EL VOTO DE CONFIANZA

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Sinesio López Jiménez

La arbitrariedad y la corrupción imperan en  el país. Una minoría social, como lo mostró el referéndum, blinda a los corruptos y bloquea la reforma de la justicia y la reforma política. El referéndum dio origen a una nueva correlación social y política de fuerzas que no se ha expresado fielmente en el Congreso. En este la mayoría fujiaprista  es meramente formal, pero sigue teniendo la sartén por el mango.

El Ejecutivo creía ingenuamente que, habiendo ganado el referéndum y presentando un diseño institucional de las reformas, estas salían como un tubo en el Congreso sin convertir al fujiaprismo en minoría y sin cambiar la composición de las comisiones congresales. No son los diseñadores de las instituciones los que hacen las reformas sino los congresistas que, en su mayoría, poco o nada saben de diseño institucional.

Pero también es cierto que no se puede hacer una buena reforma sin un buen diseño institucional. Esto requiere un cierto compromiso entre los diseñadores (o el Ejecutivo que ha hecho suyo los diseños) y el Congreso. Pero estamos viendo que el fujiaprismo no quiere seriamente un compromiso que conduzca a una verdadera reforma. El compromiso formal del fujiaprismo es una emboscada para distorsionar las reformas. El resultado puede ser que, teniendo buenos diseños institucionales, sale un mamarracho de reformas, repudiado por todos.

El fujiaprismo corrupto y el Ejecutivo vacilante están llevando al país a una crisis de grandes proporciones en el corto y en el mediano plazo. En el corto plazo es una crisis de gobernabilidad que se expresa en una aguda pugna de poderes cuya salida es la destitución del Presidente de la  República o la disolución del Congreso. En el mediano plazo se está incubando una crisis constitucional y una crisis estatal cuya salida es la convocatoria a una Asamblea Constituyente.

Si Vizcarra quiere seguir como Presidente y hacer algunas reformas que valgan la pena debe exigir el voto de confianza al Congreso que, si se lo niega, no le otra cosa que disolverlo constitucionalmente y  convocar a la elección de uno nuevo que, pese a que será elegido con las mismas reglas, no será peor que el que tenemos ahora. Ojalá que la experiencia traumática del fujiaprismo corrupto nos haya enseñado a elegir mejor.

 

 

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