Archivo por meses: mayo 2008

CUMBRE, POBREZA Y APROBACION

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Sinesio López Jiménez

García vive un momento pasajero de gloria y de euforia. Quedaron atrás, al menos por ahora, la ira, los insultos, las quejas de incomprensión salpicadas de vez en cuando por la depresión. El punto de viraje comenzó con la Cumbre ALC-UE en la que García tuvo un buen desempeño y pronunció un discurso que iba a contracorriente de lo que viene haciendo como gobernante. La racha siguió el domingo 25 de mayo, fecha en la que el Decano publicó la encuesta de Ipsos APOYO que le daba 9 puntos de incremento en la aprobación ciudadana (35%), especialmente en Lima y en el norte del país. La presentación de la encuesta concluía con un sano consejo al Presidente para superar el tercio de la aprobación ciudadana: “Si quiere avanzar más allá, la política social tendría que mostrar similar eficacia y compromiso presidencial”. Siguiendo fielmente el consejo, el paroxismo llegó el lunes 26 de mayo con una calculada conferencia del prensa en la que el INEI (del señor García) anunciaba que la pobreza había bajado 5.2% en un año (el 2007) y que la extrema pobreza sólo había descendido 2.4%.

Con el consejo a García, Apoyo revelaba que no había encontrado una relación entre la reducción de la pobreza y el incremento de la aprobación ciudadana. Este era principalmente atribuido al lucimiento de García en la Cumbre ALC-UE. Un tercio de los ciudadanos (constituido probablemente por las clases medias y altas) lo aprobaba por la promoción de la inversión privada, por el buen manejo de la economía, porque era diferente al primer gobierno y por haber mejorado la imagen del Perú en el exterior. Pero el 61% (proveniente posiblemente de las clases populares y pobres) lo desaprobaba por la inflación, por no reducir la pobreza y por incumplir las promesas electorales. Pese a ello, es válido preguntarse si existe alguna relación entre el aumento de la aprobación de García y la reducción de la pobreza. Es difícil saberlo con precisión porque no se pueden cruzar las dos variables (reducción de la pobreza e incremento de la aprobación) pues no tienen la misma base de datos. Si se cruzaran, podríamos saber con exactitud no sólo el sentido y el nivel de asociación que ellas presentan sino también la causalidad. Tampoco se puede realizar una aproximación por comparación en el conjunto de las regiones porque la encuesta de Apoyo no es representativa por departamentos como sí lo es supuestamente la del INEI. Las relaciones que se pueden establecer, dados los tipos de datos, no son rigurosas, sino muy laxas. Ello no obstante, mi hipótesis es que no existe una relación fuerte entre la reducción de la pobreza y el incremento de aprobación de García o, para decirlo, con mayor precisión, es probable que existe una relación fuerte en Lima y en la costa norte, pero es posible que en las otras regiones la relación sea débil (centro) o no exista (sur y oriente). Según el INEI de García, sin embargo, la pobreza se ha reducido sobre todo en Lima y en costa, pero también en el sur y, sobre todo, en el oriente, pero el muy bajo nivel de aprobación presidencial en estas dos regiones no se ha movido para nada. ¿Cómo explicar estos desencuentros?. Hay varias explicaciones posibles, pero dos son las más plausibles. Primera, el INEI de García está sobrestimando la reducción de la pobreza en el país en general y en tres regiones en particular. Segunda, si se ha reducido efectivamente la pobreza, es necesario considerar los factores que explican tal reducción. Es probable que en Lima y en la costa norte la reducción se haya producido por aumento del empleo y quizás de los ingresos y en el centro, sur y oriente, la reducción de la pobreza, si los datos son verdaderos, sea obra de las diversas formas de asistencialismo que el gobierno está aplicando como política social. Si este fuera el caso, los pobres creen probablemente, con justa razón, que no están saliendo de la pobreza y, en esa misma medida, no se sienten obligados a premiar a García con su aprobación. En el último artículo sobre el perro del hortelano, García ofreció una penosa y ridícula explicación: la mala información y la ignorancia de los pobres les impiden percibir y entender que su situación de pobreza está siendo superada.

