El mundo actual del trabajo es un buen mirador para observar lo que sucede con el capitalismo en los tiempos de García. En efecto, lo que está pasando en el mundo del trabajo dice mucho del capitalismo que tenemos delante en términos del nivel de desarrollo alcanzado, de su escasa capacidad de integración social, del tipo de capitalismo, de las estrategias utilizadas para ahorrar costos laborales y para neutralizar la acción colectiva de los trabajadores, de las expectativas y frustraciones que genera. Pese a que la encuesta de la PUCP no es nacional sino limeña, ella alcanza a revelar algunas características básicas del capitalismo en el Perú en general y en Lima en particular.
Generalmente existe una relación directa entre el nivel de desarrollo y el tamaño del trabajo asalariado: A más desarrollo, más porcentaje del trabajo asalariado y a menos desarrollo, menos trabajo asalariado. Los países desarrollados, a diferencia de los que no lo son, tienen un mayor número de trabajadores asalariados tanto en el campo productivo como en el campo no productivo. Lo que ha pasado en el capitalismo avanzado es que el trabajo no productivo asalariado ha crecido más que el productivo. El tamaño del trabajo asalariado limeño (14% en el sector privado y 5% en el estado, según la última encuesta de la PUCP) es un buen indicador del bajo nivel de desarrollo alcanzado por el capitalismo en el Perú.
El 38% de trabajadores independientes, que debe estar subestimado y escondido en los rubros de ama de casa y de estudiante, revela la poca capacidad de integración social de la economía de mercado y muestra más bien sus características de exclusión económica. Es probable que estemos frente a un capitalismo que es intensivo en capital y muy ahorrador de mano de obra. Esto se expresa en la mayor velocidad del crecimiento del PBI y el débil crecimiento del empleo. En los últimos 5 años el país ha crecido 20% y Lima, 22.1% (Efraín Gonzales de Olarte dixit), pero el empleo no ha crecido en la misma magnitud y con la misma velocidad y, obviamente, tampoco han crecido los sueldos y salarios. Y eso que estamos mostrando lo mejor de la vitrina: Lima. Pero ¿qué pasa con el empleo en regiones que decrecieron en el mismo período -12.6% como Ayacucho?.
El hecho que sólo el 12% de los trabajadores sean considerados estables en planillas, que el 72% de los limeños no tenga seguro, que el 75% no tenga derecho a la jubilación, que sólo el 17% tenga CTS, que el 68% no tenga derecho a vacaciones, que el 74% no tenga derecho a gratificaciones revela que no sólo estamos frente a un capitalismo deficitario sino, sobre todo, salvaje que no le interesan los derechos de los trabajadores y que más bien ha restaurado las épocas ya superadas del capitalismo sin derechos y sin democracia. No es casual, por eso, que una de las reivindicaciones centrales de los trabajadores mineros en estos días sea la eliminación de los llamados services y de la condición de los trabajadores de servicios no personales que reinstalan la servidumbre en el corazón mismo del capitalismo y del estado. En realidad, lo que los mineros están planteando es pasar de un capitalismo salvaje a un capitalismo democrático. No es casual tampoco que, frente a la precariedad actual del empleo, la demanda más sentida de la gente sea la estabilidad en el empleo, sobre todo en los sectores populares y pobres de Lima Metropolitana. A diferencia de lo machaconamente dicen los voceros del gobierno y la prensa conservadora, el 71 % de los limeños, independientemente del género, la edad y el estrato social, creen que los trabajadores peruanos están poco o nada protegidos. En la misma línea de reflexión, es poco alentadora la imagen que la gente tiene de los empresarios peruanos: son poco innovadores (37%), piensan poco en el país (45%), son poco honestos (64%), respetan poco los derechos de los trabajadores (55%).
El rasgo más distintivo del capitalismo actual es, sin embargo, la capacidad que ha tenido para reestructurar el mundo del trabajo y, a través de él, del trabajo asalariado y de la clase obrera. Esta ha sido fragmentada y dividida en una serie de situaciones: asalariados, servicios personales, servicios no personales, trabajadores por contrato a plazo fijo, services, etc. Lo que motiva esta fragmentación es probablemente la disminución de los costos laborales, por un lado, y el bloqueo de la acción colectiva de los trabajadores asalariados, por otro. En efecto, esta fragmentación desarticula los intereses comunes, diversifica los adversarios y los conflictos, rompe la comunicación y hace difícil, sino imposible, la construcción de plataformas comunes de acción colectiva. Todo esto se expresa en el debilitamiento –en la realidad social y política y en la conciencia de la gente- de los sindicatos como instrumentos de defensa de los derechos de los trabajadores.
Pese a que las posibilidades de encontrar trabajo ahora, en comparación con los 5 años anteriores, siguen siendo peores (39%) o iguales (34%), independientemente del género y del estrato social, y que la protección laboral tampoco ha mejorado, los limeños creen que su situación económica ha mejorado y se sienten un poco más optimistas frente al futuro: las expectativas de posible mejora dentro de 12 años han pasado de 28% en 2005 a 49% en el 2007. Estas cifras preocupan porque las frustraciones pueden ser mayores.