EL NEGOCIO DEL TERRORISMO

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Sinesio López Jiménez

Necesitamos ir más allá de los insultos, los vituperios y las descalificaciones; controlar nuestra subjetivad y recuperar la razón para entender el bolondrón que García y el Congreso han armado en torno al MRTA y a APRODEH. Esta exigencia metodológica es necesaria para poner un poco de racionalidad en medio de las pasiones desatadas. Cuando se trata del terrorismo, a los peruanos nos sucede lo mismo que a los franceses cuando hablan de su revolución. Tocqueville, cuyo abuelo fue guillotinado por ser abogado de Luis XVI, afirmaba que no se puede pedir a los franceses que dejen de ser apasionados cuando hablan de la revolución francesa. Y, sin embargo, Tocqueville logró manejarse con objetividad escribiendo uno de los mejores libros sobre la revolución francesa: El antiguo régimen y la revolución. Más allá de la hojarasca necesitamos ir al fondo del debate actual. ¿Qué se discute?. ¿Se discuten acaso las ambigüedades de percepción y de comportamiento frente al terrorismo?. Esas ambigüedades fueron compartidas por todos los políticos en un primer momento. Son abigeos y no terroristas, dijo un presidente de la República. En la izquierda, las ambigüedades fueron peores: ¿Es insurgencia revolucionaria o es terrorismo? Pero todo eso fue superado (a veces con dificultades) cuando todos los políticos (derecha, centro e izquierda) reconocieron que Sendero y el MRTA (que comenzó siendo insurgente) eran fuerzas terroristas, las condenaron y las combatieron. Lo que se discutió luego fue la forma de combatirlas: con el terror o con una lucha política y militar que respetara los derechos humanos. Y en eso ni los políticos ni los militares se pusieron de acuerdo. Ahora estamos pagando las consecuencias. Con el terror, sin embargo, la izquierda (y la gente de buena fe) aprendimos que no hay muertes buenas ni muertes malas sino que todas las muertes producidas por el terror eran y son repudiables y debían ser sancionadas con todo el peso de la ley. Aprendimos la ética universal de defensa de la vida. ¿Se discute acaso la apología del terrorismo? En ese campo hubo de todo. Un presidente de la República llegó a elogiar la entrega, la mística y la heroicidad de los jóvenes senderistas en un célebre discurso en Ayacucho. ¿Recuerda García?. Pero todo eso acabó hace rato con la penalización de la apología del terrorismo, lo que ponía en riesgo con frecuencia la libertad de expresión. ¿Se discute acaso la calificación de Sendero y del MRTA como fuerzas terroristas?. Tampoco. Todos (derecha, centro e izquierda y todas las ONGs desde luego) sostienen que esas fuerzas son terroristas. Eso está escrito en blanco y negro en la carta de APRODEH que ha originado la histeria de la derecha.

¿Qué se discute entonces? ¿Qué irrita tanto al gobierno, a la derecha y sobre todo a los violadores de DD.HH.?. Hay, por lo menos dos cuestiones que asoman solapadamente en este debate. La primera es si los terroristas o acusados de terrorismo, una vez cumplidas sus condenas, recuperan o no todos sus derechos civiles y políticos, entre ellos el derecho de participar activamente en la política (siempre y cuando no reincidan en el terrorismo). A diferencia de la izquierda y del centro, la derecha parece haber decretado su muerte civil y política. La segunda es si el pensamiento disidente (incluido el marxismo) del catecismo neoliberal y de lo que piensa (si piensa) la derecha es un delito. Para la derecha recalcitrante (incluido García), los disidentes, los opositores, los críticos y los movimientos sociales contestarios ponen en peligro el desarrollo económico y la estabilidad política del país y tienen que ser perseguidos, silenciados, insultados, excluidos, penalizados y amenazados con la cárcel. Una de las formas de hacerlo legalmente es vincularlos al terrorismo (de Sendero y del MRTA) que ha sido totalmente derrotado y que sólo opera en una zona limitada en el caso de Sendero (el VRAE). Pero la venganza de los denunciados violadores de los DD.HH., la histeria de la caverna política, la voluntad de reprimir a los movimientos de protesta, el deseo de neutralizar a los opositores, siendo factores importantes, sólo explican parcialmente el intento de García de resucitar el terrorismo. Mi hipótesis es que estamos asistiendo a una operación perversa mayor: el reequilibramiento del resquebrajado gobierno de García apelando al autoritarismo y la recuperación de su legitimidad perdida convocando al terrorismo. Es evidente que García ha fracasado para las clases populares y pobres. Su falta de eficacia y de efectividad para resolver los graves problemas del empleo, la desigualdad, la pobreza y la corrupción le han hecho perder legitimidad y eso lo expone fácilmente a la crisis política y a la inestabilidad. García busca oxigenarse, recomponer su gobierno y recuperar la legitimidad, aglutinando a toda la derecha, convocando a todos los miedos, afiatando a las fuerzas represivas, buscando la unidad nacional y aislando a los opositores. La resurrección y la utilización política del terrorismo constituyen la estrategia para lograrlo. Fujimori es el ejemplo. El terrorismo mataba mucha gente, pero a Fujimori le daba vida (política). El terrorismo para su gobierno fue un buen negocio (económico y político) y la justificación del autogolpe de Estado.

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