Maquiavelo sostenía que la fortuna (suerte) era mujer y que había que saber tomarla por asalto. Es lo que está haciendo García ahora utilizando el incremento en la aprobación y la reducción en la pobreza para soñar con la prolongación de su mandato hasta el 2015 para reducir la pobreza hasta el 10% de la población. García quiere potenciar la aprobación ciudadana para presionar por la reelección vía reforma constitucional y seguir la ruta de Uribe en Colombia, como alternativa a la ruta fujimorista para entornillarse en el poder. Pero el florentino afirmaba también que la mejor manera de superar los designios de la fortuna era el despliegue de la virtud, esto es, el desarrollo de capacidades excelsas por parte del ciudadano y del político. Entre esas capacidades excelsas están la defensa del bien común, la renuncia a los intereses particulares, la ciudadanía activa, la moderación y la austeridad. Eso es lo que no hace García, salvo el planteamiento de la austeridad como coartada.

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LA METAFORA DE GARCIA.

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Sinesio López Jiménez

El deseo de entornillarse en el poder durante cinco años más para “tener más del doble de asfalto de lo que tenemos” es para García una metáfora. Ahora más que nunca se hace sentir la ausencia de Luis Alberto Sánchez para que le explique a su pupilo, con el humor que lo caracterizaba, lo que es una metáfora. Con sentido pedagógico, Sánchez habría desplegado ejemplos precisos para ilustrarlo mejor, algunos de ellos barrocos y gongorinos (“aquilífero pincel de verrugosa agalla” para denominar al lapicero o “tremendo de la tierra bostezo” para nombrar una cueva) y otros vanguardistas como unos versos de Vallejo que él prefería recitar (“Y si hay algo quebrado en esta tarde,/ y que baja y que cruje,/ son dos viejos caminos blancos, curvos./ Por ellos va mi corazón a pie”/, para aludir al amor que el poeta sentía por sus padres ancianos). Y le habría explicado con ironía que su deseo de permanencia en el poder más allá de los plazos constitucionales no es una metáfora sino una hipérbole de un político ambicioso e incontinente que quiere convertirse en dictador. Más allá de las metáforas y las hipérboles, García ensaya diversas rutas para permanecer en el poder en la entrevista reciente que brindó a El Comercio. Una primera es la reelección que reconoce como un camino imposible porque la Constitución lo prohíbe. Ese reconocimiento es, sin embargo, formal si nos atenemos al conjunto de la entrevista. Todo indica que, in pectore, García desea esa ruta, como Uribe de Colombia, y la recorrería si tuviera en sus manos las condiciones que la hagan posible: una mayoría en el Congreso para reformar la Constitución y un alto nivel de aprobación ciudadana a su gestión. Me parece que voluntad no le falta, como sucede en la mayoría de los presidentes “exitosos” de América Latina desde fines del siglo pasado hasta ahora. Lo que falla es el conjunto de condiciones sociales y políticas que la hagan viable. Como esta vía está bloqueada constitucional, social y políticamente, ensaya una segunda ruta: Un reencuentro con la opinión pública, con los ciudadanos y con lo que, según García, exigen las encuestas (“disolver el Congreso que no hace nada, intervenir el Poder Judicial, dar un aumento de sueldos y salarios, romper los contratos mineros y petroleros”). Reconoce que esa ruta es inútil porque sólo produce “una popularidad efímera”. Le faltó añadir que, además de la Constitución, vulnera los intereses de las clases y grupos sociales para los que hoy gobierna.

