EL SOBERANO TIENE LA PALABRA

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Sinesio López Jiménez

En una situación de septicemia moral, de parálisis política generaliza y de amenaza del caos, el soberano tiene la palabra. En una democracia, por más enclenque que sea, el soberano es el pueblo.

Lo más grave de las crisis actuales que vive el Perú no es su extensión y su profundidad sino la incapacidad de los actores para enfrentarlas y resolverlas. Los audios nos han hecho tomar conciencia de la podredumbre del Poder Judicial, pero las medidas tomadas por los poderes del Estado nos están mostrando sus limitaciones para resolverlas.

Lo más vergonzoso es lo que está pasando en el Poder Judicial y en la Fiscalía. Ante la renuncia del Presidente de la  Corte Suprema, los jueces supremos eligen a otro que lo sustituya y creen que de ese modo han resuelto el problema. El Fiscal Supremo, recientemente elegido pero de larga y sinuosa trayectoria desde los tiempos de Nélida Colán, se aferra al cargo con uñas, dientes y mentiras. Todos ellos actúan como si la infección hubiera atacado solo a la cabeza y se niegan a ver la podredumbre del cuerpo judicial (con notables excepciones desde luego) y los problemas organizacionales, institucionales y de recursos que les impiden hacer justicia por igual a todos los peruanos en todo el territorio.

Lo que pasa en el Congreso es igualmente escandaloso. En un primer momento, la mayoría congresal se negó a ver la podre del CNM, del Poder Judicial y de la Fiscalía y quiso más bien matar al mensajero, pero fracasó. Ella invierte perversamente la realidad pues cree que el delito no consiste en cometerlo sino en grabarlo y difundirlo. Luego, empujada por Vizcarra y las protestas de la calle, se vio obligada, arrastrando los pies, a destituir a todos los miembros del CNM y a declararlo en emergencia, pero se niega a mirar la septicemia de los organismos judiciales y fiscales. Reduce el problema judicial al nombramiento, evaluación y ratificación de jueces y fiscales.

Vizcarra ha tomado algunas medidas (nombramiento de una comisión de notables e impulso a la destitución de los miembros del CNM) progresivas, pero muy limitadas si se tiene en cuenta la septicemia no solo del Poder Judicial sino de todos los poderes del Estado y de la crisis política general (el sistema político, el régimen político y el Estado). Su gesto más importante ha sido el aval a las protestas de la calle.

Los partidos en la práctica no existen. Sólo existen caudillos personalistas con pequeños entornos, algunos de ellos con decreciente gravitación política y otros y otras con un promisorio liderazgo en desarrollo. ¿Qué hacer cuando los actores institucionales son incapaces de enfrentar y resolver la septicemia moral y la crisis política generalizada del país?.  Convocar al soberano para que elija una Asamblea Constituyente.

Si el soberano no tiene la fuerza suficiente para desalojar a todos los poderes del Estado, se puede llegar al siguiente consenso: Elegir una Asamblea Constituyente que resuelva los graves problemas que los actores institucionales no pueden resolver coexistiendo con ellos, como ha sucedido en otros países.

 

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