Monseñor Luis Bambarén, otrora sacerdote progresista y en teoría ubicado en las antípodas del cardenal Juan Luis Cipriani, dio unas lamentables declaraciones la semana pasada al señalar que el congresista Carlos Bruce, principal promotor del proyecto de ley de la Unión Civil para las personas del mismo sexo, estaba haciendo un papelón con todo eso, apareciendo como un “maricón” en medio de todo. El sacerdote pretendió justificar sus expresiones refiriendo que el propio Bruce había reconocido que es gay, pero que gay no es una palabra peruana ya que aquí decimos “maricón”.
Con el término maricón pasa algo parecido a lo que ocurre con el término “cholo”. Hay quienes lo usan como un insulto racista (“cholo de mierda”), pero hay otros que, sin complejos, lo usamos como una expresión de afecto (“cholo lindo”, “vamos mi cholo”). Pienso que el problema de las declaraciones de Bambarén no es que haya empleado el término “maricón” para calificar a Bruce, sino el sentido peyorativo y homofóbico de su expresión. Por cierto, hay países como España en que el término “maricón”, incluso entre algunos sectores homosexuales, no tiene la carga peyorativa que el sacerdote le dio a la palabra.
Pero hay más problemas, además del agravio personal contra Bruce, en las declaraciones de Bambarén. Lo que se puede leer entre líneas de las mismas es que, según este “hombre de Dios”, quienes apoyan una causa como la de la unión civil son unos maricones, en el sentido de homosexuales, y que por serlo son dignos de agravio. Seguro, en su fuero interno, el obispo emérito de Chimbote piensa que quienes están a favor de la unión civil son unos “maricones de mierda” a los que por su condición homosexual no hay problema en insultar.