Archivo por meses: noviembre 2015

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO

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Sinesio López Jiménez
La izquierda la tiene difícil, pero no todo está perdido. Aún puede recuperar el tiempo perdido en el sentido de corregir los errores del pasado que la están conduciendo a la irrelevancia política. Sólo en ese sentido (de corregir los errores) porque el tiempo político, a diferencia de los tiempos económicos y sociales, no se puede recuperar. Las coyunturas políticas pasadas, que ofrecieron a las izquierdas oportunidades para actuar con éxito, ya no pueden volver.

Ante la podredumbre moral de los líderes de la derecha y ante la ceguera estúpida de los líderes de la izquierda, avanza un iletrado que ha hecho de la educación un pingue negocio. Viene de abajo, pero es lo mismo que los de arriba. Para recuperar el tiempo perdido y avanzar en la jungla electoral, la izquierda tendría que realizar algunas tareas como las que siguen:

1. Concretar un acuerdo electoral para tener una plancha única, un solo programa y una sola estrategia electoral. La izquierda necesita una candidatura única, combativa, popular y creíble en la que se reconozcan todos los descontentos con el establisment neoliberal. La izquierda no puede darse el lujo de la fragmentación como las derechas que tienen recursos abundantes, líderes conocidos y todo el apoyo de los medios concentrados.

2. Establecer la polarización política derecha-izquierda planteando los problemas de fondo del país: el modelo de desarrollo, la refundación del Estado, la desigualdad, la informalidad social, la consolidación de la democracia y de sus instituciones, la globalización y sus desafíos, la multiculturalidad y la corrupción. Hay que traer a la conciencia y experiencia de la gente y a la superficie política estos problemas de fondo para disipar la falsa polarización política entre las derechas.

3. Reavivar la polarización social entre los poderes fácticos y los movimientos sociales contestatarios. El modelo neoliberal fue impuesto por los poderes fácticos nacionales e internacionales (con la anuencia del poder oficial) y ha sido resistido con eficacia por el veto de los movimientos populares y socio-ambientales (el arequipazo, el baguazo, el congazo, el de Tía María, etc). Hay que pasar de la protesta a la propuesta de un desarrollo alternativo viable.

4. Ocupar el espacio sociopolítico de centro-izquierda para evitar su colonización por las derechas y por el arribismo sin banderas. Eso requiere una buena candidatura única y creíble, un programa alternativo al de las derechas, una campaña electoral imaginativa y eficaz que conecte a la izquierda con las masas contestarías del país.

5. Recuperar la calle como espacio político del pueblo y de la izquierda y producir acontecimientos políticos que los medios concentrados no puedan silenciar.

6. Enviar a todos los cuadros de la izquierda a los barrios populares, al campo y a las universidades a hacer campaña electoral. Si se suman todos los cuadros dispersos de las izquierdas forman un ejército de combate nada desdeñable para la campaña electoral.

7. Buscar los recursos económicos necesarios para la campaña electoral y para hacerse presente también en los grandes medios.

8. Organizar redes con las radios de regiones y provincias y con la prensa popular y progresista.

9. Organizar un equipo tecnopolítico de las izquierdas y del progresismo para concretar el programa general y para el debate público con los equipos de las derechas neoliberales.

UN PLEITO DE BLANCOS

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Sinesio Lopez Jiménez
Hasta ahora la pugna electoral es un pleito de blancos. La llegada de Acuña a la cancha grande no cambia el color de la escena. Los principales protagonistas son los líderes de la derecha que ya han gobernado el país. Los líderes de centro y de izquierda están jugando en cancha chica, pese a que su escenario social es muy ancho, y están permitiendo que este espacio sea colonizado por las derechas. Sin embargo, más del 30% de los ciudadanos sigue resistiendo a las candidaturas de la derecha. Existe una contradicción evidente entre el escenario político de derecha y un escenario social de centro-izquierda que no encuentra aún al candidato que lo represente.

