Archivo por años: 2010

06/12/10: El monorriel del Cerro San Cristóbal

El cerro San Cristóbal puede asegurar que se sabe todas las de Lima. Desde las alturas, imponente, ha observado el desarrollo de la capital, sus peripecias y sus años mozos. En tiempos prehispánicos fue el “apu” del valle del Rímac.

Monorriel al cerro San Cristóbal funcionó tres años.

Desde siempre, subir a su cumbre significaba un esfuerzo casi sobrehumano, por el pesado y agitado escalamiento que entendía subir una pendiente de más de 400 metros. No fueron pocos los que sugirieron buscar un medio más fácil para ascender a la cima.

A inicios del siglo XX se elaboró el proyecto de la instalación de un monorriel. Fue en 1912, durante la gestión como alcalde de Guillermo Billinghurst. Los planos fueron aprobados por el gobierno y se construyó la obra entre el Paseo de Aguas y la cima del cerro. Un extenso cable jalaba las faldas del cerro un portasillas de fierro, en donde cabrían unas seis personas cómodamente sentadas.

Lamentablemente, el mantenimiento y el alto costo de su construcción resultaron perjudiciales para su administración, ya que poca gente lo utilizaba. Estuvo activo solo unos tres años, quedando de recuerdo algunas fotos donde se pueden apreciar dosmodelos del sistema y el coche levadizo. Ver fotos de Courret de 1912.

El monorriel al cerro San Cristóbal tenía como punto de partida el Paseo de Aguas para luego terminar en la cima del “silencioso testigo de nuestra historia”. Leer más »

05/12/10: Retrofoto: el Palacio Municipal de Lima

Inauguramos esta sección “Retrofoto” del blog con la foto del Palacio Municipal de Lima en las primeras décadas del XX. La retrofoto nos permite apreciar cómo se vería en nuestros días el Palacio Municipal (en la colonia conocido como el Cabildo de Lima) si hubiese mantenido aquella fachada hasta hoy.

Retrofoto

Fachada del Palacio Municipal de Lima, de finales del XIX hasta 1923, insertada junto a los edificios actuales de la Plaza Mayor. Retrofoto: Alex Cruz.

Hoy

Actual fachada del Palacio Municipal de Lima (ahora Municipalidad Metropolitana de Lima), en el Jirón de la Unión, Centro Histórico de Lima. Foto: Blog Lima la Única.

¿Por qué cambio de fachada?
La fachada del Palacio Municipal de Lima que observamos en la retrofoto permaneció en Lima hasta 1923, cuando un incendió quebrantó la pasividad de sus instalaciones. Sin embargo, por suerte, el archivo no sufrió mayores pérdidas. Por ejemplo, se salvaron valiosos documentos como el Acta de Fundación de la Ciudad, el reparto de solares que el hizo el Conquistador don Francisco Pizarro y el Acta de Independencia. Este incendio dio lugar a la construcción del moderno edificio que se conoce hoy.

Este siniestro provocó el traslado de sus oficinas al local del Palacio de la Exposición (actual Museo de Arte de Lima), ubicado en el Paseo Colón, hasta que en 1939, siendo Alcalde de Lima Eduardo Dibós Dammert, el Presidente de la República General de División EP Óscar R. Benavides dispuso la construcción del palacio municipal actual. Encargado el Ministerio de Fomento de la obra, se convocó a un concurso de arquitectos y obtuvo el primer premio el proyecto presentado por los arquitectos Emilio Harth Terré y José Álvarez Calderón, pero el proyecto ganador sería modificado al momento de su ejecución (Wikipedia 2010).

Fachada antigua del Palacio Municipal antes del incendio del 3 de noviembre de 1923.

Aunque el Palacio Municipal de antaño sea de muy majestuosa arquitectura, asegura Alex Cruz, “no siempre lo antiguo fue mejor, (…) lo mismo se puede decir del Palacio de Gobierno actual. Esta recreación es solo para tener una idea de cómo fue y no trata de afirmar si el actual es mejor o no”. Alex , el autor de esta retrofoto, no duda en mostrar sus preferencias al añadir que “el nuevo Palacio Municipal me gusta mucho más”. Leer más »

01/12/10: Tacora y la historia del mercado de La Victoria

Sigue allí, imbatible, desafiando al tiempo y a las autoridades. Muchas veces trató de ser eliminado y el actual municipio (a cargo de Castañeda) estuvo a punto de lograrlo.

