Así quedó la casa tras la explosión.| Reuters
ELMUNDO.es | Agencias | Madrid
Actualizado martes 07/02/2012 07:56 horas
‘Lo siento, adiós’. Tres palabras enviadas por e-mail a su abogado anticipaban lo que Josh Powell haría minutos después. Explotar la casa en la que se encontraba con sus dos hijos. Tres muertes y un trágico final para una historia que comenzó en 2008, con la desaparición de su mujer Susan, de la que él fue sospechoso desde el principio.
Los hechos se precipitaron este domingo, cuando una trabajadora social llevó a los dos hijos de Powell a su casa en Graham, Washington, para una visita supervisada, pues la custodia la tienen los abuelos maternos. Él, entonces, les encerró dentro e impidió el paso a la asistente social. Encendió el gas y minutos después la casa explotó.
El portavoz del sheriff de la zona, Ed Troyer, no tiene duda de que ha sido un asesinato y que voló la casa de forma intencional. Además, según cuenta Troyer a la CNN, su departamento tiene copias de un e-mail que Powell mandó a su abogado y también a algunos familiares, en el que confirma que “no podía vivir con lo que iba a hacer”.
“Parece que lo planificó todo muy rápidamente”, señala el sheriff. La idea le empezó a rondar la cabeza sólo dos días antes, cuando un juez rechazó su petición de tener la custodia de sus hijos y ordenó que se sometiera a un examen psicológico -tras encontrar pornografía infantil en su casa-.
Además, según publica ‘The Guardian’, Powell estaba agobiado porque los niños habían empezado a contar a sus abuelos cosas que recordaban sobre la desaparición de su madre Susan, de 28 años. “Habían comenzado a ser más comunicativos”, ha reconocido el abogado de la familia de Susan, Steve Downing, que cuenta cómo el hijo mayor “recordó que la noche de la desaparición de su madre estaban de camping y los adultos salieron del camión. Ella ya nunca volvió”.
La noche que lo cambió todo
Desde que Susan desapareción, Powell estaba siendo investigado. Su versión siempre fue que había llevado a los hijos a hacer una ruta a media noche, en un día de mucho frío, y cuando regresaron a la caravana la mujer ya no estaba. Su abogado reconoce que siempre negó cualquier implicación en la desaparición de su esposa. Pero los niños, de cinco y siete años, parece que recuerdan otra historia.
Desde ese día, su vida dio un giro. Perdió la custodia de sus hijos y empezó una batalla judicial con los padres de Susan por los menores. Dos años de litigio que han culminado con casi todos los protagonistas muertos. El abogado Steve Downing ha declarado conmocionado que “es la cosa más horrible que se podía imaginar. La familia está absolutamente devastada”.
En uno de sus últimos e-mails a su abogado, poco antes de la vista por la custodia de los niños, que se celebró el pasado miércoles, escribía: “He probado que soy un padre amoroso que trata de hacer frente a la adversidad. Es hora de que mis hijos vuelvan conmigo”.
FUENTE: EL MUNDO ESPAÑA