Eso explica el esfuerzo de los candidatos de las derechas por presentarse con un ropaje de izquierda o progresista. Keiko quiere cambiar de piel, tomar distancia de su padre y ponerse el disfraz de caviar. García reivindica experiencia, liderazgo y promete resolver los ancestrales problemas del país con “nuevas propuestas” como si nunca hubiera gobernado y fracasado. PPK, un hombre que ha participado en varios gobiernos del pasado y es un operador del establisment financiero nacional e internacional, quiere aparecer hoy como un hombre progresista. Eso explica también los jales que están haciendo las derechas de algunos líderes que en algún momento de su vida política pasaron por la izquierda. Keiko, PPK y Acuña son los más empeñosos en cooptar a algunos personajes que vienen de la izquierda para darle un color rosado a su opción política conservadora.

La polarización política y electoral se desarrolla entre las derechas y no entre estas y las izquierdas. Esto la hace falaz y superficial porque no se discuten los problemas de fondo (el modelo de desarrollo, la refundación del Estado, la desigualdad, la consolidación de la democracia y de sus instituciones, la globalización y sus desafíos, la multiculturalidad, la corrupción). En estos temas las derechas están de acuerdo en la forma de enfrentarlos y resolverlos. Su polarización se organización en torno a temas de segundo orden o banales como el supuesto chavismo in pectore de Humala o la exageración de las diferencias con las políticas económicas del gobierno cuando, en la práctica, son las mismas, o las famosas agendas de Nadine.

La polarización es sólo política y no llega a ser social, pese a los problemas de empleo, de ingresos, de financiamiento de las políticas sociales, de recentralización política y fiscal. La emergencia de una polarización social podría dar vida y base material a la polarización entre la izquierda y la derecha. Si la desaceleración económica se profundiza y se acelera, ella podría impulsar la polarización social, redefinir la polarización política y tener un impacto importante en el escenario electoral.

El escenario de derecha, sin centro y casi sin izquierda (hasta ahora) ha sido trabajado a pulso por las derechas políticas y, especialmente, por los medios concentrados con la colaboración inconsciente (consciente según Carlos Bedoya) de algunos líderes de centro y de la izquierda. ¿Podrán los líderes de la izquierda (y del centro) frenar sus ambiciones desmedidas, superar su miopía intelectual y recuperar la racionalidad política para llegar a un acuerdo electoral que les permita tener una buena candidatura unitaria con un programa único?. Aunque el tiempo juega en contra, este es el urgente desafío que tienen que enfrentar y resolver.

ACUÑA

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Sinesio López Jménez
En el avance electoral de Acuña hay algo de justicia divina. Es David que vuelve a derrotar a Goliat. Parece que la misión de Acuña es hacer llorar a García. Ya lo hizo cuando fue elegido alcalde de Trujillo, el histórico bastión del Apra. El propio líder aprista lo ha declarado en público. Por eso la primicia de las encuestas no es tanto que Acuña avanza del quinto al tercer lugar en la carrera electoral como que ha desplazado a García.

Acuña ha construido su propia leyenda. Se presenta como alguien que emerge de la pobreza rural, de un padre con poco nivel de educación y de una madre analfabeta, pero que ha triunfado gracias a la educación. Se cuida de decir que en esta pequeña historia alude, no a la calidad de la educación que ha enriquecido su espíritu, sino a la educación como negocio que le ha permitido tener “plata como cancha”.

Como todo migrante exitoso, Acuña es un personaje complejo. Tiene un lado claro y otro oscuro. En un país de cachueleros, Acuña aparece como el informal exitoso en el que el 75% de los peruanos informales quisiera verse reflejado. En un país centralista, Acuña representa la reivindicación de la provincia olvidada frente a Lima. Como migrante exitoso ha logrado superar muchas dificultades y adversidades.

Acuña tiene también su lado turbio. La educación para él no es una forma de cultivar la mente de la gente sino un buen negocio. Acuña no presta atención a la mente sino al bolsillo de la gente. Sus universidades no son dechados de virtudes académicas, sino todo lo contrario. No tienen una planta de profesores a tiempo completo de alta calidad (doctores) como exige la ley universitaria. No cuenta con laboratorios, bibliotecas y un equipamiento logístico necesario para impartir una buena educación. Sorprenden, sin embargo, sus buenos locales que están en contradicción con la falta calidad educativa de las mismas. Ellas, sin embargo, satisfacen el acariciado sueño del cartón profesional y el arribismo de la clase media emergente.

