Sinesio López Jiménez
Las guerras de Venezuela no han terminado aún, pero es posible hacer ya algunos balances provisorios en los diversos campos que se libra. En el campo sociopolítico se ha producido un práctico empate entre el chavismo y el antichavismo. Como afirma Steven Levitsky, Maduro ya ha perdido la mayoría que respaldaba a Chávez, pero la oposición todavía no la ha ganado (La República, 02/03/14). En el campo militar no se ha librado una guerra, pero es evidente que la correlación es aplastantemente favorable al gobierno chavista. La guerra económica engorda a las filas de la oposición venezolana y adelgaza a las del chavismo. En el campo mediático, la oposición antichavista ha fracasado en el objetivo de desbarrancar a Maduro, pese a que consiguió alinear a casi todos los medios de la derecha latinoamericana y a la misma CNN que encabezó la pelea.
En el campo diplomático, el fracaso de la oposición anti-chavista ha sido total. Ni la OEA, ni los organismos internacionales de América Latina (CONASUR, MERCOSUR, Pacto del Pacífico, Comunidad Andina) se han pronunciado a favor o en contra de ninguna de las partes en conflicto. No ha habido condena alguna, pero han invocado el dialogo para el logro de la paz. “Que nadie espere de la OEA- ha escrito José Miguel Insulza (El Comercio, 24/02/14)- que emita condenas, que ahonde la división o que rechace la protesta legítima. Se puede esperar de nosotros una defensa incondicional de los derechos humanos …Pero no que califiquemos al gobierno de “dictadura” ni a la oposición de “fascista”, porque ese es un lenguaje de odio inútil”.
El motor central de las guerras venezolanas es la polarización sociopolítica que imprime una alta intensidad a los diversos tipos de conflictos y una gran velocidad al tiempo y a los acontecimientos de la política y que, por eso mismo, bloquea el diálogo y el acuerdo entre las partes. Una salida en esta dirección puede provenir de un organismo internacional aceptado por las partes en conflicto. “La palabra “victoria”- ha dicho el mismo Insulza- suena más heroica que “acuerdo”. Pero el acuerdo es hoy el único camino posible”. El combustible de ese motor bélico es la guerra económica, por lo que el gobierno de Maduro se va ver obligado a aplicar algunas medidas de ajuste para aliviar la desastrosa situación económica en el corto plazo y a redefinir su modelo de desarrollo en el largo plazo.
Las derechas latinoamericanas creían que bastaba una gran movilización de masas de clase media en Venezuela, respaldada por una ofensiva mundial de los medios de derecha y el pronunciamiento condenatorio de los países latinoamericanos por separado y de la OEA como representante de todos ellos para que el gobierno de Maduro colapsara. Se equivocaron. Hicieron un mal diagnóstico de la situación venezolana. Subestimaron al gobierno chavista y sobreestimaron a las tendencias golpistas de la oposición antichavista. Se negaron a ver un golpe tras las movilizaciones de algunos sectores opositores y las percibieron más bien como legítimas para echarse abajo a una dictadura.
Las protestas son legítimas y tienen que ser respetadas por todos los gobiernos democráticos. Pero una movilización golpista no es legítima y una democracia, aunque sea de baja calidad, tiene derecho a defenderse respetando, desde luego, los derechos humanos. Tal como sucedió con el Andahuaylazo en el gobierno de Toledo. Tengo entendido que el pronunciamiento del Frente Amplio se inscribe en esta lógica, pero le faltó exigir al gobierno de Maduro la superación de los rasgos autoritarios de su gobierno y el respeto a los derechos humanos.
Buen artículo, quizás también hubiera sido necesario agregarle una apreciación desde el punto de vista de la seguridad ciudadana.