Sinesio López Jiménez
“Quiero decir que yo he sufrido y he cargado una mochila muy grande por errores de terceros…y jamás permitiré que mis hijas carguen la mochila que yo he cargado durante tantos años”. Así concluyó con tono dramático Keiko Fujimori su exposición sobre la corrupción en el Perú organizado por Proética en la Universidad del Pacífico.
Keiko comete varias falacias con la finalidad de soslayar su responsabilidad en el gobierno de su padre. En primer lugar, la mochila no es de terceros lejanos sino de su padre, del cual fue su primera dama, luego de haber desbarrancado a su madre de ese cargo oficioso. En segundo lugar, esa mochila no contiene errores sino crímenes de lesa humanidad y corrupción en grande (en eso tiene razón), nunca vista en la historia del Perú. En tercer lugar, Keiko participó en el llenado de esa mochila en un caso como cómplice y en otro como autora.
Montesinos mismo ha declarado que él le entregaba cada cierto tiempo una cantidad de dinero para que pague sus estudios y los de sus hermanos en algunas universidades norteamericanas. Este hecho ha sido judicializado, pero los fiscales y los jueces la han blindado. Lo mismo ha hecho el Congreso anterior y el actual gracias al fujimorismo y al aprismo, su aliado.
Es necesario analizar detalladamente la mochila de los Fujimori para entender a cabalidad la corrupción en el Perú. Ella es una especie de laboratorio que contiene en forma desarrollada todos los elementos que componen el fenómeno de la corrupción. En primer lugar, el gobierno de Fujimori fue controlado por una mafia dirigida por el mismo Fujimori, por Vladimiro Montesinos y por la cúpula militar. Luego del autogolpe organizó un gobierno autoritario para cubrir con un velo de ignorancia los crímenes y la corrupción. Esta era dirigida desde la cúpula del gobierno autoritario.
En segundo lugar, fue un gobierno sin transparencia tanto en la toma de decisiones como en la aplicación de las políticas públicas. En segundo lugar, las compras públicas, las licitaciones y las privatizaciones se realizaron sin reglas claras y sin rendición de cuentas. En tercer lugar, una parte significativa del abultado monto de las privatizaciones (más de 6 mil millones de dólares) fue robado por la mafia gubernamental. En cuarto lugar, el narcotráfico penetró las diversas instancias del gobierno y del Estado, comenzando por la cúpula.
En quinto lugar, el gobierno capturó con métodos mafiosos a los diversos organismos de control (al Congreso, al Poder Judicial, a la Fiscalía, a la Contraloría, al entonces Tribunal Constitucional) para tener las manos libres en la comisión de crímenes y delitos de corrupción. En sexto lugar, el gobierno sobornó con millones de dólares a los dueños de los medios y a algunos periodistas y les compró su línea editorial y su silencio. En sétimo lugar, reforzó con sus actos la cultura permisiva de la corrupción. El dicho “que robe con tal que haga obra” se convirtió en moneda corriente.
El gobierno de transición de Paniagua acabó con el festín fujimorista de la corrupción. Fujimori, Montesinos y casi toda la cúpula militar están presos. Algunos, como parte de la familia Fujimori, se escaparon y permanecen fugitivos. Otros tratan de burlar a la justicia gracias a los fiscales y a los jueces corruptos. Los gobiernos posteriores, lejos de combatirla, armaron su propia mochila y han sido acusados y denunciados en los tribunales de justicia.
Creo que la “mochila” que keiko quiere hacer pasar por una pesada cruz, es en verdad una terrible CAJA DE PANDORA, de donde cada cierto tiempo aparecen impunes hechos de corrupción; no sólo vinculada con los múltiples delitos del padre con quien CO GOBERNO, ni con los narco hallazgos del gran hermano; sino por “los grandes desbalances” que registran muchas de sus colegas y de sus correligionarias (os). Festín que pretende encubrirse con la complicidad de empresarios mediàticos y “otorongos que no comen otorongos”.