Sinesio López Jiménez
La corrupción nace de una relación perversa de los intereses privados con los asuntos públicos. Ella es la apropiación privada de lo público violando las normas que lo protegen. Ha existido siempre porque la existencia de la relación de lo público con lo privado es anti-diluviana.
Lo que ha cambiado es la forma de corrupción porque cambiantes son las relaciones público-privadas. En el mundo clásico, por ejemplo, la relación entre lo público y lo privado estaba territorializada (lo público estaba en la polis y lo privado en el oikos) mientras en el mundo moderno (desde la monarquía absoluta en adelante) está corporizado: una pequeña parte nuestra como individuos es pública (estatal) mientras la mayoría de nuestras actividades es privada (Koselleck).
En el mundo moderno, en el capitalismo especialmente, se ha desarrollado una relación estructural entre los intereses privados y los intereses públicos del Estado que puede ser una fuente de corrupción. Sin promoción de la acumulación y sin seguridad jurídica que ofrece el Estado no hay capitalismo y sin los impuestos que vienen de los privados no hay Estado moderno (Kintze, Offe etc).
En los países poco desarrollados como los nuestros, esta diferenciación estructural es borrosa y se presta, por un lado, a la permanente injerencia de los intereses privados en las políticas públicas del Estado para beneficio propio y, por otra, a la apropiación privada de los bienes públicos por parte de los funcionarios del Estado. Tanto lo uno como lo otro son corrupción. En los países de AL ella es endémica. Se da en todos tiempos, en todos los regímenes políticos, en todos los gobiernos, en unos más que otros, pero es algo generalizado. Es un escándalo cuando la corrupción se produce en grande en una situación de inflación (García en su primer gobierno) o en una situación recesión (Fujimori al final de su gobierno).
La corrupción, aunque sea enorme, puede pasar piola en tiempos de boom de las exportaciones. Pocos se escandalizan. Todos ganan, unos más que otros, pero todos se sienten más o menos bien. Esos son los tiempos propicios para el desarrollo de la cultura permisiva con la corrupción. No importa que el gobierno robe con tal que haga obra que me favorece. La cosa cambia cuando se acaba el boom y llega el tiempo de las vacas flacas. Entonces la corrupción presente o pasada se vuelve más visible y más escandalosa. Es lo que está pasando ahora en el Perú y en AL.
Es cierto también que en los tiempos de boom la corrupción es realmente mayor. El Estado obtiene más recursos, las empresas pueden obtener más beneficios si entran en contubernio con los presidentes y los funcionarios del Estado (sobrevalorando las obras que construyen, pagando menos impuestos, repartiendo más coimas, etc) y estos pueden robar más. Los presidentes se vuelven odriistas (hechos y no palabras) y prefieren las obras faraónicas en lugar de gastar en la gente a través de políticas sociales. La construcción de bienes públicos y de elefantes blancos se transforma en negociazos privados de las empresas y de los funcionarios corruptos.