Una empresa navarra es la única en España que hace accesible el cine reciente para ciegos y sordos. Al principio tuvieron que explicar a las personas con discapacidad que tenían una nueva opción de ocio. Ahora, exportan sus cintas a otras ciudades.
UNA vez al mes, aproximadamente, se produce un pequeño milagro en Pamplona. Los ciegos ven películas, y los sordos las oyen. No en sentido literal, pero casi. Una vez al mes, aproximadamente, hay una sesión que termina con un gran aplauso en la sala de cine, un lugar donde las expresiones emocionales de este tipo ya están desterradas.
Y todo comenzó un poco por casualidad. En 2003 se celebraba el Año Europeo de las Personas con Discapacidad. La Asociación Navarra de Retinosis Pigmentaria -ahora Asociación Retina Navarra- propuso al incipiente Festival de Cine de Pamplona hacer algo para integrar en el cine a las personas con discapacidad. El certamen había nacido en el 2000 pero precisamente ese año 2003 pasó a manos del equipo actual. “No teníamos ni idea y lo que hicimos fue investigar”, comenta Dimas Lasterra, su director.
Pensaron que alguien lo tenía que haber hecho antes, pero se encontraron con un territorio casi virgen. “Apenas existía un pequeño experimento de la ONCE, pero nadie lo estaba haciendo en salas de cine, ni de manera profesional”, cuenta Lasterra.
Así que al principio bebieron del teatro. Empezaron en la propia sala de proyección, con unos subtítulos algo precarios hechos en Power Point y un narrador que iba retransmitiendo en directo lo que iba viendo. Los ciegos seguían sus explicaciones a través de auriculares. Pero, no se podía dar al pause para que tuviera tiempo de contarlo. Había que pensar en enlatar el producto.
Cogiendo una cosa de aquí y otra de allá, Lasterra y la gente de Navarra de Cine inventaron su propio método de trabajo, y siguen hoy en día avanzando en sus propios desarrollos tecnológicos.
Iñaki Arrubla es el encargado de escribir un guión paralelo de cada película, con los subtítulos y la audiodescripción. Para esto último busca los tiempos muertos, lo que ellos llaman “bocadillos de sonido”, es decir, los silencios intercalados en los diálogos, apenas unos segundos, para introducir las indicaciones. “Las películas dramáticas, o las históricas, suenen ser buenas; las comedias son peores, porque hablan más y más rápido”, señala Arrubla. Woody Allen es nefasto. Sólo da tiempo a colar “en la cama”, “por la ventana” o indicaciones telegráficas parecidas, en medio de los diálogos de los personajes, que normalmente no callan ni debajo del agua. Cierto es que tampoco es necesario explicar más.
Hay cintas relativamente sencillas, como Yo, también, en la que intervienen dos personajes, pero también superproducciones como Ágora. Arrubla vio ocho veces esta última y tardó tres semanas en escribir las 50 páginas de su guión paralelo. Con una de Woody Allen le salen unas 20 páginas. Para el subtitulado, por su parte, se emplea un código de colores. Los asistentes ya saben, por ejemplo, que los diálogos en amarillo son del protagonista.
Navarra de Cine, la pequeña empresa de cinco trabajadores con sede en el polígono industrial de Mutilva Baja, se dirige al espectador final, pero también a la industria del cine. Al principio todo eran portazos. “Hace cinco años íbamos a pedir subvenciones y las carcajadas se oían desde California”, comenta Arrubla. ¿Una pequeña empresa navarra pidiendo copias de peliculones sin estrenar para trabajar sobre ellas? En el caso de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, las gestiones se empezaron seis años antes del estreno en Los Ángeles. Ahora están hablando con Sony sobre los trabajos del próximo septiembre. El caso es que la industria finalmente les abrió las puertas y hoy colaboran con Universal, Sony, Manga Films, Filmax, Warner Bros y Notro Films. Y el mismo día que Pedro Almodóvar presentaba en riguroso estreno Los abrazos rotos en la calle Fuencarral de Madrid, Dimas Lasterra hacía lo propio en Pamplona.
Ya que no se pueden adaptar todas las películas, la empresa intenta buscar los títulos a priorimás interesantes. Con el cine español suelen dar en el clavo. En el catálogo de este año tienen siete películas que luego han sido nominadas para los Goya: Celda 211, Los abrazos rotos, Ágora, Planet 51, Pérez, el ratoncito de tus sueños, Pagafantas y Yo también.