Una tercera ruta es la disolución del Congreso siguiendo los procedimientos constitucionales. García la anuncia con todas sus letras: “señores miembros del Congreso, el pueblo pide velocidad y ejecución, señores ministros, vayan al Congreso con estas 10 leyes y hagan cuestión de confianza, me las aprueban. ¡Ya!. No quieren, renuncia el gabinete, y al día siguiente vuelve otro gabinete, no queremos, se autodisolvió el Congreso”. Este camino es difícil pero no imposible, pese a que está atravesado por una serie de vallas. La principal es la voluntad de suicidio del parlamento. Todos o la mayoría se suicidarían, sin embargo, si estuvieran más o menos seguros que, en las elecciones convocadas para elegir un nuevo Congreso, obtendrían ventajas significativas. García anuncia una tercera ruta que es más académica que política y que, en todo caso, tendría vigencia en los futuros gobiernos:”Eso debería solucionarse eligiendo el Congreso en la segunda vuelta electoral para que el jefe de Estado tenga mayoría y se haga responsable y si a los cinco años no cumplió, que lo quemen, lo enjuicien o se olviden de él, pero en este zanfarrancho donde todos tienen pito de arbitro…”. Llama la atención esta última frase porque, en la escena oficial, el único actor es García, iluminado por el faro generoso de la mayoría de los medios: han desaparecido los ministros, el parlamento y ha devaluado a otras instituciones. Finalmente, existe la ruta fujimorista para entornillarse en el poder: Resucitar el terrorismo e inyectarle una vigencia y una vitalidad que no tiene, explotar los miedos del pasado para transformarlos en una exigencia nacional de orden a como dé lugar, presentar a la oposición social y política como aliados potenciales del mismo, atribuir los problemas de gobernabilidad al movimiento social de protesta, a todos los que no creen en la democracia que, según García, son muchos y a los periodistas de oposición que, según él, son la oposición efectiva. Esta tesis suscita una pregunta inevitable: ¿ Esta es la razón de fondo por la que Ud., señor García, bloquea desde la cúspide del poder la presencia en la TV privada y estatal de César Hildebrant, el periodista de mayor influencia y credibilidad del país?. A esto hay que añadir el miedo del 2011 que, ante la ausencia de liderazgos alternativos en la derecha, es un factor que contribuye a fortalecer su voluntad de perpetuación en el poder. García sostiene optimistamente que, con la modernización, la descentralización y las obras, el futuro candidato oficialista no tiene pierde. La verdad, sin embargo, es que la modernización de García (un capitalismo excluyente y sin derechos) no le gana a nadie.

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EL ORDEN DE GARCIA

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Sinesio López Jiménez

En el Perú republicano y en la mayoría de los países de América Latina el orden ha sido construido a la mala: a palos y a balazos. Nunca existieron las buenas maneras. Las fuerzas coercitivas – las fuerzas armadas primero y luego la policía- han sido educadas para disparar y para matar en nombre del orden y la ley. La policía misma, que debiera estar muy cerca de los ciudadanos para protegerlos, ha sido militarizada y armada hasta los dientes. El contraste con el policía inglés, por ejemplo, es impresionante. Sin varas, sin pistolas, sin metralletas y sin tanquetas, la policía inglesa protege al ciudadano, incluso en sus manifestaciones de protesta. Cada inglés es, de alguna manera, un policía de sí mismo: Ha incorporado el orden dentro de su sicología y de su propia cultura. En América Latina, en cambio, el orden está en la metralleta del policía y cuando ésta, por alguna razón, no está presente, el orden desaparece. ¿A qué se debe la diferencia? ¿Obedece a los diferentes tipos de ciudadanos que habitan los países desarrollados y los países atrasados? ¿Se debe acaso también a los diferentes tipos de culturas políticas que los mueven? La explicación hay que buscarla, en gran medida, tanto en el tipo de ciudadanos como en los tipos de cultura política. Los ciudadanos de los países desarrollados tienen todos los derechos (civiles que tienen que ver con la libertad, políticos que atañen a la participación en las decisiones políticas y sociales que aluden al bienestar que produce la sociedad), las mismas garantías (efectivo acceso igualitario, garantizado por el Estado, a todos los derechos reconocidos), todos ellos son iguales ante la ley y a todos (o la mayoría) se les ofrece una igualdad de oportunidades. En AL, en cambio, el acceso efectivo a todos los derechos ciudadanos (reconocidos) es muy limitado, el Estado no los garantiza por igual, no existe igualdad ante la ley ni mucho menos igualdad de oportunidades. En el Perú, por ejemplo, el 40% son ciudadanos de primera (con acceso efectivo, más o menos garantizado, a todos los derechos), el 23% son ciudadanos de segunda (con derechos civiles y políticos y sin derechos sociales) y el 33% son ciudadanos de tercera (con derechos políticos efectivos, pocos derechos civiles y ningún derecho social), más del 90% cree que no existe igualdad ante la ley y más del 50% considera que sus derechos (sobre todo salud, educación, empleo y seguridad) no están plenamente garantizados por el Estado. Justamente los derechos que podrían ofrecer a los ciudadanos una igualdad de oportunidades. Las diferencias de cultura política son también significativas. Mientras en la mayoría de los países desarrollados predomina una cultura cívica, republicana y democrática, en América Latina se han impuesto las culturas de sometimiento a la mano dura y de desinterés por la política (súbdito y parroquial, respectivamente, para usar los viejos conceptos de Almond y Verba) y, lo que es peor, subsiste el patrimonialismo que, entre otras cosas, explica la alta permisivad ante la corrupción.

