotamiento del formato de los viejos partidos, en la probable emergencia de nuevas formas de representación, en la provisión estatal de los bienes públicos, en particular, de la educación y la salud.

Los jóvenes movilizados (tres millones) y la enorme protesta ciudadana (doce millones) han confirmado las tesis sobre el poder de Hanna Arendt, una de las filósofas más importantes del siglo XX. El poder no es el arma. El poder es el número organizado. El arma es la violencia. El poder es el consenso. Mientras más grande es el número y más vasto el consenso, más avasallador es el poder que, por eso mismo, tiene que autolimitarse para evitar el autoritarismo o el totalitarismo.

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