Sinesio López Jiménez
Las pretensiones de apropiarse de la PUCP de Monseñor Cipriani son tan retrógradas que conducen directa y violentamente hasta el Medioevo, no tanto por las motivaciones que las animan (que son modernas y capitalistas) como por los fundamentos teocráticos que las sustentan. La semana que pasó releía (para dictar una clase sobre Maquiavelo) The Machiavellian Moment (1975), la monumental obra de John Pocock sobre el tema y en algún momento de la lectura me detengo y digo para mí: esto me suena conocido y algo dejá vu. Al final exclamo: ¡Pero si esto es lo que está pasando ahora, mutatis mutandis, en la PUCP!.
Pocock sostiene que, para entender a Maquiavelo en su verdadera dimensión, es necesario situar su vida (1469-1527), sus luchas y su pensamiento en el cruce de cuatro historias en conflicto sobre los hombres: la historia de Dios, la historia de la Fortuna, la historia de las comunidades de ciudadanos y la historia del comercio. Maquiavelo expresa, defiende y desarrolla la historia de los ciudadanos que busca abrirse un camino propio en pugna con las otras historias.
La historia de Dios sobre los hombres tiene un pasado (el pecado original), un futuro (la redención) y un presente (el saeculum o el tiempo y las circunstancias que viven los seres humanos). En el presente los hombres, a través de la fe o mediante el uso de la razón y la libertad para hacer el bien o el mal, pueden revertir el pecado y lograr la redención. Pero el saeculum (o presente) no constituye una historia propiamente humana sino que es un momento de la historia de Dios. Tiene un sentido escatológico marcado por el pecado y por la redención. En aras de la simplicidad podría decirse que la visión cristiana del mundo –aún conteniendo los gérmenes para superarla- excluía fundamentalmente cualquier consideración de la historia secular y temporal.
La historia de la Fortuna es una herencia del mundo clásico. Aristóteles identificaba el cambio con la Physis y adoptaba una concepción circular del proceso y del tiempo para hacerlos inteligibles por ser la esfera la figura geométrica más perfecta y, por eso mismo, la mejor unidad de medida. La aplicación de la Physis a los asuntos humanos era una conveniencia intelectual y una metáfora, pues fueron sobre todo los griegos los pioneros en escribir la historia como lo que ha terminado siendo.
La comunidad de ciudadanos busca construir una historia propiamente humana a través de la política republicana y de la virtud cívica. Esta consiste en la búsqueda del bien común, en la compatibilidad de este con los intereses particulares de los ciudadanos, en el desarrollo de una ciudadanía activa para defender la república y en la elección de los mejores ciudadanos (gobierno representativo) para gobernarla. El ciudadano debe poseer una teoría de conocimiento que le confiera una gran libertad para tomar decisiones políticas en el quehacer público. Tratar de erigir un modo de vida cívico sobre un fundamento epistemológico que permita el reconocimiento de un orden universal y de las tradiciones particulares, significa aceptar que los hombres están sujetos a ciertas restricciones de las que, sin embargo, pueden emanciparse.
Con el desarrollo del capital comercial de fines del siglo XV y comienzos del XVI, se produjeron dos cosas importantes. Primera, el humanismo se reafirmó en el republicanismo cívico y tomó distancia del discurso liberal que comenzaba a aparecer con el proto-mercado y con la mano invisible que amenazaba la acción libre de los ciudadanos en la república. Segunda, Maquiavelo, Guiciardini y Giannotti crearon neologismos, reconstruyeron conceptos y nuevos códigos para aferrarse al esquema republicano. De eso deriva la contraposición de la naturaleza humana con la condición humana, del individuo con la comunidad política, de la sociedad con el Estado, del mercado con la virtud cívica, de la representación parlamentaria con el gobierno representativo.
Salvo la de la Fortuna, todas estas historias en conflicto tienen actores concretos y mundanos: El papado, la comunidad de ciudadanos y la emergente burguesía comercial. En el siglo IX el Papado inventó una historia teocrática que otorgaba la titularidad del poder a Dios, asignaba su administración al Papa como su representante en la tierra y lo autorizaba a coronar a los emperadores para que ejerzan legítimamente el poder. En el siglo XI emergió el republicanismo pre-renacentista en algunas ciudades italianas, a fines del siglo XIII y durante el siglo XIV aparecieron, por un lado, el humanismo cívico –que articulaba el humanismo con el republicanismo- y por otro, el escolasticismo republicano de Tomás de Aquino (que fusionaba la razón de Aristólteles con la fe cristiana) y a fines del siglo XV surgió el republicanismo renacentista de Maquiavelo, Salutatti y Guicciardini.
Si se reemplaza la historia teocrática por corrientes cristianas conservadoras (una minoría pro-Cipriani); escolasticismo republicano, por corriente cristianas progresistas y moderadas que defiende la coexistencia de la fe y la razón (que son la mayoría); y los republicanos pre-renacentistas, cívicos y renacentistas, por pensamiento laico tenemos el escenario actual de los actores en el conflicto de la PUCP.
CIPRIANI Y EL MEDIOEVO EN EL SIGLO XXI
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Y no se olvide usted que nada viene del aire ni porque sí. Todo tiene una interconexión que explica las cosas y, en este caso, no se puede obviar la crisis financiera del Vaticano (y el correspondiente escándalo judicial) y una necesidad de "recuperarse" económicamente en todo el mundo. No es casual que ello estalla y, automáticamente, Cipriani "descubre" cosas que le van a reportar al clero una buena fuente de ingresos (Plaza San Miguel, que es el verdadero objetivo de todo). Creo que aún falta un análisis más exhaustivo de las verdaderas razones de todo este lío para darnos cuenta de los lazos internacionales y las motivaciones políticas que se juegan aquí.
Cipriani es muy inteligente y sabe bien que aquel invento del papado sobre la historia teocrática, calza bien en nuestra dogmática y obsecuente sociedad, y procura aprovechar ello.