Tacora, ubicada en las cuadras iniciales de la avenida Aviación (Urbanización Manzanilla, La Victoria), es un populoso y peligroso mercado que cuenta con más de cincuenta años de antiguedad, donde se comercia con objetos “ajenos”. Andar por estos lares es una prueba a la valentía y salir intacto, una oda al arrojo. “Cuando uno camina por sus calles se siente perseguido, que desde la puerta del callejón que acabas de pasar ya te están chequeando. Parecen francotiradores hambrientos. Uno así camina paranoico y hasta se olvida del fétido olor que emana de aquellos peculiares personajes, “los Cachineros” de La Victoria” (Carlos Narciso 2007).

Tacora, zona de venta de artículos de dudosa procedencia, está ubicada en las primeras cuadras de la avenida Aviación, La Victoria. Durante la alcaldía de Alberto Andrade existieron siete bandas de “cogoteros” extendidas por la mencionada avenida. Foto: Energía Limpia.

La historia del mercado de la Urbanización Manzanilla, Tacora, es la historia del asentamiento de sectores populares en la capital, de procedencia provinciana, quienes, ante la necesidad de insertarte en el mercado nacional, recurren a la informalidad que ofrece la venta de productos “negros”, sin procedencia conocida. Se trata, pues, de la presencia de la cultura “chicha” (llamada así por el género musical de ritmo tropical y andino). A pesar de que no se pueda justificar estos actos, el Estado, como ente mayor, ha fracazado en la integración de estos sectores de pequeña empresa -pujante y con admiración por triunfar- en el proyecto de unidad economía nacional.

Por Tacora no es difícil escuchar narraciones como la siguiente: “(…) el burdo mercadillo de Manzanilla, más conocido como Tacora se ha disipado para dar paso, como cada tarde, inexorablemente, a los individuos más respetados de este barrio de pesadilla: los hampones. Los resignados “cachineros” (ladinos mercaderes recicladores) empujan sus triciclos o carretillas con la rapidez de quien transporta su mayor tesoro. Y los asiduos compradores huyen espantados de estas peligrosas hordas que llegan con el ocaso” (César Jesús 2007).

“Un cojudo me robó mi celular que él nunca hubiera podido comprar se corrió el hijo de p… al siguiente día lo encontré y le saqué su miércoles cojudos maricones…. aprendan a pelear …. vallan (vayan) a trabajar que a parte de inútiles lacras sociales dan una aimagen (imagen) asquerosa al país” (tildes han sido añadidas). Anónimo.

“Yo la verdad no culpo a los pirañitas, ya que lo hacen sin querer. Será por el hecho que no tenga para comer. Lo que falta es educación. Si hay más educación y trabajo no pasaría eso” (tildes han sido añadidas). Anónimo.

¿Por qué Tacora?
A esta zona se la conoce como Tacora porque antes funcionaba un emporio de autopartes robadas (“Tacora Motors”, como se la apodaba en los setentas), y ya desde ese momento era un lugar peligroso para circular. Tacora se originó cuando uno que otro comerciante se estableció allí para vender cosas usadas.

Poco a poco fue creciendo, hasta que en la década del sesenta se convirtió en un verdadero “mercado persa”, donde se ofrecía de todo: baratijas, repuestos viejos, zapatos y vestidos usados, juguetes, artículos deportivos, todo de dudosa procedencia. La atracción de ese congestionado mercado eran los precios sumamente bajos y la seguridad de que allí, en ese vasto escenario, se encontraría lo que las tiendas de Lima no ofrecían.