Pero el trabajo no acaba aquí. En 2007 se les unió la Fundación Orange y nació el proyecto Cine Accesible. Y hoy, Navarra exporta cine accesible. Además de una proyección mensual en Pamplona, la empresa se ha unido a una serie de socios locales que patrocinan las exhibiciones en sus ciudades. Las ha habido en más de veinte, desde Sevilla a Ponferrada, pasando por Las Palmas, Madrid, Bilbao, Zaragoza, Mérida o Barcelona. Más de 10.000 personas han visto alguna de las películas adaptadas en Mutilva.
A cada proyección de éstas van con uno de sus tres equipos portátiles y la pantalla donde proyectar los subtítulos, de 5 metros por 0,50, que se monta en apenas 20 minutos debajo de la pantalla grande. En Pamplona el Ayuntamiento y Caja Navarra colaboran con la exhibición, que organizan Retina y Navarra de Cine y promueve la Fundación Orange. Los espectadores no pagan un duro. Después, se comercializan las películas en DVD, con un pequeño logotipo distintivo en la carátula. Es la única empresa de estas características en España. “Esto empieza a funcionar”, resume Lasterra, que sigue dirigiendo el festival de cine. Eso sí, con sus secciones oficiales adaptadas.
Gustos dispares
Una premisa era que todos, ciegos, sordos, y personas sin discapacidad asistieran a la misma proyección, juntos. “El objetivo es que no haya guetos”, dicen.
Ahora que conocen la experiencia, sin embargo, no siempre los gustos coinciden. “Los ciegos prefieren películas del tipo de Los Abrazos Rotos, interpretaciones con calidez y con calidad, y con huecos para meter la narración. Los sordos prefieren Slumdog Millionaire, o de acción, Sherlock Holmes, por ejemplo, porque lo están viendo, y lo que necesitan es simplemente entender lo que pasa”, explica Arrubla. Siempre hay alguien que va por primera vez, y les da la enhorabuena.
Alguien podría pensar que no tiene sentido que un ciego vaya al cine a escuchar una película, que lo podría hacer en su casa. Los asistentes lo desmienten. “Es como cuando las abuelas hacían calceta y oían las radionovelas, recuerda Lasterra. ” Es exactamente lo mismo, la imaginación juega un papel muy importante”, añade.
“En la sala es mucho más impactante que ponerla en casa, las condiciones, el ambiente, vas cogiendo todo eso, los detalles, la sala te atrapa”, explica José María Casado Aguilera, de 56 años, presidente de Retina Navarra y asiduo cinéfilo. “Me encanta, además está muy lograda la audiodescripción, Ágora me encantó”, dice nada más salir de Planet 51, la semana pasada, en los Golem Baiona de Pamplona.
En Planet 51 sus habitantes son verdes y todo es redondo. Un homenaje al platillo volante. Los coches, las casas, las ventanas, el ayuntamiento, el cine… ni una línea recta en esta película peculiar. Es española, pero hecha como las grandes películas de animación estadounidenses, con vocación de llegar a todo el mundo. Por eso el astronauta que llega a ese reino de la redondez es un cuadriculado astronauta estadounidense, que sin embargo acaba encajando perfectamente.
En la proyección apenas se nota nada diferente con otra sesión. Quizá un poco más de ruido de bolsas de chuches. Y muchas risas, muchas más que en una sin adaptar. Cuando un personaje revela que le daba gelatina a su hamster para que cagase gominolas, por ejemplo, son auténticas carcajadas las que se oyen. Las toses infantiles se mezclan con las risas de persona mayor.
Los subtítulos a veces sorprenden por su gran precisión: “(música de Así habló Zaratrustacompuesta por Strauss)”, pone en referencia a la música de 2001: Odisea en el espacio. O “(Canción Macarena cantada por Los del Río)”, se precisa, para describir el toniquete del que uno de los extraterrestres de la película dice: “Jamás había visto un arma tan terrible”.
Allí estaba Iñaki García Enériz, monitor de ocio de Aspace. Asiste una vez al mes cinco o seis personas con parálisis cerebral del Centro Ramón y Cajal . “Aprovechan para verlo con toda la gente, vienen encantados”, señalaba. “Que la gente vea personas en el cine que no pueden venir de normal”, apuntaba por su parte Irene Aspurz Gayarre, miembro de Retina Navarra.
A sus 4 años de edad, Angelina Dellefiane y Marilyn Cecibel Manrique Irureta tienen implantes cloqueares, un aparato electrónico que se coloca en el oído interno para ayudar a pacientes con sordera neurosensorial. Sus madres, María José Irureta Gamio y Liliana Chu García, se conocieron en la asociación Eunate. Las cuatro vieron la película. “Les gusta mucho, lo disfrutan, la niña oye un poco y se apoya en señas”, explica Irureta. “Es que todos vivimos en el mismo mundo”, añade su amiga. Pues eso.
Fuente: diariodenavarra.es