Sinesio López Jiménez
Los petroaudios son una mina inagotable de sorpresas. Las hay para todos los gustos y colores. Corrupción a todo dar y a todo nivel. Espionaje industrial. Amores, despechos y desvelos corruptos. Chuponeos a los enemigos políticos. Redes mediáticas envueltas en cuestiones turbias. Es de esperar que todo lo que se refiere a la corrupción y al chuponeo a los políticos salga a la luz. Ningún asunto del Estado (salvo la seguridad nacional) puede ser ajeno a los ciudadanos. Que se sepa toda la verdad. El poder judicial no debe ocultarla bajo el pretexto del secreto de la competencia jurisdiccional. El parlamento tiene derecho a compartir toda la información del caso para someterla al debate público y a las correspondientes investigaciones y acusaciones políticas y penales, si el caso lo amerita. Los medios tienen el deber de informar con veracidad y los ciudadanos el derecho a ser informados.
El chuponeo a los adversarios políticos en los procesos electorales significa que éstos no fueron limpios, ni competitivos, ni, por ende, legítimos. Eso sucedió en 1995, en el 2000 y en el 2006. En esta última fecha, García habría pedido al capitán de navío (r) Ponce Feijóo: “Ud. ayúdeme con el comandante que yo me encargo de la gorda” (Gorriti, Petroaudios. Políticos, espías y periodistas detrás del escándalo, p.88). La colaboración de Ponce fue premiada con el ascenso a contralmirante. La ofensiva contra Humala, iniciada y orquestada por García y acompañada por los poderes fácticos y los partidos de derecha, es una larga contracampaña. Ella comprende tres etapas, con objetivos y estrategias precisas en cada una de ellas. La primera etapa comprende la campaña electoral (2005) y las dos vueltas de las elecciones (2006). El objetivo político de esta etapa es ambiguo: García funge de reformador del modelo neoliberal en la primera vuelta (buscando desbarrancar a Lourdes Flores como candidata de los ricos) y luego como defensor del mismo en la segunda vuelta (presentándose él mismo, frente a Humala, como el candidato del cambio responsable y como el mal menor). La estrategia consistió en presentar al líder nacionalista como un pelele de Chávez, financiado por él y como un político improvisado.
El objetivo de la segunda etapa fue cercarlo, aislarlo y liquidarlo políticamente presentándolo como un político antisistema (antineoliberal y antidemócrata). El Apra impulsó la fractura de la UPP y fomentó el transfuguismo ofreciendo a los upepistas diverso tipo de prebendas. La tarea fue fácil, dada la discutible calidad de la composición parlamentaria de la UPP. García acusó a Humala de desestabilizador y de estar asociado a la ultraizquierda y al comunismo. Detrás de cada movimiento de protesta veía obsesivamente a Humala. La derecha y los poderes fácticos, especialmente algunos medios, participaron activamente en la demolición de Ollanta y de su entorno. Se contrataron sicarios mediáticos que, luego de perpetrar sus asesinatos morales, tienen el cuajo de pretender impunidad. Las huestes humalistas y Humala mismo, con su conducta y sus relaciones nada recomendables, ofrecieron flancos débiles.
La tercera etapa, que comenzó temprano (2009), busca defender el modelo neoliberal en crisis y derrotar a Humala en las elecciones del 2010 y del 2011 a como dé lugar siguiendo la estrategia anterior de demolición y añadiendo algunos elementos nuevos: fomentar otras candidaturas para fragmentar el espacio electoral de centro-izquierda, inflar a Keiko Fujimori, impedir alianzas electorales que permitan al humalismo ser una alternativa de gobierno, hurgar en la vida privada y laboral de la familia de Humala y de su entorno. La eliminación del sufragio universal (voto facultativo) forma parte de esta estrategia. Se presenta como liberal lo que es exclusión. En nombre de la libertad se quiere impedir la participación de los pobres.