Sinesio López Jiménez
Es un grito de guerra que se usa mucho en tiempos de corrupción. Todos lo repiten como loros, incluidos los corruptos. Entonces el grito de guerra se transforma en un barajo y pierde credibilidad y eficacia. La corrupción y los corruptos prostituyen también al lenguaje.
En realidad, la frase es ambigua y puede tener varios sentidos. Uno, que se hunda todo porque todo está podrido. Desde un punto de vista político, esta idea radical induce en nuestra circunstancia, no a la revolución (cuya posibilidad es muy remota), sino a la anarquía que es una salida posible cuando casi no hay Estado. Otro, que caigan el que y lo que tengan que caer. En términos políticos, esta idea más sensata, que supone que no todos los funcionarios, los políticos y los empresarios son corruptos ni todo está podrido, implica una reforma radical del conjunto de instituciones políticas y estatales. Sospecho que el sentimiento mayoritario se inclina aún por este segundo sentido.
¿Quiénes y qué cosas tienen que caer?. En primer lugar, tienen que caer los corruptos, sean estos funcionarios públicos o empresarios. Hasta ahora los empresarios están pasando piola con el cuento de que no sabían nada de la corrupción. ¿No se dieron cuenta acaso de que sus utilidades engordaban gracias a las sobreganancias que venían de la corrupción?
En segundo lugar, tienen que caer los funcionarios públicos corruptos de los gobiernos corruptos de los últimos 25 años, esto es, del fujimorismo, del toledismo, del aprismo y del humalismo. Los fujimoristas no pueden escudarse en el silencio de Barata sobre ellos, toda vez que se sabe que Odrebecht y otras empresas corruptas comenzaron a operar desde el 80 en adelante. El fujimorismo se equivoca si cree que la corrupción de los últimos tres gobiernos limpia la podredumbre moral del suyo propio.
En tercer lugar, tienen que caer los peces gordos (presidentes y ministros) de todos los gobiernos. No puede ser que los fiscales pesquen a las pirañitas de un gobierno y dejen escapar a los tiburones. Los funcionarios de menor nivel son operadores de los que, en el más alto nivel, arreglan normas, dispositivos y políticas y aprueban adendas, sobrecostos y subvaloraciones de los bienes públicos para beneficiar a los privados. Ya lo he dicho, los fiscales y los jueces tienen que fijarse no sólo en las coimas sino que tienen que examinar y evaluar también el marco normativo hecho expresamente para permitirlas.
En cuarto lugar, tienen que caer las organizaciones e instituciones políticas y estatales que permiten la corrupción y que, una vez que se produce, no la sancionan. No sólo están en cuestión los partidos personalistas, sino también el sistema electoral, el sistema de partidos y la forma de gobierno. No sólo están en cuestión los gobernantes corruptos sino también los organismos de control, corruptos o incapaces de controlar la corrupción, esto es, el Congreso, el Poder Judicial, la Contraloría y el CNM. Necesitamos un vigoroso sistema de partidos y un Estado fuerte con grandes capacidades para desempeñar bien las funciones que tiene.
En quinto lugar, tienen que caer las concepciones políticas que transforman los bienes públicos en negocios privados y que ponen al Estado al servicio, no de los ciudadanos, sino de los grandes intereses privados.