En la actualidad, todavía se trabaja con todo tipo de material, se pone en venta cualquier artefacto, se comercializa hasta con el alma. “Hombres y mujeres, la mayoría gente humilde, empobrecida al máximo, venden de todo: zapatos viejos, revistas pasadas, bicicletas en desuso, vestidos estropeados, fierros y maderas desechadas, repuestos, piezas de vehículos, puertas de casas derrumbadas, ventanas, lámparas, cubiertos, muñecas antiguas y maltratadas, objetos pornográficos amarillentos y pasados de moda, trajes de novia, etc.” (La República 2002). Tacora, lugar por excelente donde todo se consigue y adquiere, pero no de procedencia del todo honesta.

No hay galerías como en Mesa Redonda o en Gamarra, ni locales comerciales, ni talleres, ni tiendas levantadas improvisadamente. Se trata de un gran espacio abierto, de tres cuadras muy amplias, donde los comerciantes exponen sus productos extrañamente conseguidos, productos sin mayor valor (ibíd). El riesgo de que suceda un incendio que arrase con todo es menor, pero sí existe una amenaza latente: “puede desatarse una epidemia por la suciedad y la promiscuidad existentes, pueden y de hecho ocurren hechos delictuosos, un sismo puede producir el terror colectivo y una mortandad” (ibíd).

Alrededores de Tacora. Foto: César Panizo.

La delincuencia es evidente. Toda la muchachada bravía de los Barrios Altos, La Victoria, Rímac, etc. se juntan diariamente alrededor de las tres cuadras de Tacora para hacer de las suyas. Se ha visto en los noticieros en más de una vez cómo cogotean a los transeúntes. Sin embargo, esa actividad ha dejado de ser constante. Con el paso del tiempo, la Municipalidad ha posicionado a sus trabajadores a nuevos centros comerciales y a los amigos de lo ajeno, por otro lado, a lugares donde puedan estudiar y trabajar decentemente. Según la Policía, Tacora ya no es tan peligrosa como hace “una treintena de años”. En el 2005 más de 300 agentes impiden que cientos de comerciantes se instalen en la vía pública. Desalojados vendedores desafían a las autoridades y toman calles aledañas. Dos años después la tristemente célebre Tacora empieza a cambiar de rostro por obras de comuna limeña.

Se han impulsado normas nuevas que incentivan la formalización de estos ciudadanos. La reciente ley General de Recicladores (2009), 29419 “da la oportunidad para que los que trabajan de recicladores de manera informal, se formalicen, se agrupen, aprovechen los beneficios de la economía de escala, negocien mejores precios a los productos reciclados que venden y además constituyan PYMES y entidades registradas como cualquier otro pequeño empresario del mercado” (Energias Limpias 2010). En abril del 2010 los recicladores de Tacora se reunieron para empezar a formalizarse. Buena iniciativa.

De cuando los ricos iban a Tacora
Yo estuve en trabajando en Tacora mucho tiempo, desde el 54. Yo hacía canastillas de triciclo, tiraba bastante esa vaina. Pero como incendiaron a Tacora por el 55 ó 57, cuando entró a la alcaldía B…, en su primer período, hizo toda esa huevada, metió candela a todo. Por eso ahora que busque un voto de un ambulante a ver si le dan, está difícil, ¿sí o no? (…) Volviendo a mi trabajo, en ese tiempo yo ganaba una miseria, me pagaban veinticinco cheques diarios. De ahí tenía que salir el desayuno, el almuerzo y el tranvía.

Tacora décadas atrás, 70’s. En la actualidad sus polos laborales son La Parada y Gamarra.

En esa época, cuando robaban no respetaban a nadie, a esas paisanitas que iban los domingos con sus carteritas, juac, lo robaban, daba cólera hasta agarrar un fierro y darles. A todas las paisanitas les robaban y también a los ricos. Pero los ricos que se iban a comprar piezas antiguas para coleccionar, que en esa época había mucho, o repuestos, escasos, para carros, contrataban a un muchacho que le decían Perro; éste era protector de ricos, para eso le pagaban. El Perro, bien armado, les acompañaba desde la entrada hasta que terminen de comprar. Como el Perro sabía pelear con todas las armas, los choros le tenían miedo y no los atacaban. Era difícil que alguien se atreviera. De eso vivía el Perro. Un día se asó un tal Julián, ¿qué le decían a este?, ah, le decian Bruto, era un cuerpudo y le atacó por la espalda y mató al Perro. Desde esa época los ricos ya no pisan Tacora, ahora ya no van o sino mandan a sus choferes o empleados. Pero antes no era así. Leer más »

