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¿El culpable es el modelo económico?

HEDUARDO 10 DE FEBRERO DE 2017. FUENTE: @HEDUARDO50

HEDUARDO 10 DE FEBRERO DE 2017. FUENTE: @HEDUARDO50

Según Verónika Mendoza y la facción de la izquierda que ella lidera, “el modelo económico en Perú y América Latina ha sido diseñado para promover la corrupción”. ¿A qué modelo económico se refiere? A lo que desde las izquierdas se suele denominar “modelo capitalista” o “modelo neoliberal”, que es la forma que tienen para referirse al modelo económico de libre mercado.

La afirmación de la ex candidata presidencial tiene varias implicancias. Primero, asume que el modelo de libre mercado es consustancialmente corrupto. Por ello, implícitamente, apuesta por instaurar un modelo alternativo que, siguiendo esa lógica, no sería consustancialmente corrupto: ¿Cuál sería ese modelo alternativo?, ¿colectivista?, ¿socialista?, ¿estatista? Eso no queda del todo claro. Lo que sí queda como mensaje es que esos modelos alternativos al libre mercado, promovidos por las izquierdas, no serían corruptos. Y, de paso, que ser de izquierda sería prácticamente garantía de moralidad.

Cuando a Mendoza se le hace notar que tanto o más corruptos han sido los modelos instaurados en países como Corea del Norte, China, Cuba o Venezuela, su respuesta es que, “más allá de las etiquetas políticas”, esos países, específicamente los de América Latina, también han impulsado el mismo modelo económico [Véase a partir del minuto 9:14 de la siguiente entrevista].

La verdad, es muy difícil, sino imposible, sostener válidamente que modelos económicos como el cubano o el venezolano sean de libre mercado. Pero, para Mendoza, en tanto que también esos países son muy corruptos, comparten el mismo modelo que los “países neoliberales”. En este punto, ya estamos francamente preocupados: si ni siquiera los modelos económicos cubano o venezolano le parecen de izquierda a la señora Mendoza, ¿qué modelo va a proponer ella? ¿Algo más a la izquierda que Cuba o Venezuela?

Para llegar a hacer esas afirmaciones, la ex candidata ha obviado olímpicamente la evidencia. Los veinte países menos corruptos del mundo son: Dinamarca, Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia, Noruega, Singapur, Suiza, Países Bajos, Australia, Canadá, Alemania, Reino Unido, Bélgica, Japón, Hong Kong, Austria, Islandia, Bélgica, Estados Unidos y Uruguay. Todos ellos tienen un modelo económico de libre mercado, algunos de ellos matizados con ciertos niveles de intervención estatal, pero que en modo alguno los lleva a ser modelos socialistas, comunistas o colectivistas. Todos ellos son capitalistas.

Lo que tienen en común todos esos países, además de ser capitalistas y de libre mercado, es la existencia de altísimos niveles de cultura cívica en sus poblaciones, y muy asentados valores republicanos en sus clases políticas y dirigentes. Por el contrario, entre los países más corruptos del mundo están Corea del Norte y Venezuela, cuyos modelos, más allá de las confusiones de cierta izquierda, son considerados por sus propios promotores como socialistas.

No, estimada Verónika, el problema de la corrupción no es el modelo económico de libre mercado; ni, mucho menos, la izquierda le es ajena a la corrupción. El problema central de la corrupción es la absoluta ausencia de valores republicanos en la clase política y tecnocrática, en este caso sí, más allá de etiquetas políticas, sumado a la fragilidad de instituciones democráticas como los partidos políticos, las entidades de control, los sistemas de justicia, entre otros.

El problema, Verónika, más allá del modelo económico, son los corruptos; como los mega–corruptos jerarcas del chavismo venezolano y su “socialismo del siglo XXI”, de quienes tanto le costó deslindar; como los jerarcas del PCUS, que tras la Perestroika se convirtieron en los poderosísimos nuevos ricos de Rusia al apoderarse de las arcas públicas comunistas. Ciertamente, donde hay regímenes políticos autoritarios, sean de izquierda o de derecha, es mucho más fácil que prolifere y se institucionalice la corrupción.

Además de la grave confusión sobre la caracterización de los modelos económicos de los países, que podría ser solo una disquisición académica, el problema de echarle la culpa de la corrupción al modelo económico es que, con ello, se termina exculpando a los corruptos, sobre todo si son de izquierda.

Las pseudo élites en el Perú republicano

En un artículo anterior elaborado a propósito de la conmemoración de la Independencia, iniciamos una reflexión sobre nuestro ser como República, tomando para ello como referente a Jorge Basadre, uno de los grandes Amautas peruanos del siglo XX, en especial su imprescindible ensayo “La Promesa de la Vida Peruana” (1945).

Siguiendo a Basadre, anotábamos que la Independencia fue hecha con una inmensa promesa de vida próspera, sana, fuerte y feliz; con un ideal de superación individual y colectiva que debía ser obtenido por el desarrollo integral del país, la explotación de sus riquezas, la defensa y acrecentamiento de su población, la creación de un mínimo de bienestar y oportunidades adecuadas para cada ciudadano. Y fue, precisamente, para cumplir esa promesa que se fundó la República.

Sin embargo, la promesa de la fundación republicana no ha sido cumplida del todo, a pesar de haber trascurrido –en la época en que Basadre escribió su ensayo– más de ciento veinte años  de la Independencia, debido a que –según el mismo Basadre– esa promesa fue a menudo pisoteada por la obra de los Podridos, los Congelados y los Incendiados, quienes, respectivamente, han hecho todo lo posible para que este país sea una charca, un páramo o una gigantesca fogata.

Pero, en el mismo ensayo, Basadre trata sobre lo que consideramos es la razón principal que explica el incumplimiento de la promesa: el problema de las élites en el Perú. Para comprenderlo, antes debemos tener en cuenta la importancia que tienen las élites para el desarrollo de un país.

Un país no es solo pueblo –nos recuerda Basadre–; si un país quiere desempeñar una función activa en el mundo necesita mando. Ahora bien, ni la juerga ni el látigo son el símbolo de las élites auténticas. Ni los que emigran (por el malestar íntimo que la patria les causa), ni los que se disipan en la frivolidad (ostentosos derrochadores de fortunas), ni siquiera los que solo saben manejar el látigo (soberbios que se creen facultados para cualquier exceso por haber heredado un nombre o una fortuna) cumplen la misión esencial de las auténticas élites: comandar.

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La “oferta política” en el Perú. A propósito del debate sobre la reforma política

Heduardo, Perú 21, 28 de febrero de 2005

Hace algún tiempo (en la tercera semana de abril pasado) se generó una interesante polémica en el blog de Carlos Meléndez, (a) el Jorobado de Notre Dame, a propósito de sus post “Cómo acabar de una vez por todas con los ‘balances’ de la izquierda” y “En busca del elector desconocido”. En dicho debate incorporé a la discusión el asunto de la “oferta política” en el Perú y propuse una idea que me ha estado dando vueltas hace bastante tiempo, respecto a la crisis del sistema político en nuestro país: que el principal problema en el Perú no está en el electorado (los “consumidores” o “demandantes” de la oferta política) sino en los partidos (los generadores de la “oferta política”).

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