Sinesio Lópe Jiménez
Los medios concentrados no quieren ser el cuarto poder del Estado sino el primero. Más aún: Quieren el poder total. No sólo quieren influir en lo que la gente hace, sino que también pretenden imponer la agenda política y controlar sus deseos, ideas y creencias. El que controla la conciencia de la gente, ha dicho Manuel Castells (el más destacado teórico de la sociedad de la información), controla el poder.
Como los medios de la derecha no lograron imponer a su candidata favorita (Fujimori) en el 2011 pasaron de la concertación a la concentración mediática. No querían ni quieren volver a pasar por el susto de un nuevo candidato antisistema triunfante. Pero tanto la prensa concertada como la concentrada han logrado domesticar al elegido presidente, supuestamente antisistema a punta de periodicazos. Así han venido manejándolo hasta ahora, especialmente en los momentos que Humala pretendía resolver algunos problemas del gobierno con cierta autonomía.
En el campo electoral, la primera prueba de los medios concentrados ha sido el reciente proceso electoral regional y local. Su objetivo central era acabar con la izquierda, pero sólo logró parcialmente su objetivo con la colaboración de algunos izquierdistas que apostaron a la división y a la fragmentación partidaria. La segunda prueba será el proceso electoral del 2016 en que busca eliminar no sólo al candidato de la izquierda, sino también a los de centro (Toledo y el candidato del humalismo) para imponer a sus favoritos de derecha.
La campaña contra Toledo y contra Humala y su gobierno, basada en acusaciones relativamente fundadas de corrupción, constituye un ensayo de la prueba de fuego que los medios concentrados enfrentarán el 2016. Raúl Wiener (Diario UNO, 8/12/14) ha mostrado con agudeza como operan los medios concentrados en esta campaña: primero, los destapes en la TV concentrada sobre la corrupción de Humala; luego, sus mastines de la prensa los elevan a la categoría de escándalo durante varios días; después entran los medios aliados, especialmente la cadena de radios más poderosa y otros canales de TV y, finalmente, el buque insignia de la concentración mediática (El Comercio) le da el toque seriedad con grandes titulares y con sesudos editoriales.
Gracias a las denuncias de la corrupción de Toledo y Humala desaparecen como por encanto los petroaudios, los narcoindultos y todas las acusaciones probadas o prescritas de corrupción de los corruptos mayores (Fujimori y García). Pasada la campaña entra concertadamente la encuestadora favorita, Ipsos, a contar los muertos y heridos luego de la demolición de Toledo y Humala y del blanqueo de Fujimori y García. Es sólo una operación de conteo porque la operación de repaso la hacen los medios concentrados cuando manipulan los datos de la encuesta con grandes titulares como este: “El 82% que conoce el caso del caso Figallo cree que debe irse” (El Comercio, 14/12/14).
Sucede, sin embargo, que los que conocen el caso Belaúnde Lossio, llegan solo al 38%. El 82% se convierte entonces en el 31% de los encuestados. La presentación de los datos de la encuesta por el decano aumenta el número de muertos y heridos que su agresiva campaña de demolición no pudo producir.