En general, no acostumbro felicitar por el Día Internacional de la Mujer. Menos aún enviar flores o regalos. Por eso, amiga, compañera, ciudadana, no creas que si no te felicito por “tu día” es porque carezca de consideración, empatía o respeto por las mujeres. No lo hago, precisamente, por todo lo contrario.
La consideración, respeto y empatía que tengo por La Mujer, genera en mí la convicción de que una fecha conmemorativa tan importante como esta no debe ser frivolizada y vaciada de su verdadero contenido, como lamentablemente suele ocurrir. Este día, pues, no es una fiesta.
No felicito a las mujeres, porque no quiero sumarme a esa avalancha de mensajes llenos de corazones, flores o mujeres caricaturizadas, que lo único que hacen es frivolizar una fecha que fue instituida para conmemorar las luchas que han librado y deben seguir librando las mujeres, para que se les reconozca sus derechos en absoluta igualdad de condiciones con los varones.
Como bien nos lo han recordado algunas y algunos, el Día internacional de la Mujer no fue instituido para celebrar a la mujer por el solo hecho de serlo o para felicitarlas por ser lindas, amorosas, buenas madres, abnegadas esposas, hijas adorables. Ni siquiera por ser excelentes personas.