Sus universidades son la plataforma de sus apuestas políticas. ¿En qué consisten estas?. No las sabemos, pero las podemos adivinar: un nuevo negocio. Gracias a la plata como cancha, Acuña despliega una agresiva política clientelista: coopta cuadros independientes o de otros “partidos”, financia campañas, compra votos. Tiene muchos recursos con los que puede financiar una costosa campaña electoral.

Hay varias preguntas que formular a propósito del avance electoral de Acuña: ¿Es consistente este avance o es un pequeño hipo que se va a evaporar?. ¿Es capaz Acuña para mantener el ascenso en forma sostenida?. ¿Tiene capacidad política para sostenerlo?. ¿Logrará representar a casi la mitad de los peruanos que no se sienten representados por los candidatos del establisment?.

Mi hipótesis es que Acuña carece de las capacidades para mantener el avance y para ir por PPK y por Keiko Fujimori. Por lo que ha hecho hasta ahora y por lo sabemos, Acuña no se diferencia sustantivamente de los candidatos de la derecha. En términos programáticos es más de lo mismo. Es probable que el avance de Acuña abra las puertas a un nuevo escenario electoral y a un nuevo candidato (que no es él) que acabe con la tranquilidad del establisment.

ACLARANDO EL PANORAMA

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Sinesio López Jiménez
Es una ironía de la historia que los herederos de la derecha oligárquica y de la actual derecha neoliberal se autoproclamen demócratas y se autoerijan en aduaneros del pensamiento democrático y en un jurado severo que califica quien es demócrata y quien no lo es. No tienen pergaminos para eso, pero lo hacen. Para ir más allá del anatema y para iniciar una discusión basada en fundamentos teóricos de las tradiciones democráticas, sugiero algunas ideas iniciales sobre el tema.

Desde una perspectiva procedimental la democracia es un conjunto de reglas y procedimientos tanto para acceder al gobierno como para dirigirlo y gestionarlo en su relación con la sociedad y los ciudadanos. Las reglas para acceder al gobierno se expresan en el sistema electoral que, para resumirlo, se condensa en el acto del sufragio y en el proceso electoral. El debate actual se centra, no en el primero, sino en el segundo, en su institucionalidad, equidad y competitividad, esto es, en el carácter justo o injusto del proceso electoral. La dificultad proviene del hecho que ni la academia ni la política han logrado establecer el nivel de injusticia a partir del cual un proceso electoral injusto puede ser considerado ilegítimo y no otorga, por consiguiente, el derecho a gobernar.

Las reglas y procedimientos de dirección y gestión del gobierno y del Estado dependen de la forma de gobierno (presidencialismo, parlamentarismo, semipresidencialismo). El presidencialismo parlamentarizado del Perú tiene un presidente que es jefe de Estado y jefe de gobierno, cuenta con una división de poderes enturbiada por interferencias parlamentarias que afectan la gobernabilidad, se somete al dominio de la ley en el que enmarca sus decisiones y sus acciones para que sean legítimas, reconoce y respeta los derechos de los ciudadanos como legítimos titulares del poder. Pese a todo esto, es frecuente en AL elegir presidentes democráticos para que nos gobiernen dictadores bajo un ropaje democrático.

Fue el gran sociólogo alemán Max Weber el que definió la democracia como un procedimiento o un método para elegir a los gobernantes y convirtió al ciudadano en un mero elector. Pero fue Schumpeter el que extremó la democracia procedimental al definirla como “libre competición por un voto libre” y como un método a través del cual las élites se hacen elegir por los ciudadanos convirtiendo a éstos, no en electores, sino en meros votos.

La democracia procedimental es, sin embargo, insuficiente para las clases populares y para la izquierda que demandan, no sólo procedimientos, sino también bienestar, igualdad, equidad e inclusión, esto es, una democracia procedimental y sustantiva. Los procedimientos que nada tienen que ver con el bienestar de las mayorías genera en éstas desafección con la democracia. Robert Dahl, un destacado teórico del pluralismo que nada tuvo que ver con la izquierda, sostuvo que el proceso y la sustancia de la democracia no pueden estar realmente separados: “el proceso democrático no sólo es esencial para el derecho de la gente a gobernarse a sí misma sino que es en sí mismo un rico conjunto de bienes sustantivos”. Es quizás por esta razón que Dahl, cuando aborda los casos de la vida real, prefiere referirse, no a “democracias” ideales, sino a las “poliarquías”. Estamos frente a la democracia procesal.