A través de la cultura política llegamos al problema de fondo: la forma de gobierno de las élites. La cultura política más que una condición que explica a los diversos tipos de régimen político es, en realidad, un producto de sus prácticas, aunque posteriormente se establezca entre ellos una relación circular. Mientras que los regímenes dictatoriales y autoritarios segregan prácticas y culturas autoritarias en su relación con los ciudadanos, los regímenes democráticos generan prácticas y culturas democráticas. Con notables excepciones, en el Perú y en América Latina las élites y los gobernantes han optado a lo largo de la historia republicana por las dictaduras o por el autoritarismo como formas de gobierno y como formas de construcción del orden. No estuvo entre sus proyectos la promoción de un desarrollo inclusivo, la integración de la población a la vida política reconociendo y garantizando todos sus derechos ciudadanos ni la construcción de un orden democrático y de una comunidad política a través de instituciones creíbles, efectivas y aceptadas por todos. Por el contrario, ellas optaron por gobernar para los ricos; excluir a las mayorías de sus derechos, sobre todo de los derechos sociales e imponer el orden apoyándose casi exclusivamente en el monopolio de la violencia del Estado.

En el tema de la construcción del orden, García no es, por desgracia, una saludable ruptura con el pasado sino una lamentable continuidad. Si quieres que los ciudadanos te obedezcan haz que ellos no sólo te teman sino que te amen, aconsejaba Maquiavelo a los príncipes. Si García quisiera economizar la violencia a la que en ciertas ocasiones tiene que apelar el gobierno, tendría que cambiar de políticas económicas, sociales, culturales e institucionales y gobernar no sólo para los ricos sino para la mayoría de los ciudadanos. Pero eso es demasiado pedir a García en su involución conservadora. Esa es una tarea reservada a las oposiciones sociales y políticas, regionales y nacionales, cuya vigencia ha sido negada por García.

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EL MAL DE GARCIA

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Sinesio López Jiménez

Supongo que el estado de ánimo de García fluctúa según los resultados periódicos de las encuestas de opinión. Aunque ponga buena cara a los malos tiempos políticos, la depresión lo debe carcomer por dentro desde hace más o menos un año cuando la desaprobación ciudadana comenzó a ser mayor que la aprobación. Pero también debe gozar con pequeñas alegrías cuando Lima, la conservadora, le inyecta optimismo de vez en cuando con dos o tres puntitos de incremento en la aprobación limeña. Es evidente que la relación de García con las clases populares, pobres y muy pobres es mala y será cada vez peor. La relación, en cambio, con los ricos y las clases medias acomodadas es de cuchi-cuchi. Es probable que los mimos de los satisfechos y muy satisfechos (tienen el estómago y los bolsillos llenos) le levanten el ánimo y compensen en algo su depresión, su frustración y su mal humor. ¿Qué explica estos diferentes estados de ánimo de la población?. La explicación hay que buscarla en los desempeños desiguales de García en el campo económico, en el socio-cultural y en el político. En el campo económico le va bien, pero en el social y en el político le va mal y hasta pésimo. ¿Por qué le va bien en el campo económico?. Aunque la inflación nos roba algunos soles del bolsillo, las razones positivas son varias: Inversiones crecientes de los monopolios, oligopolios y grandes empresas, ligero incremento del empleo y de los ingresos en las zonas donde se produce esa inversión, altas tasas de crecimiento relativamente sostenido desde Toledo en adelante, aumento de la tributación sin reforma impositiva (debido a la bonanza económica), incremento de la demanda interna y desborde loco del consumismo en esas mismas zonas. ¿Este éxito es obra de García?. No. Sucede que la economía de mercado es gobernada, como ha dicho mi amigo Rafo León, con una imagen feliz y precisa, por un piloto automático desde Fujimori en adelante. En la economía no tenemos presidente: tenemos un piloto automático. Si algún mérito tiene García en este campo para los sectores A y B es reprimir sus deseos de reemplazar al piloto automático. Los sectores acomodados premian los deseos reprimidos de García.