26/11/10: Lima y mi primera mirada a sus casonas

Era inicios del 2009 y mi atención estaba dirigida hacia el programa de Corresponsales Escolares de El Comercio. Había transcurrido unas semanas, en realidad, desde que emprendí para ese entonces, el placer de escribir en blog de los Corresponsales. Eran mis primeros días por El Comercio y también por el Centro Histórico de Lima. Nunca antes, más que un par de excepciones, estuve caminando por la ‘Lima cuadrada’, y menos aún, solo. Ese verano, recuerdo, en que me enamoré de Lima.

Un sábado en el diario, en la oficina de Imágen, acompañados de Aurora Escárate Ortiz (encargada del programa), nació la idea de escribir sobre las casonas de Lima. Se nos vino a la mente la casona Castilla, muy cerca a la Miroquesada, pero al final terminamos por la Plaza San Martín, dentro del Hotel Bolívar. Conocimos a César, joven historiador que supo centrar nuestra mirada a lo peruano. Quisiera recordar aquel primer articulo que dediqué a Lima.

Las casonas de Lima la antigua (tuvo por título inicial: ‘Las casonas de Lima la vieja’).

Lima, conocida por sus casonas coloniales y esculturas de gran embergadura nos hacen recordar lo que alguna vez se vivió en tiempos pasados. Sus faroles, edificios, parques y monumentos embellecen a la capital de la manera más elegante que los arquitectos hayan tenido en su sueño más lejano de perfección.

Algunas de las casonas representativas de los siglos pasados están en la Plaza Perú y el edificio Emancipación que guardan la avenida del mismo nombre de resplandor y color colonial.

Casonas de la avenida Emancipación, Centro de Lima. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Otro de los lugares de gran belleza arquitectónica y escultórica es la Plaza San Martín, muy recurrida por turistas extranjeros y nacionales. Esta plaza fue inaugurada en el año de 1921 por el ex presidente Jose B. Leguía. El nombre de esta plaza no es por el santo peruano, sino por el libertador argentino. Un monumento de éste último representa al libertador montando sobre de un caballo ubicado en la parte principal de esta plaza. Además una esfinge carga los laureles del libertador coronada por un camélido.

Esfinge que carga los laureles del libertador San Martín. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Alrededor de esta singular plaza, se ubica el Gran Hotel Bolivar, donde nos encontramos con el César Costa, quien amablemente nos mostró este prestigioso hotel por dentro. Nos relató que fue construido por los cien años de la batalla de Ayacucho y fue llamada así por consejo de Leguía. Para suerte nuestra, habia una exposición de fotos de la Lima antigua tomadas por el francés Courret Chalet.

Jirón Trujillo, Rímac. Foto: Eugenio Courret.

César nos explicó el significado de las fotos, fue como un viaje al pasado, donde pudimos apreciar desde costumbres hasta iglesias que fueron luego demolidas. Después, nos dirigimos hacia la exposición de esculturas en el mismo hotel. Allí quedamos maravillados con la obra del cajamarquino Humberto Hoyos Guevara que fue llamado alguna vez por el embajador de Sudáfrica para hacer una escultura del líder sudafricano Mandela.

Hablando de esculturas, César nos contó sobre José Pareja, otro gran escultor. Sus esculturas más resaltantes son “afilador de cuchillos”, “carretina de helados”, “las últimas noticias”, etc. Obras que al igual que las de Hoyos, asombran a cualquiera. El talento que poseen es único.

