CARLOS TAPIA O EL SENTIDO LUDICO DE LA POLITICA

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Sinesio López Jiménez

Una de las cosas más crueles que nos impone la pandemia es no poder despedirnos de las personas que queremos. La muerte se las lleva en silencio sin dejar siquiera una huella física que nos permita visitar su tumba. A contracorriente de la crueldad pandémica, Carlos Tapia (1941-2021) deja una huella histórica imborrable en la política peruana.

Desde la juventud fue un hombre de izquierda que se mantuvo fiel a esa apuesta hasta su muerte. Cambiaron las formas de la lucha política, pero el objetivo estratégico  de defender la causa de los pobres siguió en pie. Como la trayectoria de la mayoría de los cuadros de la izquierda peruana y latinoamericana, la de Carlos Tapia pasó por dos grandes etapas: la de la revolución y la de la democracia.

En la etapa revolucionaria Carlos fue marcado por la revolución cubana que nos hizo pensar a  los jóvenes de la generación de los 60 que otro mundo era posible. Era la época heroica del ataque frontal para acabar con la dominación imperialista y el atraso feudal. En ese contexto, la revolución se justifica. Las guerrillas del 65 dirigidas por Luis de la Puente y otros intentos guerrilleros seguían el camino abierto por Cuba. Carlos fue dirigente de una de las fracciones en las que se dividió el MIR luego del fracaso guerrillero.

Otro acontecimiento que marcó la trayectoria de Carlos Tapia y de la izquierda peruana y latinoamericana es el conflicto ideológico chino-soviético que fragmentó más aún a la débil izquierda de entonces. El impacto fue mayor en algunas universidades de provincias como la de Huamanga en la que Carlos estudió ingeniería agrícola y luego fue profesor. Allí conoció a destacados intelectuales limeños y extranjeros y también a Abimael Guzmán y a Osmán Morote, dirigentes de SL, con quienes entabló un debate ideológico que se prolongó hasta su muerte.

La etapa democrática de Carlos y de la izquierda peruana y latinoamericana comienza en los 78-80. Es el paso del paradigma de la revolución al de la democracia (Lechner dixit). Carlos y la mayoría de los dirigentes de la izquierda peruana entendieron que, luego de la reforma agraria de Velazco y la emergencia de una nueva ciudadanía, la lucha por el socialismo y por la realización de los grandes cambios en el Perú había que librarla en el campo democrático y a través de métodos democráticos. La apuesta democrática se reforzó con la caída del muro de Berlín en 1989. Una de las tareas centrales era la construcción de un partido democrático. Carlos se propuso entonces organizar la confluencia de las fracciones del MIR y participó en la formación de la UDP, del PUM y de la IU. Combate todo tipo de violencia y, en particular, el terrorismo. Asume que la conquista del poder tiene que librarse en la competencia política y en el terreno electoral. Fue diputado por la IU entre 1985-1990. Con Carlos Iván Degregori, su amigo entrañable, y otros destacados intelectuales y políticos integró la CVR.

Una de sus últimas apuestas fue la conformación de coalición de centro-izquierda. Pensaba que si la izquierda quería llegar al poder tenía que conquistar al centro. A Carlos Tapia no le gustaba la política martirológica. Detestaba también la política de la solemnidad. Asumía más bien la política como una actividad lúdica en la que desplegaba la ironía y el humor democrático. En la línea de Alfonso Barrantes.

 

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