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25/07/11: ‘El hablador’ de Mario Vargas Llosa

Inauguramos la categoría ‘Lecturas’ comentando y analizando el libro ‘El hablador’ (1987), del laureado Premio Nobel Mario Vargas Llosa. Una obra que si bien no goza del reconocimiento internacional de textos como ‘Conversaciones en La Catedral’ o ‘La guerra del fin del mundo’, guarda detrás de sí una historia muy profunda y única, que revela la fascinación del narrador –Mario Vargas Llosa en su época de estudiante sanmarquino- por la cultura amazónica, en especial de un personaje, conocido entre los machiguengas como ‘el hablador’, un hombre que, al estilo de los antiguos trovadores, va de pueblo en pueblo, de aldea a aldea, contando el origen del mundo, las leyendas, la eterna lucha entre el bien y el mal –entre Tasurinchi y Kientibakori-, las peripecias y acciones heroicas de los antiguos hombres, las creencias, estableciendo así lazos de confraternidad entre comunidades alejadas de machiguengas y manteniendo viva una práctica ancestral.

La noche de Kashiri, la luna, también presente en ‘El hablador’.

‘El hablador’ comienza cuando Vargas Llosa se encuentra en Firenze (Florencia, en italiano) y se percata de una exposición fotográfica de la Amazonía peruana. Quizás empujado por la nostalgia y la curiosidad, decide entrar. Con detenimiento, observa una serie de imágenes de una tribu aislada de la modernidad, los machiguengas, que producen en él intensos recuerdos: eran, pues, personas y lugares que había conocido durante sus viajes con el Instituto Lingüístico de Verano, temas de discusión con su amigo Saúl Zuratas y reflejos de una cultura por la cual sentía interés y atracción, y que estaba tratando de olvidar, entre otras cosas, viajando a Italia.

Son dos voces las que se interceden para describir a fondo una misma cultura: la machiguenga. La primera voz de ‘El hablador’ narra las vivencias de Mario Vargas Llosa en su etapa en la universidad, donde conoce a Saúl Zuratas ‘Mascarita’ (su apodo se debe al gran lunar que ocupada medio rostro suyo), a través de un lenguaje cotidiano, ausente de elementos filosóficos sobre el sentido del mundo. Son en las largas conversaciones con ‘Mascarita’ donde descubre la pasión que éste siente por las tribus amazónicas del Alto Urubamba, y a las que estaba visitando, cada vez que podía. Sin embargo, no es solo la presentación del tema de interés, es también el intenso debate que traban Mario Vargas Llosa y ‘Mascarita’ sobre si estas comunidades deben permanecer intactas o si deben occidentalizarse y gozar de las bondades (maldades) de la modernidad.

La segunda voz, por otro lado, relata las vivencias de ‘Mascarita’ en la Amazonía y su contacto con los grupos machiguengas. Es en estas caminatas –en compañía de su fiel loro- donde entabla largas y apacibles charlas con esta comunidad amazónica. Conoce así de su mitología, cosmovisión y sentido del mundo. En este largo andar, en busca de los grupos de machiguengas –que tenían presente la noción de viaje, de nunca estar en un solo lugar- pasa Saúl Zuratas de ser un ‘escuchador’ a ‘hablador’, un ser ancestral que tenía como finalidad el movilizarse por todos los rincones de la selva y hablar sobre el origen del mundo, los hechizos contra los kamagarinis (o diablillos de Kientibakori), las noticias sobre familiares machiguengas ubicados en otros sectores de la selva, etc. Su presencia motivaba la reunión de docenas de machiguengas tan solo para escucharlo ‘hablar’. Para convertirse en lo que era, ‘Mascarita’ había abandonado todo: sus estudios, su beca a Europa, sus amistades, prácticamente todo rastro de vida pasada.

El lector se percatará de que Sául Zuratas es, en efecto, uno de los pocos habladores que existen en la cultura machiguenga cuando la pareja Schneil (etnólogos norteamericanos, a quienes conoce Mario Vargas Llosa durante su primer viaje a la Amazonía) le brindan descripciones sobre el hablador que pudieron observar (comentan que tenía un gran lunar en el rostro y, además, varios rasgos caucásicos como el cabello). Esta duda que le genera a Mario Vargas Llosa –saber si en realidad el hablador que habían visto era Saúl Zuratas- se ve fortalecida cuando le dan noticia de que su amigo no había viajado a Israel, como se lo había comentado a su profesor José Matos Mar.

Es esta revolución interna por la que atravesó ‘Mascarita’ y su férreo vínculo con los machiguengas que generan en Mario Vargas Llosa un constante interés por leer e informarse sobre la idiosincrasia, tradición y origen de esta cultura, por la existencia de los habladores, tan nobles en su labor por mantener las primeras raíces en la memoria de los actuales miembros de la comunidad, amenazadas en sus primeras épocas por los incas, luego por los españoles y finalmente por el Estado-Nación y sus diversas ambiciones por los recursos de la Amazonía –el caucho, por ejemplo-. A través de este libro, el lector podrá conocer la rica y compleja cosmovisión, leyenda, mito que poseen los machiguengas con respecto al mundo. Mario Vargas Llosa se sumerge en los estudios académicos para contar con detalles las costumbres amazónicas. Leer más »