Isabel Oré León tiene 19 años y sufre las secuelas de una meningitis. Su humilde familia la atiende como puede, pero necesitan una silla de ruedas para movilizarla.
Por Gabriela Machuca Castillo
Hace 10 años, el profesor Eleuterio Oré Yllaconza llegó a la redacción central de este Diario para hacer público un pedido a las autoridades del Ministerio de Educación. En la ciudad en la que vivía, Huancayo, se le había informado que sería trasladado a otra jurisdicción, por lo que tendría graves problemas para atender a su hija Isabel, diagnosticada en 1998 con meningoencefalitis viral. Él solicitaba que se reconsiderara su reubicación para apoyar la rehabilitación de su niña de 9 años, y afortunadamente así se hizo. Se quedó en la capital de Junín.
En aquella ocasión, además, el Ministerio de Salud le regaló a la pequeña Isabel una silla de ruedas con la que sus padres pudieron movilizarla por más de una década. Sin embargo, hace unos meses, ese útil aparato cayó por una quebrada mientras era transportado en la tolva de una combi, allá en el centro del país.
Isabel, hoy con 19 años, es una joven encantadora. Ella no puede mover gran parte de su cuerpo producto del virus que atacó su cerebro, tampoco habla, pero vaya que se expresa con la mirada y con los sonidos que emite. Muchos de los médicos que la vieron la desahuciaron debido a la gravedad de su condición. No obstante, la dedicación de Eleuterio y su humilde familia ha logrado que en todos estos años ella supere ese estado de inmovilidad total en el que se encontraba en la etapa inicial de su padecimiento. Ahora dobla las rodillas y los pies, aunque no es capaz de sostener su propio peso.
Sonríe cuando escucha que se habla de lo aficionada que es de las telenovelas, pero llora cuando oye a su padre recordar el momento en que quedó atrapada en un cuerpo del que no tiene control. Eleuterio también llora. Han pasado 12 años desde que ella enfermó y está agotado. No puede dormir porque tiene que cambiarla constantemente de posición y ahora tiene que llevarla cargada a todos lados debido a que su silla no funciona más. Por eso volvió el lunes, desde el Mantaro, a esta redacción.
“No quisiera que se piense que me quiero aprovechar. Esa silla era todo para nuestra familia porque podíamos mover a mi hija de un lado a otro. He tratado de arreglarla, le he comprado pernos, pero nada. Ya no sirve. Y con mi sueldo no puedo comprar una nueva”, cuenta Eleuterio mientras procura que su hija no se resbale de su asiento.
Si usted desea ayudar a Eleuterio y a la pequeña Isabel, puede hacerlo donando una silla o dinero para que realice terapia dirigida por expertos. Para comunicarse con él, puede llamar a los teléfonos 99672-8135, 99121-2438 o al 326-0099.
Fuente: elcomercio.pe