Sinesio López Jiménez
Previendo el fin del ciclo exportador de minerales, nuestros liberales criollos se han echado a buscar a los salvadores del posible naufragio y creen haberlos encontrado en la clase media que es consumidora y al mismo tiempo un semillero de emprendedores. Esta búsqueda forma parte del mito de la clase salvadora. Hernando de Soto creyó encontrarla en los informales; el marxismo, en el proletariado; los liberales de los países avanzados, en la burguesía. A esta nueva clase media se le atribuye una función económica, diferente a la de la clase media tradicional (compuesta de profesionales liberales y de burócratas) cuya función ha sido principalmente política. Como sostuvo Carlos Franco, la clase media tradicional distribuye conciencias, ideologías y cuadros políticos a las otras clases sociales. Era y es una clase media ilustrada mientras la nueva clase media (que nace del comercio y los servicios) está constituida por cachueleros exitosos, pero iletrados.
Más allá de los mitos, las sociedades modernas (de individuos y clases sociales) más o menos integradas han tenido y tienen élites dirigentes que han construido un orden social (económico, político, cultural) a través de un proyecto nacional que toda la sociedad comparte y hace suyo. Ellas son las clases dirigentes de las que hablaba Gramsci. Esta es justamente la carencia peruana (y de otros países de América Latina) que es la fuente permanente de inestabilidad. Montesquieu sostenía que los equilibrios políticos no se basan sólo en las instituciones sino también en los equilibrios sociales. Este es otro tema de la agenda posneoliberal.
Otro tema de agenda con incidencia política es el cambio cultural. Dos problemas han surgido en este campo en las últimas décadas: el individualismo y el carácter pluricultural del país. Por un lado, el avance en la sociedad de mercado implica un avance en la sociedad de individuos y, en menor medida, del individualismo posesivo, pero este no es tan importante como creen los neoliberales. La demanda de Estado y de comunidad (estatismo-comunitarismo: 38%) y la de estado y mercado y libertades individuales (estatismo-liberalismo: 43%) siguen siendo de lejos las más importantes en una encuesta del 2005. Por otro lado, lo que caracteriza al Perú es una multiculturalidad compleja (plural en el caso de la selva y semi-plural en el caso de los quechuas y los aymaras usando los términos del politólogo Lijphart).
El terrorismo sigue siendo un problema que marca la agenda y ha traído una serie de consecuencias que hasta hoy perduran. Por un lado, produjo lo que Schmitt llamó una situación excepcional (caos legal, político, militar) y de ella nacieron la dictadura y el fujimorismo. Por otro, el miedo al terror generó más conservadurismo (y más anti-izquierdismo) en la sociedad, la desmovilización de los sectores populares y la desdemocratización del país.
Finalmente, el neoliberalismo no ha resuelto ninguna de las grandes divisiones estructurales o clivajes (étnico-racial, centralismo-descentralización, nación-imperio, social o de desigualdad, la brecha estado-territorio, etc) que ponen en tensión a las diversas fuerzas sociales del país. Ellas seguirán motorizando los diversos conflictos sociopolíticos en los próximos años.