Sinesio López Jiménez
¿En qué ha cambiado el Perú en los primeros cien días del gobierno de PPK?. Objetivamente en nada, subjetivamente en algo. Nadie esperaba grandes cambios con el triunfo de un hombre de derecha, con un entorno central pituco, con operadores políticos de dudosa procedencia y con un gabinete de cierta calidad. Lo que la mayoría de la gente esperaba es que sea un gobierno decente y eficiente. Esto ya está en duda hoy.
Para la mitad de los peruanos (que cultiva diversos grados de antifujimorismo) PPK era un alivio ante el posible triunfo de KF. Si hubiera triunfado KF tampoco se hubieran producido grandes cambios en los cien primeros días. Quizá algunas medidas populistas, pero nada espectacular. FP es un movimiento popular de derecha con un entorno en el que hay de todo: empresarios, profesionales y dirigentes acusados de lavar activos.
Debido al populismo desbocado del primer gobierno de García y al terrorismo de Sendero Luminoso, del MRTA y del Estado, el Perú se ha convertido en uno de los países más conservadores de AL en el que coexisten sectores sociales impacientes que quieren grandes cambios y que votaron en las últimas elecciones por Verónica y por Goyo. Si no se pierde en el camino, el FA puede convertirse en una alternativa que dispute con el fujimorismo el control de los gobiernos regionales y locales en el 2018 y la Presidencia la Republica en el 2021.
En estos cien primeros días hemos visto de todo en el campo de la política. Un estilo político sencillo y nada solemne del Presidente, aceptado por la mayoría de la gente. Los sueños de un buen discurso presidencial el 28 de Julio y la dura realidad del presupuesto que hace inalcanzables esos sueños. Negociaciones y tensiones entre PPK y FP que produjeron un cierto desgaste en el fujimorismo y que terminaron dando luz verde al voto de investidura del gabinete y a la delegación de facultades legislativas al Ejecutivo. Las debilidades, tensiones y desacuerdos que atraviesan a las diversas organizaciones políticas y a los distintos grupos parlamentarios cuya disciplina y unidad el fujimorismo trata de mantener mediante una discutible ley contra el transfuguismo.
En estos cien días hemos tenido los primeros conflictos sociales de envergadura: el de las etnias de la selva contra el derrame de petróleo y el minero de Bambas en Apurímac. En ellos se ha visto la fuerza de los sectores sociales que enfrentan a empresas estratégicas, los extraños convenios entre la policía y las empresas y las dificultades del gobierno para encontrar una salida política que permita una coexistencia pacífica entre las fuerzas en conflicto. El diálogo es fructífero si acompaña una política en el que todos ganan.
Lo más bochornoso de los cien primeros días es el estallido de la corrupción en la cúspide del gobierno que venía predicando transparencia y honestidad en el manejo de la cosa pública. La respuesta del gobierno ha sido la dación de un decreto-ley que establece la muerte civil de los corruptos. Se espera que esta alcance también a los corruptores porque, como lo ha recordado El Comercio, la corrupción es un baile entre dos. El escándalo, desde luego, ha producido los primeros estragos en la aprobación ciudadana del Presidente.
Los problemas del Perú son estructurales y no sólo de forma y maquillaje para la foto o maquinadas entrevistas, y en tanto sigamos con polìticas cortoplacistas e inmediatistas, no abordando los temas de fondo, la gran caldera social seguirà en ebullición hasta el momento final de su explosión.