En noviembre del 2008 hubo una exposición donde estos “genios” se juntaron y dieron tremenda “cátedra” de lo que es la verdadera escultura peruana. En esta reunión Pareja dijo: “Nuestras obras hablan por si solas, no importando con el material que hayan sido facturadas sellando nuestras ideas y sentimientos, a la ráfaga de inspiración, donde han sido realizadas con la paciencia del arado de una yunta que abre surcos y va dejando huellas en el tiempo”. Por su parte Hoyos declaró: Los secretos más útiles son aquellos que no se guardan, dejémoslo a la luz en cada obra que se haga, los hallará aquel sensible corazón que busca alimentar sus sentimientos. Sabias palabras de dos reconocidos escultores que actualmente cuentan con 68 y 58 años respectivamente.

Al terminar nuestra interesante charla, en medio de esculturas y fotos que resumían “en obras a Lima”, apreciamos de una vibrante marinera integrada por dos niños. Ellos daban a los turistas el blanco estilo norteño que destila pasión.

Así acabó nuestra travesía por las calles limeñas, calles por las cuales se han vivido épocas de éxito, épocas de decadencia y épocas de júbilo. Éstas últimas las que se viven ahora. Este, nuestro recorrido buscó ilustrarles un poco de lo que es nuestra grande Lima. Leer más »

20/11/10: Los recuerdos de la Lima de antaño

La Lima de antaño siempre estará presente. Quizás nos remontamos a su época cuando caminamos por alguna callecita del Centro Histórico de Lima o cuando relatamos la historia de cierto personaje que vivió en esos años. Siempre acudirán a nuestra mente recuerdos de otros tiempos, de una Lima como pocos la conocieron. Quisiera hacer un homenaje, hoy en una noche que se ofrece para tal, a nuestra Lima que aunque “vieja”, sigue de pie, con su habitual imponencia, como esperándo el próximo embate del destino, preparada, y sin embargo lista para demostrar una vez más que es la nueva ciudad pujante que conocemos. Estos son los recuerdos de la Lima de antaño, a través de documentos de entonces. Elijo, para la ocasión, los vals de César Miró Quesada, “Todos vuelven” y el de Augusto Polo Campos, “Lima de antaño”.

Jr. Jauja, Centro Histórico de Lima.

Todos vuelven a la tierra en que nacieron,
al embrujo incomparable de su sol,
todos vuelven al rincón donde vivieron,
donde acaso floreció más de un amor.

Paseo de Aguas y Casona de la Perricholi, Rímac.

Bajo el árbol solitario del silencio,
cuántas veces nos ponemos a soñar,
todos vuelven por la ruta del recuerdo,
pero el tiempo del amor no vuelve más.
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13/11/10: Suárez: La casona que quiso ser Palacio

En la avenida Arequipa hay más de una historia: la casona Suárez es, pues, una de ellas. Su peculiar parecido a Palacio de Gobierno resalta en esta vía importante e invita a los transeúntes a echar sobre ella más de una mirada de curiosidad. Se ha intentado, sin embargo, demolerla -hecho que por cierto, demuestra la falta de conciencia por la cultura en el país-.

Casona Suárez (familia Suárez-Hudtwalker). Foto: Ricardo Granados.

La historia
La casona Suárez (Arequipa 4275. Miraflores), posiblemente del año 1939, es una construcción gótica, parecida también al neobarroco (por el estilo tan recargado en detalles). Lo cierto es que este palacete, erigido en pleno gobierno de Manuel Prado, por el destacado arquitecto polaco Ricardo de Jaxa Malachowski, fue hecho a pedido del médico Gay Suárez, personaje que ha sido centro de una particular historia curiosa. Se dice que este limeño quizo ser presidente del Perú, pero como no pudo llegar al cargo, decidió construir su propio Palacio.

La casona Suárez y el Palacio de Gobierno del Perú. Fotos: Lia/Repmariscalnieto. Ilustración: Marco Gamarra Galindo

Sobre esta casona existe una descripción interesante en el libro “Inventario y Evaluación del Patrimonio Turístico del Distrito de Miraflores”, de Dora Gallardo y Celeny Gutierrez (1993):

