Sinesio López Jiménez
La economía peruana va viento en popa, la sociedad está mejorando gracias al crecimiento de las clases medias, pero la política y el Estado son un desastre. Esta es la imagen del país que difunden los medios de derecha, los poderes fácticos y los intelectuales complacientes con el establishment. ¿Es real esta imagen o es una visión edulcorada de la realidad?. Los analistas difieren, según las perspectivas teóricas e ideológicas que asumen, especialmente en lo que se refiere a la economía y a la sociedad. Coinciden, sin embargo, en el análisis crítico y en la evaluación negativa de la política y del Estado.
Los economistas críticos subrayan los límites del modelo extractivista de minerales e hidrocarburos: “Entre los principales procesos malignos algunos son exógenos, como la exagerada volatilidad de los precios internacionales de las commodities. Pero la mayoría son endógenos al modelo y de los que resulta complejo escapar: la enfermedad holandesa por efecto de la sobrevaluación del tipo de cambio doméstico; la desnacionalización de la economía y la dependencia de la inversión extranjera; la creciente concentración de la riqueza; el “efecto voracidad” y los conflictos sociales ligados a la propiedad, a la distribución de los impuestos derivados de la actividad extractiva y a los relacionados con el medio ambiente (…); la cooptación del gobierno por parte de los exportadores primarios y los organismos internacionales” (Jurgen Schuldt, Hildebrandt en sus trece, N° 198).
A estas fallas del modelo se añade su poca capacidad de generar empleos: “La consultora Downing Teal (2013) ha informado que completando todo el programa de inversión (en el sector minero), este (el empleo) se elevaría de 217,000 trabajadores a 267,000 en 2020. Estamos hablando de 50,000 empleos…Estas cifras no consideran los empleos durante la etapa de construcción que se imputan a ese sector y los empleos indirectos que podrían, durante la fase operativa, ser como máximo iguales a los empleos directos. La generación de empleo permanente directo requeriría en la zona sur del país de una inversión de US$ 2.6 millones por trabajador. Esta cifra es 10 veces superior a la que se necesitaría en una industria manufacturera cualquiera y 100 veces superior al de una pequeña empresa del sector agroindustrial… Optimistamente toda la cartera de proyectos de inversión podría generar 100,000 empleos directos e indirectos equivalente a la tercera parte de las necesidades anuales del país” (Germán Alarco, La Primera, 11/04/14).
Se calcula que el sector empresarial moderno (más de 200 trabajadores) absorbe el 10% de la PEA, que la pequeña y mediana empresa generan otro 10% de empleo y que el resto (80%) es informal (Villarán, exposición ante el CEPLAN, Febrero de 2012). Villarán contrasta esta estructura laboral con la de USA en la que el 50% de la PEA trabaja en empresas de más de 500 trabajadores, el 14% en empresas entre 100 y 499 trabajadores, 18% entre 20 y 99 trabajadores y sólo 18% en empresas de menos de 20 trabajadores. Por el INEI sabemos ahora que el 88.7 % de los informales peruanos trabajan en unidades productivas de 1 a 2 trabajadores y que el 19% del PBI proviene del sector informal. ¿Dónde está la clase media que algunos estudios hacen llegar al 70% de la PEA y otros, menos optimistas, al 40%?.
En realidad, se trata de dorar la píldora, de sostener que el modelo neoliberal es exitoso no sólo en sus altas tasas de crecimiento, sino también en los cambios positivos en la estructura social. A través de la informalidad, sin embargo, la gente inventa su propio trabajo que el sistema productivo moderno es incapaz de darle. Es una válvula de escape del sistema en apuros. Ella es un mundo volátil que tiene profundas repercusiones en la economía, en la sociedad, en la política y en la cultura del país.
Hay que mantener en la colonia del Perú la ilusa "teoría de la dependencia"; sin embargo, sin ninguna propaganda de las generosas trasnacionales, la economía boliviana crecerà màs de 6,7% y con desarrollo social y tecnológico.