Sinesio López Jiménez
Siempre son interesantes las miradas frescas y penetrantes sobre los países de AL en su conjunto. La más aguda, me parece, es la de Fernando Enrique Cardoso (FHC). En el 2007, luego de haber ejercido por dos veces consecutivas la presidencia de Brasil, FHC vuelve a Dependencia y Desarrollo en AL, el libro clásico de sociología política comparada de AL que escribió con Enzo Faletto en 1967, con un artículo esclarecedor: “New Paths: Globalization in Historical Perspective”, que se publicó en el 2009 en Studies in Comparative International Development juntamente con los artículos de destacados científicos sociales de NA que lo discuten.
Cardoso demuestra que el marco histórico-estructural de análisis es todavía útil para describir las transformaciones generadas por la globalización en los países subdesarrollados, a condición de que se emplee con la sutileza necesaria para evitar el reduccionismo. La globalización, de la misma manera que la dependencia, no es más que un despliegue del sistema capitalista en las condiciones históricas actuales en las que el capital financiero, el inmenso desarrollo tecnológico y las comunicaciones juegan un papel central. FHC sostienen que la globalización plantea algunos desafíos ineludibles (la democracia, la competencia en el mercado globalizado y la lucha contra la desigualdad y la pobreza) que todos los países tienen que enfrentar tarde o temprano. Los países de AL están respondiendo de diversa manera de acuerdo a sus condiciones estructurales y a sus diferentes estrategias políticas y capacidades de liderazgo.
Las condiciones estructurales son el punto de partida, pero no determinan la forma adoptada por los procesos económicos y políticos. Las estrategias políticas para la integración en la economía mundial tienen un cierto margen de autonomía. Sin embargo, la gama de estrategias viables depende de factores que difieren de un país a otro, como la capacidad local de la acumulación de los ingresos, la presencia de la inversión extranjera directa, el mix entre la producción nacionalmente controlada y la producción controlada por las multinacionales, la participación del sector público en la producción, la capacidad de liderazgo, las ideologías dominantes, y así sucesivamente. En otras palabras, hay caminos alternativos. No todos son posibles, por supuesto, ni tienen las mismas posibilidades de éxito en todos los países.
Tres países-Chile, Brasil y México- han logrado, mediante una estrategia socialdemócrata globalizada, una integración más favorable en el mercado globalizado y respuestas elaboradas a los retos de la globalización que, a pesar de que todavía son insuficientes, se orientan a las necesidades de sus poblaciones. Otros países, como Argentina, han desarrollado una estrategia más de la salida (Hirschman) o de retirada frente a los desafíos de la globalización, mientras que la mayoría, como Uruguay, Paraguay y los países de América Central, que carecen de la recursos para lograr un salto cualitativo, idearon estrategias de supervivencia mediante la búsqueda de nichos en el mercado mundial para su producción tradicional.
Los países que poseen un producto de alto valor global, como el petróleo o el gas, pero que carecen de los recursos necesarios para otros saltos globalizadoras más audaces han asumido posición de protesta y de rechazo a algunos desafíos de la globalización. Estos son los casos de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Finalmente, Perú y Colombia, a pesar de que tienen menos recursos que Brasil, México y Chile para responder con éxito a la globalización, disfrutan de recursos suficientes para darles, en el tiempo, más posibilidades de afrontar los retos del nuevo orden mundial.