Actualmente este inmueble particular se encuentra habitado por sus parientes; esta bella casona tiene un estilo gótico, de recargado decorado por el exterior, consta de dos pisos, alrededor de todo el último piso se ven balcones salientes. Está protegido por un enrejado negro, con tres entradas, la principal y la más grande al centro y dos más pequeñas a los lados, las que a su vez van a dar entrada a los pasillos laterales. El patio de afuera tiene dos bancos hechos de marmolina al igual que el piso. Dirigiéndose a la puerta de entrada que es de fierro y enchapada de bronce dorado con vidrios iguales a la de las ventanas, se halla un escalón y el descanso respectivo, los cuales son de mármol. En el interior se puede apreciar una decoración gótica con cuadros en pan de oro, que pertenece a la familia; tienen, además, un bello jardín interior. Vale la pena mencionar y destacar que esta bella casona fue construida por el Ingeniero que construyó el Palacio de Gobierno, de ahí su semejanza con la casa de Pizarro, hasta en el decorado tipo francés.

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06/11/10: La otra historia del distrito de San Miguel

En el distrito de San Miguel (1920) no solo se aprecia un desarrollo continuo de modernidad. Sus centros urbanos no solo se constituyen de edificios, boulevares y emporios comerciales, sino, más bien, de una gran cantidad de quintas, casonas e instituciones cerradas al común ciudadano. Un paseo por las entrañas de San Miguel permite apreciar un pasado que se mantiene, y que parece, por momentos, trasladar al visitante a lugares como los Barrios Altos o el Rímac. Es la otra historia de San Miguel -de sus suburbios-.

Las actividades cotidianas de sus habitantes también llaman la atención. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Es sin duda la avenida La Paz (que une el Callao con San Miguel) donde se halla gran parte de lo antiguo de San Miguel: una serie de quintas de un solo caño, casonas a medio caerse y peculiares manzanas sin viviendas a la vista -como si fuesen huertas-. Darse un paseo por esta avenida no es tan simple: muchas veces uno camina entre vándalos, lidia con drogadictos y tropieza con abandonados. El recorrido, como sucede casi siempre, será tranquilo si se realiza temprano. Por cierto, la otra avenida histórica es la Costanera, donde se aprecian el Leoncio Prado (La Perla) y el Reformatorio de Mujeres (San Miguel), por ejemplo. Cada calle que corta estas dos antiguas -Costanera y La Paz- ofrece un sin igual de vestigios antiguos -que difícilmente podrán ser visitados por todos puesto que el paso del tiempo hace lo suyo-.

Callejón de un solo caño en la Avenida La Paz, San Miguel. Foto: Marco Gamarra Galindo.

La semana pasada me adentré a estos suburbios, que conocen la vida en su faceta más dura, pero que observan su transcurso con humildad. Miraron a este curioso de la Lima antigua -yo- con respeto; tranquilo, empecé a indagar por su historia en lo más profundo de sus entrañas.

Reformatorio de Mujeres, Costanera (San Miguel). Foto: Marco Gamarra Galindo. Leer más »

06/11/10: De cómo conocí la Quinta Presa

Unas fotos de décadas pasadas -un par que en realidad ya perdían el color de la contemporaneidad- , acompañadas de un extraño llamado, despertaron en mi la curiosidad y el interés por conocer a fondo su historia: Quinta Presa, palacio construido en el siglo XVIII, era el momento de apreciar tu retrato de casona lujosa, de cerca.

Quinta Presa, en fotos antiguas.

Calor imperturbable. 10:00 am. Tomamos un taxi en el Jr. Trujillo. Nuestro rumbo a la Quinta Presa es observado por una conjunto de casonas y quintas, todas en desfile. Su presencia evoca recuerdos que quizás viví o que no he vivido. -Siempre queda algo-, digo, consolándome, mientras me dedico a observar los interiores de los solares. Sin embargo, pasamos por calles que solo conocen de valentía callejera, de maña criolla. Nada familiar. Su pasado de oro se ha ido olvidando, o más bien, lo hemos olvidado. Poco a poco, llegamos a la Av. Francisco Pizarro -más casonas, decadentes, como las anteriores-, es hora de bajar. Pintorescas tiendas de ropa policial nos reciben. -Curioso-, atino a opinar sobre ellas. Caminamos. El Callejón de Presa que conduce a la Quinta está a la vista, a la vuelta de la esquina. Doblamos. Balcones sobre nosotros. Ahora reconozco en el horizonte de la calle el retrato de casona añeja que contemplé en tantas fotos antiguachas. Estamos a unos pasos. -No debemos todavía descuidarnos, tengan en cuenta que estamos en Malambo, un barrio de los bravos-, irrumpe Manolito con su típico ‘ajuste’, cuando visitamos sitios que parecen peligrosos. -No hay de qué temer, por ahora al menos-, replico para continuar el trayecto.

