EL HOMBRE Y LA MUJER DEL AÑO

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Sinesio López Jiménez

Es una pregunta ritual de cada fin de año, propia de las sociedades modernas o cuasi-modernas. Era impensable en el Medioevo en el que la Providencia regía los destinos de los hombres. La cuestión alude al hombre y a la mujer que han hecho historia (para bien o para mal) en el año que está feneciendo. La ciencia política convencional, más atenta a las reglas, a los procedimientos y a las rutinas que a los actores, presta poca atención al tema. En estos últimos años, sin embargo, esta disciplina ha tomado prestado tímidamente el concepto de agencia, acuñado por el sociólogo inglés Anthony Giddens para aludir a la acción individual o colectiva en la coyuntura o, lo que es lo mismo, en el tiempo presente. Después de todo, los actores entran a la historia o salen de ella a través de la coyuntura. Resucitan el pasado y construyen el futuro en el presente. El examen de la coyuntura obliga al analista a colocarse en el punto de vista de los actores que hacen la historia. Esta es la especificidad del análisis de coyuntura. La prudencia analítica obedece quizás al carácter elusivo del objeto analizado. Hay mayores riesgos de error cuando se analizan los hechos al mismo tiempo que se producen y cuando se trata de comprender a los actores en plena acción que cuando la fiesta ya ha terminado.

La dificultad epistemológica tiene que ver principalmente con tres cosas. En primer lugar, el objeto de análisis (la coyuntura) se presenta como un tema abierto e inconcluso (problema ontológico) cuyo desenlace aún se desconoce y, a pesar de eso, el analista, sin embargo, formula algunas proposiciones con pretensión científica. En segundo lugar, no se conoce todos los datos (problema metodológico) que permiten hacer un análisis riguroso de los hechos y los actores. En el siglo XIX y en gran parte del XX era más fácil conocer los datos de la política que los de la economía. Hoy, por el contrario, es más fácil conocer los datos de la economía que los de la política. Eso se lo debemos a los avances científicos y tecnológicos, al Internet y a la poca transparencia actual de la política. En tercer lugar, la proximidad temporal (problema psicológico) de los hechos y los actores dificulta el control de la subjetividad del analista que se siente tentado a dejar las butacas de observador para ingresar al escenario.

¿En qué medida el hombre o la mujer del año expresan su identidad y despliegan su propia voluntad y sus capacidades individuales a través de las acciones que realizan? ¿O ellos son producto de las circunstancias en las que actúan? ¿O sus acciones y ellos mismos son explicados por los grupos, las generaciones y las clases sociales a las que pertenecen? Para responder estas preguntas hay, por lo menos, tres perspectivas principales de análisis. Una primera sostiene que los individuos proyectan su propia personalidad a través del sentido que le dan a las diversas acciones que desarrollan y construyen, de ese modo, realidades de diversos grados de complejidad (las instituciones, los capitalismos, los estados, etc). Afirma asimismo que las complejidades sociales son reductibles a acción simples con sentido de los individuos. Es la perspectiva del individualismo metodológico. Una segunda perspectiva sostiene que los individuos y sus acciones son explicados o por las clases sociales y generaciones a las que pertenecen o por las circunstancias en las que operan. Los individuos como tales no existen y no explican nada. Ellos son eficaces en sus acciones en la medida que encarnan categorías económicas, sociales, políticas, situacionales. Tengo la impresión que Fujimori y muchos outsiders son el resultado no tanto de sus capacidades como de las situaciones del país en las que actuaron y actúan. Esta es la perspectiva del holismo (totalismo).

Una tercera perspectiva sostiene que los individuos, las clases y las situaciones son actores, que cada uno de ellos tiene su propia lógica de acción y que no pueden reducirse todas las complejidades sociales a acciones individuales con sentido ni las acciones individuales pueden ser reducidas a totalidades sociales y a estructuras. Existen, sin embargo, algunos fenómenos complejos que pueden reducirse a acciones individuales con sentido si las características de uno y otro coinciden. Otros fenómenos complejos son irreductibles a acciones individuales. La riqueza y la pobreza, por ejemplo, no pueden reducirse a meros desempeños individuales (éxito o fracaso de los individuos como cree el liberalismo elemental) pues ellas son producto de relaciones sociales complejas. Esta es la perspectiva del anti-reduccionismo. Estas perspectivas de análisis han sido desarrolladas por tres grandes pensadores clásicos: Max Weber (individualismo metodológico), Carlos Marx (holismo) y Alexis de Tocqueville (anti-reduccionismo). Desde mi punto de vista, Marx es un holista radical en El Capital (Jon Elster ha señalado, sin embargo, que en algunas partes de El Capital -el cambio tecnológico, por ejemplo- es un individualista metodológico), pero en sus escritos políticos es un holista moderado. Sorprenden sus agudos análisis sicológicos de personajes como Napoleón III en El Dieciocho Brumario, Espartero en la Revolución en España y Thiers en la Guerra civil en Francia.

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