Sinesio López Jiménez
Al margen de los insultos y del modelo económico, Hugo Chávez y Alvaro Uribe se parecen más de lo que se supone. Ambos han sido elegidos democráticamente, gozan de una enorme popularidad, tienen un estilo parecido de gobierno y generan irregularidades electorales debido a su voluntad de perpetuarse en el poder. Se diferencian en la forma de crear los problemas electorales. Mientras Chávez utiliza el Estado y las instituciones estatales para excluir a sus adversarios del juego electoral, Uribe apela a la parapolítica (los paramilitares, los narcos y la guerrilla) para limitar el pluralismo, violar las leyes de financiamiento de las campañas electorales y corromper a las instituciones.
Evo Morales no se parece tanto a Chávez como generalmente se cree en lo que se refiere a la democracia constitucional y en los procesos constituyentes. En Bolivia existen los pesos y contrapesos entre los poderes de los que carece Venezuela que concentra todo el poder en el Ejecutivo. Chávez ha politizado las FF.AA, lo que no sucede en Bolivia. Chávez impuso el proceso constituyente en Venezuela, a diferencia de Bolivia en donde fue una demanda de los movimientos sociales. Mientras Evo negocia con la oposición, Chávez la aplasta. En este aspecto Ecuador se aproxima más a Venezuela que a Bolivia. En Venezuela, Bolivia y Ecuador hay más participación efectiva que en el Perú y mucho más que en Chile en donde no existe. Las semejanzas entre Venezuela y Colombia y las diferencias entre Venezuela, Ecuador y Bolivia desdibujan el supuesto eje chavista y la existencia de “dos subregiones” en América del Sur.
Estas son algunas de las conclusiones a las que ha llegado la importante investigación “Más allá de la democracia electoral: Hacia democracias ciudadanas en los Andes”, dirigida por Maxwell Cameron, investigador del Centre for the Study of Democratic Institutions (The University of British Columbia, Vancouver), expuesta y discutida en el centro cultural de la PUCP. La investigación se inscribe en las nuevas corrientes teóricas y metodológicas que distinguen diversas dimensiones para examinar el estado y la calidad de la democracia: las elecciones, la dimensión constitucional y la democracia de ciudadanos. A medida que avancen en esta línea, las investigaciones van a tener en cuenta otras dimensiones igualmente importantes: La capacidad de controlar a los poderes fácticos (tema planteado por Terry Lynn Karl y Philippe Schmitter), el nivel de democraticidad del Estado (Guillermo O´Donnell) y el sistema hegemónico (Gramsci y Schmitter).
No hay democracia si los poderes fácticos distorsionan los procesos electorales y gobiernan sin haber sido elegidos. No hay competitividad electoral si los candidatos favoritos de los poderes fácticos monopolizan la información y los electores sólo reciben migajas informativas y desinformación a raudales sobre los opositores. La falta de igualdad de acceso a la información de candidatos y electores pone en cuestión la legitimidad de los procesos electorales. No puede haber democracia de calidad en Estados que no son democráticos. Este el caso de los países andinos y la mayoría de los de AL. La ley no llega a todo el territorio, ni a toda la población ni a todas clases sociales. No hay efectividad legal ni justicia para todos. Tampoco llegan a todos las políticas públicas de educación, salud y seguridad de calidad. No hay eficacia burocrática ni igualdad de oportunidades para todos. El día en que el Estado sea el mismo en Miraflores, en San Isidro y en Chumbivilcas, el Perú será definitivamente otro.
No puede haber democracia estable si no existe un sistema social hegemónico. La estabilidad democrática hace parte también del estado y de la calidad de la democracia. En varios países de AL no existe una clase dirigente que asuma los procedimientos democráticos, reconozca los derechos de los abajo y éstos reconozcan la dirección de los de arriba.
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