Sinesio López Jiménez
La hoja de ruta ha sido políticamente prostituida. Todos la manosean y la definen como quieren. El fujimorismo, la Alianza por el Gran Cambio y el Apra tienen una visión conservadora de ella y la entienden, en lo esencial, como la continuidad del modelo económico y de las políticas públicas del 90 en adelante. Valdés y Castilla le han arrebatado el horizonte utópico y reformista y la han convertido en una hoja de parra que oculta sus desnudeces fujimoristas. Cada cual la apoya y exige su cumplimiento de acuerdo a la manera como la entiende y la define. Como anotó agudamente Carlín en su momento, a la hoja de ruta se le han caído algunas letras que fueron sustituidas por otras otorgándole un sentido radicalmente distinto al primigenio.
Ella surgió como una adecuación del programa de la gran transformación a la coyuntura de la segunda vuelta y como expresión de la nueva coalición social y política con los sectores liberal-democráticos. Gracias a esa nueva coalición se pudo ganar a Keiko Fujimori y a todos los poderes que la respaldaron pasando de 32% a casi 52%. Se consideró con razón que los tiempos políticos no son homogéneos sino que cambian de acuerdo a las modificaciones en las relaciones de poder entre las fuerzas sociales y políticas. En la coyuntura de la segunda vuelta, que era moderada y hasta conservadora, la exitosa hoja de ruta tuvo un sentido de cambio y de reforma. Hoy, en cambio, ella tiene un sentido conservador debido al avance del fujimorismo y de las fuerzas conservadoras que se ha producido en el gobierno.
Ello significa que el sentido político de los acontecimientos y de los programas no depende sólo del significado que le imprimen los actores sino también del carácter del contexto (reformista o conservador) en el que ellos operan. En otras palabras, el contexto resignifica el sentido político que los actores otorgan a sus acciones y a los programas. ¿En qué momento la hoja de ruta comienza a perder su horizonte utópico y su filo reformista?. Mi hipótesis es que esa mutación comienza cuando el presidente Ollanta, presionado por los poderosos grupos económicos y por la derecha política y mediática e inducido por “los brasileros”, decide cogobernar con los representantes (Velarde Y Castilla) del orden neoliberal. En ese momento se introduce también lo que hoy se llama falta de cohesión porque fuerzas extrañas a Gana-Perú comienzan a cogobernar.
El discurso de Valdés culmina la tarea de reconversión de la hoja de ruta. Con su avance temporal se ha producido una cosa curiosa: Los que introdujeron la disonancia en el gabinete Lerner han terminado acusando a los autores de la primigenia hoja de ruta (la izquierda y el centro liberal-democrático) de producir una falta de cohesión en el gobierno. Este hecho demuestra que son los triunfadores los que ponen nombre a las cosas y que los derrotados no tienen derecho a la memoria. Es interesante comparar los discursos de los dos Primeros Ministros del gobierno de Ollanta (Lerner y Valdés) para comprender mejor los sentidos diferentes que tiene la hoja de ruta. El de Lerner presentó cuatro horizontes (crecimiento con inclusión en democracia; igualdad de derechos, oportunidades y metas sociales alineadas con los objetivos del milenio; concertación económica y social en el ámbito nacional, regional y local y reencuentro histórico con el Perú rural) que señalaban el norte de los grandes cambios que debía impulsar el gobierno y diez políticas que buscaban concretarlos.
El discurso del señor Valdés, en cambio, recoge una vieja propuesta tecnocrática y burocrática que proviene de la capilla del MEF y deja de lado los cambios y reformas de la hoja de ruta original, a la que quita la garra y el punche necesarios que requiere todo impulso transformador. Para citar sólo algunas de las muchas ausencias de cambio, la lucha contra la corrupción, que hacía la diferencia, se ha esfumado y la necesaria reforma del Estado ha sido achatada y reducida a una modesta propuesta de modernización de la gestión pública. De ese modo, el Estado seguirá capturado por los grandes grupos económicos, se mantendrán las islas de modernidad que le permiten al MEF operar como si fuera el gobierno, las políticas públicas (la educación, la salud, la seguridad y la justicia) no llegarán a todos los peruanos y peruanas por igual y la descentralización no tendrá el impulso necesario para superar la desigualdad entre las regiones, el atraso y la desarticulación del territorio.
LAS HOJAS DE RUTA
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Hoy la HOJA DE RUTA DEL PUEBLO PERUANO SE HA REESCRITO:en multitudinaria asamblea con representantes de todas las regiones se ha lanzado la preparación de la Gran Marcha por el AGUA.
Esperamos que desde tu columna y otros espacios nos apoyes en esta gran empresa. Arrancamos el 1 desde la Laguna que Yanacocha quiere destruir y varios puntos del PERU para ir sensibilizando a la población por todo el camino y ser recibidos por los limeños el 10 y tener el 11 la gran Asamblea Nacional por la defensa de nuestros recursos hídricos.
CUANDO EL PUEBLO DICE "no" es "NO"
CONGA NO VA….!!!
El gobierno de Ollanta Humala ,tiene que cumplir el plan nacionalista,la presion del pueblo ,la realidad.Porque de lo que se esta viendo quieren llevar a cabo modelos economicos fracasados,seguir siendo un exportador de materias primas
.Estaba leyendo a Oscar Ugarteche,donde dice que en el Peru la distribucion de la riqueza a los gobiernos no les ha interesado.
Dr. Sinesio López, retomando las apreciaciones de su carta abierta, la verdad es contundente: Humala trabajó sin base partidaria. Esto lo expuso a una inestabilidad riesgosa y vulnerable al momento de asumir el gobierno, haciéndolo presa fácil de los grupos de poder organizados generacional y económicamente. En conclusión, los que votamos por Humala, simplemente nos enfocamos en el caudillo; propio de nuestra historia del siglo XIX. Caudillo que como lo anunciaba, no aspiraba a la reelección, es decir, solo satisfacer una aspiración personal: ser Presidente. Los que lo seguimos, como única alternativa, caímos en el error del trabajo fácil, sin organizar bases que sustenten la necesidad política de contar con un grupo que respalde al ganador y en el mejor de los casos, que también le exiga el cumplimiento de compromisos.
No hay que esperar cinco años más, para identificar otra opción de cambio o gobierno; ya que Humala, al igual que García, manejarán el gobierno en piloto automático. Entonces, hay que trabajar nuevamente y pronto, por una nueva opción, para las elecciones del 2016.
Sin el ánimo de disculpar al ahora Presidente, hay mucha responsabilidad nuestra; la democracia se tiene que contruir desde abajo, con organizaciones fuertes y coherentes en sus objetivos. Tampoco considero que debe quedarse solo, mas la perspectiva no es auspiciosa en un escenario donde los perdedores de una elección son los que han asumido la tan manoseada Hoja de Ruta, que será trastocada aún más, para evitar que se cruce con los intereses que pueda afectar. No quiero pecar de adivino, pero de seguro un gobierno cívico-militar será bienvenido para todos aquellos que se han acomodado en este gobierno. Lamentable que nuestra historia siempre se remita en el modo de comedia.