En el campo social y político, que debieran ser su campo privilegiado por afición y profesión, García ha mostrado una incapacidad sorprendente. Como es normal, eso produce malestar y descontento en la mayoría de la población. El itinerario de la desafección de los gobernantes con los gobernados ha sido descrito y analizado con mucha claridad por Juan Linz, profesor de la Universidad de Chicago, examinando la manera como se quiebran las democracias. La cosa comienza con la falta de eficacia de los gobernantes para tomar decisiones que resuelvan los problemas más importantes de la gente (empleo, precariedad del empleo, ingresos bajos, desigualdad creciente, pobreza y extrema pobreza, corrupción), sigue con la incapacidad de hacer efectivas las pocas decisiones que se toman (fracaso del shock de inversiones, incapacidad del gasto público, incuria en la reconstrucción del sur, etc), viene luego la inevitable protesta social y, con ella, la desaprobación y la pérdida de legitimidad de los gobernantes. Este es un primer aviso de los ciudadanos. Si los gobernantes persisten en el error, entonces viene el huaico: crisis de gobernabilidad del país y amenaza de quiebre de la democracia. Todo este itinerario de desafección puede terminar en la caída del gobierno o en el reequilibramiento del mismo. García ha recorrido ya la mitad del camino de Damasco.

Lo que sostengo es que, para evitar la caída, García está ya apostando al reequilibramiento, pero no le interesa el reequilibramiento democrático, promoviendo el empleo de calidad y un salario digno, introduciendo una política distributiva por el lado de la reforma tributaria, desplegando agresivas políticas de desarrollo de capacidades (educación y salud), reorientando sus políticas de lucha contra la pobreza, respetando los derechos de los ciudadanos y de los trabajadores, evitando la criminalización de la protesta social. Por el contrario, García está intentando organizar un reequilibramiento autoritario con el apoyo de la derecha, del fujimorismo, de los cavernícolas mediáticos, de los grandes empresarios, de las FF.AA. y con el visto bueno del mundo, especialmente de Europa. Con este fin busca resucitar el terrorismo y convocar a todos los miedos del pasado. Como no puede o no quiere reelegitimarse por medio de las políticas sociales y las medidas democráticas, busca hacerlo por medio del terrorismo y del autoritarismo, dos hermanos enemigos. Mismo Fujimori. Espero que el Viejo Continente, después de haber vivido las peores experiencias totalitarias, rechace los experimentos fascistoides de García. Destino trágico el de nuestro país: Mientras más crece la economía, más aumenta la desigualdad y la pobreza, sobre todo en la sierra y en la selva. Esto es lo que genera lo que llamo el mal de García: Mientras más crece la economía, más impopular se vuelve o, lo que es lo mismo, mientras más lo aman los ricos, más lo detestan las clases populares y pobres.
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EL NEGOCIO DEL TERRORISMO

