Sinesio López Jiménez
Las elecciones de enero del 2020 serán generales, pero se van a parecer mucho a las regionales. Van a carecer de las locomotoras de los candidatos presidenciales que arrastran, con mucha frecuencia, a los candidatos congresales de las regiones. El efecto de arrastre hace que, como los ríos caudalosos, traiga muchas piedras, como hemos visto en las elecciones del 2016.
En las elecciones regionales pesan más los caudillos y las organizaciones locales que los partidos nacionales. La descentralización política y fiscal del 2004 en adelante ha desnacionalizado a la política, a los partidos y al estado mismo y ha instaurado una dinámica política propiamente regional. Es la lucha por el poder y el control de los recursos transferidos a las regiones. Esta lucha será reemplazada por la pugna para elegir una mejor representación politica de las regiones al Congreso de la República.
De hecho, hay pocos gobernadores pertenecientes a los partidos nacionales y ellos son tales no tanto por la fuerza de estos como por su liderazgo y prestigio personales. Los llamados partidos nacionales están conformados por caudillos con entornos leales que tienen una franquicia electoral que les permite participar en la competencia electoral nacional, regional y local. Esa franquicia es obtenida en el mercado en el que cada firma de respaldo cuesta aproximadamente un dólar.
El humor político de las regiones es variado. Depende de la tradición política y del nivel de acceso a los beneficios que genera el crecimiento económico (empleo, ingresos) y a los bienes públicos (salud, educación, seguridad, justicia, infraestructura) que provee el Estado. Las regiones de la costa tienen un mayor acceso a estos beneficios y a los bienes públicos que las regiones de la sierra y de la selva, se sienten más satisfechas y eligen, por lo general, gobernadores de centro o de derecha. Las regiones de la sierra sur, central y alguna del norte son más contestarias y tienden a elegir gobernadores de izquierda o progresistas. Por esta razón, es probable que a la coalición de izquierda de Juntos por el Perú, Perú Libre y Nuevo Perú le vaya mejor de lo que creen sus detractores.
Las elecciones sin locomotoras van a producir un congreso muy fragmentado, con mayoría independiente, que, para funcionar con cierta eficiencia, tiene que organizar coaliciones post-electorales. El Ejecutivo no tendrá bancada propia, pero tampoco tendrá obstruccionismo congresal.