Sinesio López Jiménez
El pegajoso calor de este verano es acompañado por el lento calentamiento de la escena política. Se está produciendo una serie de movidas políticas (en el gabinete, en el congreso, en las regiones y en algunos partidos) que expresa ensayos preparatorios del partido de fondo que se jugará en el 2011. En la salida del ministro Hernani y su reemplazo por Mercedes Cabanillas se han combinado el desgaste temprano de un político inexperto con el juego de poder del Apra como partido y de la ex -presidenta del Congreso dispuesta a jugar sus propias fichas. El APRA recupera un ministerio que es importante no sólo para incorporar a su propia clientela al presupuesto sino también para tener en sus manos una poderosa herramienta de control político, con miras al 2011, a través de los tenientes gobernadores. Cabanillas busca hacerse un espacio político propio que le permita jugar al poder en serio no sólo dentro del partido sino en el escenario político nacional. Si le va bien en un ministerio tan difícil como el de Interior estará en mejores condiciones para disputar el poder en los dos escenarios. Es una apuesta riesgosa llena de incertidumbres. El éxito no está garantizado, pero tampoco le está negado. Si fracasa habrá perdido soga y cabra, pero si tiene éxito, puede ser la candidata del Apra en el 2011. Por lo que venía haciendo en el Congreso, ella prefería, al parecer, el Ministerio de Defensa. No lo logró, pero el de Interior no es nada desdeñable para sus fines políticos.
Velásquez Quesquén, presidente actual del Congreso, juega también sus propias fichas. Sus aspiraciones, por ahora, son más modestas que las de la señora Cabanillas. El sólo quiere ser presidente de la Región Lambayeque el 2010. Para poder competir por el cargo ha propuesto una modificación constitucional ad hoc, casi con nombre propio. Si tiene éxito se queda como presidente regional y, si fracasa, vuelve al Congreso hasta terminar el período para el que fue elegido. La propuesta parece un chiste de mal gusto. Mi hipótesis es que ella no va a prosperar por la resistencia de las oposiciones, de las regiones, de la opinión pública y de la sociedad civil. Mientras tanto en las regiones el juego político se reactiva. El desgaste político de los actuales presidentes regionales es inevitable. Aparecen nuevos actores y nuevas fuerzas regionales que buscan sustituirlos en el 2010. Se organizan poco a poco alianzas regionales con los ojos puestos en la presidencia de la república en el 2011.
Jehude Simon ha quedado fuera del juego actual de las fuerzas regionales. Para Jehude este aislamiento regional es un fracaso político. Para tener su propio juego, desplegar sus propuestas de cambio y proyectarse hacia el 2011, él debió organizar un frente de regiones que le permitiera negociar con García en sus propios términos. El desgaste del gobierno debido a la corrupción y la crisis nacional e internacional configuraban (en el momento de su ingreso al premierato) un contexto que ayudaban a Simon a plantear esas propuestas de cambio, a pelear por ellas, a organizar un frente regional como una herramienta poderosa de negociación. Lejos de hacer lo que tenía que hacer, Jehude ha terminado sometiéndose al poder de García. El costo político que debe pagar es alto. Está a punto de desaparecer incluso como actor político regional. La conciencia de este fracaso y la voluntad de reinsertarse en la competencia política del 2011 lo ha llevado a imaginar y proponer un frente del Apra con la izquierda “madura” (que él supuestamente encarna junto con otros dirigentes de izquierda, salvo Humala) para el 2011.
Lo que Jehude llama izquierda madura no existe como organización políticamente relevante. Ella es un estado de ánimo, está constituida por corrientes contestarias de opinión. Los líderes de las pequeñas organizaciones de izquierda han rechazado la invitación. Las corrientes más caudalosas de opinión contestaria votan por Humala, excluido del convite de Jehude. El Apra, más por cortesía que por convicción, ha hecho un pequeño guiño a su propuesta frentista. Para el partido de Alfonso Ugarte es una propuesta prematura. Otros problemas lo agobian. Las movidas en su seno expresan diversas ambiciones legítimas y un malestar general. El Apra ha dejado de ser un partido de gobierno. No pone ministros, ni viceministros, ni altos funcionarios. Sus propuestas con las que llegó al gobierno no tienen vigencia y apenas si puede desplegar ciertas políticas de clientela, especialmente en los ministerios que controla. A todo ello se suma una crisis ideológica agudizada por los planteamientos neoliberales de García y por la continuidad del modelo económico desde Fujimori en adelante. Si la cosa va en serio, el próximo congreso aprista puede ser un escenario de agudas confrontaciones políticas. El problema es muy complicado para el Apra que conflictúa con García, pero al mismo tiempo lo necesita.
El escenario de la derecha está también movido. Keiko Fujimori ha iniciado ya su campaña electoral buscando incidir de algún modo en el inminente desenlace del proceso judicial de su padre. Lourdes Flores deja el rectorado de una universidad privada para reentrar de lleno a la lucha política y Toledo hace esporádicas visitas al Perú para confrontarse con García y colocarse en el centro de la escena. El 2011 ya comenzó.