Calle del Rímac, Centro Histórico de Lima. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Cruzamos la última calle en la que desemboca el Callejón de Presa. Ahora sí estamos frente a la Casona Presa (Jr. Chira 344), despertada cada mañana por el desenfreno de los autos y del populacho rimense. Al costado de la Quinta unos muchachos empiezan a perseguir un balón. -¿Habrá que tocar no?-, dice irónica una acompañante nuestra. Tocamos. Ninguna respuesta. Solo un gato se asoma y camina campante, como jocoso. -Parece que se han de haber ido-, ¡caracóles!. No podríamos quedarnos todo el tiempo del mundo. Afuera acecharán. -Los que están a cargo tienen que regresar, esperemos un poco-, doy un esperanzador mensaje. En la canchita celebran, parece que alguien hizo un gol. De pronto, un señor llega e inmediatamente le explicamos que queremos conocer la tan famosa Quinta de la Perricholi -como dice la tradición- y le pedimos suplicantes que nos permitiera entrar al recinto con él.

La Quinta Presa, Rímac, está cerrada al público. Foto: Marco Gamarra Galindo. Leer más »

05/11/10: Tradiciones Peruanas: la leyenda de la Peña Horadada

He transcrito la tradición ‘La Peña Horadada’ que dedicó Ricardo Palma a esta leyenda urbana propia de nuestra Lima antigua, cuyo partícipe, por cierto, sigue intacto a pesar del embate de los años. Como recuerdan, conocí la Piedra en el 2009 en uno de mis paseos urbanos a los suburbios del Centro Histórico de Lima. “Si solo Lima quisiese ser más turística

Durante mi segunda visita a la Piedra Horadada, Barrios Altos. Foto: Marco Gamarra Galindo.

Ricardo Palma sobre la Piedra Horadada

Unas cuantas palabras sobre el origen de mis dos calles predilectas. Cuéntase que el diablo allá por los tiempos oscuros coloniales, paseándose un día por la primera a sus anchas y con su habitual insolencia, se encontró de manos a boca, cuando menos lo esperaba, con el santísimo que, salido de Santa Ana, iba en sentido contrario al suyo, acompañado de muchos fieles y que, espantado con la divina visión, no supo cómo esconderse para no ser visto. Volteó la cara a todas partes, sin esperanza de escapatoria, y retrocediendo a trancos largos, hecho un infierno en llamas tropezó con enorme peña que, a modo de pared, le impedía proseguir su fuga vertiginosa, no teniendo entonces otro remedio que horadarla, abriéndole tamaño hueco por el cual logró escabullirse y pasar a la calle colindante por la izquierda dicha, donde al verse seguro y libre de los campanillazos celestiales que tanto lo amartillaban, lanzó a pulmón abierto un suspiro fenomenal que la ciudad escuchó atónita (¿no sería mejor decir bufido?). Los testigos quedaron asombrados de la diabólica escena, reflejando en sus rostros la indignación producida por la huida del maligno rabudo, y desde esa fecha, dice la tradición, las dos calles del cuento quedaron bautizadas con los pintorescos nombres de Peña Horadada una, y Suspiro, la otra. Viven aun en esos barrios gentes benditas convencidas de que un trozo de piedra existente en la primera, corresponde a la auténtica agujereada en hora maldita y que en algunas noches lóbregas, a la hora que cantan los gallos, suelen escucharse en la segunda unos suspiros, sin pizca de amorosos por cierto, capaces de hacer temblar a las piedras y de poner los pelos de punta al más valiente.. ¡Caracóles!

El video que realicé para los Corresponsales Escolares de El Comercio sobre la Peña Horadada.

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