Sinesio López Jiménez
Luego de los terremotos políticos del 21 (fracaso de la vacancia) y del 24 (indulto a AF) y de la réplica de la calle del 28 de Diciembre, el país vive una momentánea calma chicha. El Ejecutivo está paralizado y el Congreso hace la siesta. La política de las alturas guarda silencio y ahora comienza a escucharse el grito de los del medio (los jóvenes universitarios) y el murmullo de los de abajo. Los Becerriles, los Salaverrys, las Betetas ya no hieren los oídos y la inteligencia de la gente con sus tonterías y groserías y, gracias a ese silencio, se puede escuchar con nitidez la voz valiente y honesta de l@s jóvenes.
La parálisis política es, en realidad, desconcierto de sus principales protagonistas, de PPK y el gobierno y AF, del fujimorismo y el Congreso. La frustrada vacancia de PPK y el indulto de AF han generado un entrampe del que no saben cómo salir. El fracaso de la vacancia abrió un camino más o menos claro para PPK sobre lo que tenía que hacer, la agenda, los aliados, los adversarios y los enemigos, pero el indulto político a AF cerró ese camino y enturbió todo. El fujimorismo, en cambio, quedó malherido y dividido tanto por la frustrada vacancia como por el indulto.
La dificultad para salir del entrampe se explica, en gran medida, por la incapacidad política de PPK y de AF. PPK es un tecnócrata que opera sólo con la racionalidad instrumental. Para él las gentes son cosas y medios para conseguir determinados fines. Desconoce la racionalidad política, según la cual las gentes tienen derechos, ideas, creencias, valores, esto es, son personas y ciudadanos. AF está enfermo y quizá muy disminuido en sus capacidades que, incluso cuando gozaba de todas ellas, han sido sobredimensionadas y mitificadas. El refugio en la embajada de Japón cuando se produjo el contragolpe del general Salinas y el desconcierto que le produjeron la caída y la fuga de Montesinos nos muestran con claridad las limitaciones políticas de AF.
A la incapacidad política hay que añadir la pérdida de credibilidad tanto de PPK como de AF. Todo eso hace poco o nada viable una política de reconciliación e imposible un gabinete de reconciliación. A lo máximo, esta va a quedar reducida a la familia Fujimori y al fujimorismo y a las relaciones de ellos o parte de ellos (el albertismo-kenyismo) con PPK y con la élite tecnocrática y empresarial que lo acompaña. Con los otros actores políticos y sectores sociales, sobre todo con el antifujimorismo, la polarización será probablemente creciente.
El carácter limitado de la reconciliación permite predecir el sentido y los alcances de la agenda de gobierno en los tres años y medio que vienen, si PPK logra mantenerse en el poder. Volverán a ponerse a la orden del día el destrabe de las inversiones, las reformas neoliberales contra el trabajo, el extractivismo, el piloto automático. Adiós a la “revolución social” que anunció en el inicio de su gobierno.
¿Reemplazará al frustrado golpe parlamentario un golpe de la calle que grita que se vayan todos los políticos corruptos?. Difícil, pero no imposible.