EL DESEO DE UN ESTADO FUERTE

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                                   Sinesio López Jiménez

En su primera visita como presidente a las regiones, PPK ha reclamado la necesidad de un Estado fuerte para realizar lo que él ha llamado la “revolución social” que no es otra cosa que la demanda de extensión universal de los derechos sociales a todos los ciudadanos: educación pública de calidad, salud pública de calidad, agua y desagüe para todos, etc. ¿Qué dirán de esto nuestros neoliberales criollos y primitivos que se quedaron en el obsoleto consenso de Washington?.

La necesidad de un Estado fuerte implica una revolución política y estatal porque de lo que se trata es de generar las capacidades necesarias (organizativas, institucionales, burocráticas, meritocráticas) del Estado para que este pueda desempeñar bien las diversas funciones (monopolio de la fuerza, dación y vigencia de la ley, administración pública, seguridad ciudadana, provisión de bienes públicos [educación, salud, seguridad, justicia, etc], penetración estatal en la población y en el territorio que ocupa, extracción de recursos de su población y gestión de las políticas públicas) que tiene. La estatalidad tiene, pues, dos dimensiones (las funciones y las capacidades) que es necesario diferenciar con claridad.

Casi todos los estados tienen las mismas funciones, pero no todos tienen las mismas capacidades. Algunos Estados (USA) tienen pocas funciones pero cuentan con muchas capacidades, otros (los estados europeos) tienen muchas funciones y muchas capacidades y la mayoría de los estados post-coloniales (Perú entre ellos) tienen muchas funciones pero pocas capacidades (Fukuyama, 2004). El desarrollo de las funciones es producto de la formación de los Estados, pero las capacidades son el resultado de un proyecto político de construcción de un Estado fuerte que impulse y acompañe el desarrollo económico y el bienestar de la gente (Centeno, Soifer, 2015). Michael Mann (1986) llama a las funciones, poder despótico y a las capacidades, poder infraestructural. En 1930 Gramsci llamó a las primeras Estado económico-corporativo y a las segundas, Estado Hegemónico.

En su excelente libro State building in Latin America (2015), Soifer sugiere, para entender los estados latinoamericanos, desplegar una política comparada en tres niveles: el primero, intercontinental entre Europa y AL; el segundo, entre los Estados dentro de AL; y el tercero, entre las diversas regiones del territorio que ocupa un Estado. En este último se trata de analizar el diverso grado de penetración del Estado en la población y en el territorio. Se trata de examinar la construcción del Estado hacia adentro. La tesis de Soifer en este nivel es muy sugerente: Cuando la construcción del Estado se apoya en los deployed (funcionarios destacados) tiene éxito, pero fracasa cuando se apoya en los delegated (funcionarios locales).

En una investigación en curso algunos profesores de la Escuela de Gobierno y Políticas públicas de la PUCP (López, Magallanes, Incio y Cruz) hemos avanzado una primera construcción de los mapas de la desigual distribución de las funciones y las capacidades del Estado en el territorio peruano dentro de una investigación mayor: Estado y democracia en el nivel subnacional.  En la próxima columna haré algunos comentarios.

 

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