Sinesio López Jiménez
El Perú tiene serios problemas de representabilidad y de representatividad. Del primero ya nos hemos ocupado en esta columna. Ahora voy a examinar la crisis de representatividad que proviene de los diseños electorales inadecuados. En el Perú existen, por lo menos, tres situaciones de este tipo: las regiones, la población rural de la sierra y las etnias de la selva. Las poblaciones rurales tienen problemas tanto de representabilidad como de representatividad. Ellas presentan, en efecto, problemas para ser representadas dada su enorme dispersión y su pobreza extrema así como dificultades que proceden de un diseño electoral defectuoso. Las actuales circunscripciones electorales (regionales) otorgan a las grandes ciudades una sobrerrepresentación en desmedro de la población rural. La reducción de la circunscripción electoral es una forma posible de resolver este problema de representación: Reemplazar la región por la provincia como circunscripción electoral, por ejemplo.
El problema de la representación política de las etnias de la selva es más complejo. Ellas demandan identidad, autonomía de los territorios que ocupan y formas de representación propia. Es necesario reconocer estas demandas tanto en el nivel de las regiones que habitan como en el nivel nacional en donde debe ser reconocida una representación política propia. El caso colombiano puede ayudar a establecer un diseño adecuado que ayude a resolver este problema de representación. Para conformar la Cámara de Representantes, Colombia establece circunscripciones territoriales y circunscripciones especiales para elegir comunidades negras, indígenas y residentes en el exterior. El Senado de 100 miembros, elegidos en circunscripción nacional, integra a dos representantes de las comunidades indígenas elegidos de la misma manera.
Las regiones presentan también un grave problema de representación. Ellas carecen de una representación política nacional. Los congresistas elegidos en la circunscripción regional no representan a las regiones sino a las clases, los estratos y los grupos sociales que las habitan. Ellos (y la constitución) sostienen, sin embargo, que representan a la nación. Su representación tiene, en realidad, un sentido liberal y está basada en el principio de la soberanía popular. Para que cuenten con una representación propia las regiones tienen que apoyarse en el principio de autonomía de las mismas y expresarse en un cuerpo representativo nacional: el Senado. El principio de autonomía recoge, a su vez, la tradición de la representación republicana. Esta representa, en efecto, no a las clases y grupos sociales como la representación liberal, sino a la comunidad política regional.
En resumen, para resolver el problema de la representación de las regiones, es necesario insistir en el diseño bicameral basado en dos principios: el de la soberanía popular (liberal) que configura a la Cámara de Diputados y el de la autonomía de las regiones (de inspiración republicana) que constituye al Senado. Analizando el caso norteamericano en 1835, Alexis de Tocqueville, el mejor teórico de la política del siglo XIX, escribió lo siguiente: “El principio de la independencia de los Estados triunfó en la formación del Senado y el dogma de la soberanía nacional, en la composición de la Cámara de representantes. Cada Estado debió enviar dos senadores al Congreso y cierto número de representantes, en proporción a su población. Resulta de este arreglo que, en nuestros días, el Estado de Nueva York tiene en el congreso cuarenta representantes y solamente dos senadores; el Estado de Delaware dos senadores y solamente un representante” (La Democracia en América).
Mutatis mutandis (Estados federales por regiones), el problema de la representación es parecido y puede ser también semejante su solución.
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