Sinesio López Jménez
En el avance electoral de Acuña hay algo de justicia divina. Es David que vuelve a derrotar a Goliat. Parece que la misión de Acuña es hacer llorar a García. Ya lo hizo cuando fue elegido alcalde de Trujillo, el histórico bastión del Apra. El propio líder aprista lo ha declarado en público. Por eso la primicia de las encuestas no es tanto que Acuña avanza del quinto al tercer lugar en la carrera electoral como que ha desplazado a García.
Acuña ha construido su propia leyenda. Se presenta como alguien que emerge de la pobreza rural, de un padre con poco nivel de educación y de una madre analfabeta, pero que ha triunfado gracias a la educación. Se cuida de decir que en esta pequeña historia alude, no a la calidad de la educación que ha enriquecido su espíritu, sino a la educación como negocio que le ha permitido tener “plata como cancha”.
Como todo migrante exitoso, Acuña es un personaje complejo. Tiene un lado claro y otro oscuro. En un país de cachueleros, Acuña aparece como el informal exitoso en el que el 75% de los peruanos informales quisiera verse reflejado. En un país centralista, Acuña representa la reivindicación de la provincia olvidada frente a Lima. Como migrante exitoso ha logrado superar muchas dificultades y adversidades.
Acuña tiene también su lado turbio. La educación para él no es una forma de cultivar la mente de la gente sino un buen negocio. Acuña no presta atención a la mente sino al bolsillo de la gente. Sus universidades no son dechados de virtudes académicas, sino todo lo contrario. No tienen una planta de profesores a tiempo completo de alta calidad (doctores) como exige la ley universitaria. No cuenta con laboratorios, bibliotecas y un equipamiento logístico necesario para impartir una buena educación. Sorprenden, sin embargo, sus buenos locales que están en contradicción con la falta calidad educativa de las mismas. Ellas, sin embargo, satisfacen el acariciado sueño del cartón profesional y el arribismo de la clase media emergente.
Sus universidades son la plataforma de sus apuestas políticas. ¿En qué consisten estas?. No las sabemos, pero las podemos adivinar: un nuevo negocio. Gracias a la plata como cancha, Acuña despliega una agresiva política clientelista: coopta cuadros independientes o de otros “partidos”, financia campañas, compra votos. Tiene muchos recursos con los que puede financiar una costosa campaña electoral.
Hay varias preguntas que formular a propósito del avance electoral de Acuña: ¿Es consistente este avance o es un pequeño hipo que se va a evaporar?. ¿Es capaz Acuña para mantener el ascenso en forma sostenida?. ¿Tiene capacidad política para sostenerlo?. ¿Logrará representar a casi la mitad de los peruanos que no se sienten representados por los candidatos del establisment?.
Mi hipótesis es que Acuña carece de las capacidades para mantener el avance y para ir por PPK y por Keiko Fujimori. Por lo que ha hecho hasta ahora y por lo sabemos, Acuña no se diferencia sustantivamente de los candidatos de la derecha. En términos programáticos es más de lo mismo. Es probable que el avance de Acuña abra las puertas a un nuevo escenario electoral y a un nuevo candidato (que no es él) que acabe con la tranquilidad del establisment.