Sinesio López Jiménez
En Perú y en Lima (en particular) existe un clima político enrarecido. Los titulares de los diarios parecen anunciar una gran tempestad política. Algunos columnistas creen (incluso) respirar un aire pre-golpista. La sociedad, en cambio, no se mueve o casi no se mueve (por ahora). O sus movimientos son tan lentos y silenciosos que no se llega a percibirlos. La vidriosa economía marcha al ritmo de la demanda china y de la inversión pública. Los sobresaltos vienen, pues, de la política.
¿Qué está pasando en la política?. Lo de siempre: lucha por el poder (no perderlo, mantenerlo o acrecentarlo), corrupción, ambiciones, voluntad de dominio, inseguridad ciudadana. Para decirlo con más precisión: mientras Toledo pugna por no ser acusado de corrupción por el Congreso y la Fiscalía, García lucha para evitar la acusación constitucional y la inhabilitación política, Fujimori pelea por salir de la cárcel en la que se encuentra condenado por crímenes y corrupción, Humala y Nadine Heredia se empeñan en consolidar su poder y en recuperar el favor público; mientras, en resumen, los políticos tratan de no ir a la cárcel o de salir de ella (acusados de corrupción) o de afirmarse en el poder, la gente se siente desprotegida, insegura y abandonada por los organismos estatales encargados de protegerla.
Aprovechando el despelote político y moral que vive el país, Kuczynski, trajinado ex-ministro a gusto del cliente, alucina con hacerse del gobierno en el 2016. Después de todo, soñar no cuesta nada. Mientras tanto la izquierda está desperezándose, saliendo de una larga siesta y tratando de superar sus diferencias y su fragmentación a través del Frente Amplio. Los poderes fácticos juegan un papel central en la lucha por el poder. La CONFIEP exige al gobierno más gollerías y concesiones que brinden confianza al empresariado para invertir y acumular en grande. El Comercio y sus satélites están desesperados por consolidar la concentración de los medios y, para lograr ese objetivo, buscan aislar al gobierno, que la combate, para infligirle otra derrota.
La bronca política presenta algunas peculiaridades. En primer lugar, es una lucha de caudillos apoyados por sus entornos. Brillan por su ausencia el calor espontáneo de las masas y el cálculo político de las organizaciones partidarias. Los partidos casi no existen. En segundo lugar, los caudillos en problemas buscan formar coaliciones con los poderes fácticos o con el gobierno para salir de la situación difícil en la que se encuentran. Fujimori y García son respaldados por el cuasi-monopolio que lidera El Comercio y por la CONFIEP (además de la Fiscalía y del Poder Judicial), Toledo busca el blindaje del gobierno y Humala y Nadine consolidan su poder mediante el control de las regiones militares, la mayoría de ellas en manos de generales de la promoción del Presidente.
En tercer lugar, las estrategias desplegadas por los caudillos y los poderes fácticos configuran una especie de confrontación política entre las derechas comandadas por El Comercio, García y Fujimori y el centro-derechista gobierno de Humala y Nadine, debilitado en su base social, pero fortalecido por su base militar. Es una confrontación política que no llega a ser una polarización política y social. ¿Se mantendrá esta confrontación hasta la culminación del gobierno de Humala?. Eso depende de la emergencia de nuevos actores, ante el agotamiento y desprestigio de los antiguos caudillos. No todo está dicho y cualquier cosa puede pasar. Depende, sobre todo, del despabilamiento de la izquierda y del despertar de los movimientos sociales que han sido casi siempre su poder fáctico.
Si tomamos como válidas sus afirmaciones que en la sociedad peruana hay una lucha de caudillos, porque hay ausencia de expresión popular y partidos políticos, y donde el poder verdadero está en los poderes fácticos y oligopolios; ¿podemos hablar de democracia o seguimos en una sociedad semifeudal, donde los señores feudales o caudillos luchan por gozar la protección del verdadero poder central?