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Sinesio López Jiménez

Necesitamos ir más allá de los insultos, los vituperios y las descalificaciones; controlar nuestra subjetivad y recuperar la razón para entender el bolondrón que García y el Congreso han armado en torno al MRTA y a APRODEH. Esta exigencia metodológica es necesaria para poner un poco de racionalidad en medio de las pasiones desatadas. Cuando se trata del terrorismo, a los peruanos nos sucede lo mismo que a los franceses cuando hablan de su revolución. Tocqueville, cuyo abuelo fue guillotinado por ser abogado de Luis XVI, afirmaba que no se puede pedir a los franceses que dejen de ser apasionados cuando hablan de la revolución francesa. Y, sin embargo, Tocqueville logró manejarse con objetividad escribiendo uno de los mejores libros sobre la revolución francesa: El antiguo régimen y la revolución. Más allá de la hojarasca necesitamos ir al fondo del debate actual. ¿Qué se discute?. ¿Se discuten acaso las ambigüedades de percepción y de comportamiento frente al terrorismo?. Esas ambigüedades fueron compartidas por todos los políticos en un primer momento. Son abigeos y no terroristas, dijo un presidente de la República. En la izquierda, las ambigüedades fueron peores: ¿Es insurgencia revolucionaria o es terrorismo? Pero todo eso fue superado (a veces con dificultades) cuando todos los políticos (derecha, centro e izquierda) reconocieron que Sendero y el MRTA (que comenzó siendo insurgente) eran fuerzas terroristas, las condenaron y las combatieron. Lo que se discutió luego fue la forma de combatirlas: con el terror o con una lucha política y militar que respetara los derechos humanos. Y en eso ni los políticos ni los militares se pusieron de acuerdo. Ahora estamos pagando las consecuencias. Con el terror, sin embargo, la izquierda (y la gente de buena fe) aprendimos que no hay muertes buenas ni muertes malas sino que todas las muertes producidas por el terror eran y son repudiables y debían ser sancionadas con todo el peso de la ley. Aprendimos la ética universal de defensa de la vida. ¿Se discute acaso la apología del terrorismo? En ese campo hubo de todo. Un presidente de la República llegó a elogiar la entrega, la mística y la heroicidad de los jóvenes senderistas en un célebre discurso en Ayacucho. ¿Recuerda García?. Pero todo eso acabó hace rato con la penalización de la apología del terrorismo, lo que ponía en riesgo con frecuencia la libertad de expresión. ¿Se discute acaso la calificación de Sendero y del MRTA como fuerzas terroristas?. Tampoco. Todos (derecha, centro e izquierda y todas las ONGs desde luego) sostienen que esas fuerzas son terroristas. Eso está escrito en blanco y negro en la carta de APRODEH que ha originado la histeria de la derecha.

¿Qué se discute entonces? ¿Qué irrita tanto al gobierno, a la derecha y sobre todo a los violadores de DD.HH.?. Hay, por lo menos dos cuestiones que asoman solapadamente en este debate. La primera es si los terroristas o acusados de terrorismo, una vez cumplidas sus condenas, recuperan o no todos sus derechos civiles y políticos, entre ellos el derecho de participar activamente en la política (siempre y cuando no reincidan en el terrorismo). A diferencia de la izquierda y del centro, la derecha parece haber decretado su muerte civil y política. La segunda es si el pensamiento disidente (incluido el marxismo) del catecismo neoliberal y de lo que piensa (si piensa) la derecha es un delito. Para la derecha recalcitrante (incluido García), los disidentes, los opositores, los críticos y los movimientos sociales contestarios ponen en peligro el desarrollo económico y la estabilidad política del país y tienen que ser perseguidos, silenciados, insultados, excluidos, penalizados y amenazados con la cárcel. Una de las formas de hacerlo legalmente es vincularlos al terrorismo (de Sendero y del MRTA) que ha sido totalmente derrotado y que sólo opera en una zona limitada en el caso de Sendero (el VRAE). Pero la venganza de los denunciados violadores de los DD.HH., la histeria de la caverna política, la voluntad de reprimir a los movimientos de protesta, el deseo de neutralizar a los opositores, siendo factores importantes, sólo explican parcialmente el intento de García de resucitar el terrorismo. Mi hipótesis es que estamos asistiendo a una operación perversa mayor: el reequilibramiento del resquebrajado gobierno de García apelando al autoritarismo y la recuperación de su legitimidad perdida convocando al terrorismo. Es evidente que García ha fracasado para las clases populares y pobres. Su falta de eficacia y de efectividad para resolver los graves problemas del empleo, la desigualdad, la pobreza y la corrupción le han hecho perder legitimidad y eso lo expone fácilmente a la crisis política y a la inestabilidad. García busca oxigenarse, recomponer su gobierno y recuperar la legitimidad, aglutinando a toda la derecha, convocando a todos los miedos, afiatando a las fuerzas represivas, buscando la unidad nacional y aislando a los opositores. La resurrección y la utilización política del terrorismo constituyen la estrategia para lograrlo. Fujimori es el ejemplo. El terrorismo mataba mucha gente, pero a Fujimori le daba vida (política). El terrorismo para su gobierno fue un buen negocio (económico y político) y la justificación del autogolpe de Estado.

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