Sinesio López Jiménez
Un texto (incompleto e inconsistente) sin contexto fue el mensaje del 28 de Julio de García. Fue un mensaje más, como el del año pasado o los anteriores en los que no crujía el modelo neoliberal. García cree que, silenciando la crisis del neoliberalismo, ésta deja de existir. La explicitación del contexto de la crisis del capitalismo internacional y de sus hondas repercusiones en la economía peruana, en el Estado y en la sociedad hubiera resituado el mensaje, hubiera permitido organizarlo en forma coherente y hubiera ayudado a formular propuestas orgánicas de política. La ausencia del contexto explica la incoherencia, el desorden, la falta de políticas públicas para combatir la crisis y la propuesta de reformas políticas parciales e inconsistentes. Siete reformas parciales (como si estuviera comenzando a gobernar), un tedioso recuento de tres años (no uno como ordena la Constitución) de gobierno y varias propuestas inconexas en diversos campos para llamar la atención constituyen todo el mensaje de García.
Por ahora, mi análisis se concentra en las propuestas de reforma política. García propuso dos reformas políticas: la renovación por mitades del parlamento a medio período del gobierno y la elección de las presidencias regionales en dos vueltas. ¿Qué diagnóstico sustenta estas propuestas?. Vayamos por partes. Un primer diagnóstico es que el parlamento funciona mal, que no representa bien a la población y que carece de mecanismos de oxigenación. Ese diagnóstico implícito es parcialmente cierto, pero incompleto. ¿ Es sólo el parlamento el que funciona mal?. No. Funcionan mal todos los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) del Estado. Esto significa que lo que funciona mal en el Perú y en América Latina es la forma de gobierno, esto es, el presidencialismo exacerbado. El único presidencialismo que funciona bien es el norteamericano. En AL los presidencialismos que funcionan más o menos bien son aquellos que se sustentan en coaliciones (pre-electorales o electorales en la segunda vuelta realizada en el Congreso). Es lo que Dieter Nolhen ha llamado presidencialismo renovado. En cambio, el presidencialismo plebiscitario, agravado por el caudillismo providencialista, funciona pésimo. El Baguazo es la expresión concentrada de la ineficacia, de la falta de transparencia y de la ilegitimidad de las decisiones de este último tipo de presidencialismo.
El presidencialismo peruano tiene dos incrustaciones irrelevantes del semi-presidencialismo: el voto de confianza del congreso al gabinete nombrado por el presidente y la capacidad de éste para disolverlo si el congreso no le otorga ese voto en una segunda oportunidad. Si se quiere ir a un semi-presidencialismo en serio (como en Francia, Portugal, Finlandia entre otros países) entonces habría que tomar tres medidas decisivas: Separación del jefe de Estado del jefe gobierno (primer ministro), elección de éste por el parlamento y renovación congresal por tercios o por mitades. Lo primero es lo que la oposición pedía (inconstitucionalmente) en tiempos de Toledo y es también lo que el mismo García ofreció en la campaña electoral del 2006. ¿Por qué quedarse entonces en la renovación por mitades?. Otro cambio posible para salir del presidencialismo plebiscitario exacerbado es el presidencialismo renovado asentado en la formación de coaliciones para elegir al presidente en la segunda vuelta en el congreso. Pero esto nos lleva a otro debate para el que no hay espacio en esta columna: el diseño electoral.
Un segundo diagnóstico político tiene que ver con los gobiernos regionales. García cree equivocadamente que los presidentes regionales son ineficaces y tienen una serie de trabas para gobernar porque carecen de la suficiente legitimidad debido a que fueron elegidos en una primera vuelta con una baja votación. Nada más falso. García confunde la legitimidad de origen o de entrada con la legitimidad de desempeño o de salida. La legitimidad de origen es constitutiva de la autoridad del elegido y depende de elecciones limpias e institucionalizadas y punto. Ella no garantiza eficacia, ni transparencia ni legitimidad por desempeño. Esta no depende de la legitimidad de origen. Ella depende de la capacidad política del presidente regional y de su equipo (la mayoría de los consejeros regionales está garantizada por los actuales dispositivos electorales), de la disponibilidad de recursos humanos, económicos, técnicos e institucionales y de las potencialidades de las regiones. Y sobre todo depende de que el gobierno central, en especial el MEF, no ponga trabas de diverso tipo a los gobiernos regionales.
En conclusión, García no tiene que buscar la solución de los problemas de legitimidad de desempeño de los gobiernos regionales en la modificación de las reglas de juego que les otorgan la legitimidad de origen. Lo único que tiene que hacer es levantar todas las trabas que provienen del Ejecutivo. Pero también es cierto que la pérdida de legitimidad de desempeño no tiene por qué afectar (al menos normativamente) la legitimidad de origen. La legitimidad de desempeño puede caer, pero la de origen se mantiene en pie.