“Democracia no sólo cuestión de votos”, once años después (I): democracia del norte y democracia del sur

NOTA PRELIMINAR

En 1999, siendo presidente de una joven ONG (Instituto Alameda. Democracia y Desarrollo), fui también director de la revista SINEQUIS (publicación de la referida ONG), y en su número cero publiqué un artículo titulado “Democracia no sólo cuestión de votos”. De algún modo, fue mi artículo de iniciación en mis reflexiones sobre la política y la democracia. Era, ciertamente, un artículo juvenil (en ese entonces frisaba los 25 años) y más empírico que académico (aún no había estudiado la Maestría en Ciencia Política y mis estudios de Derecho no me ayudaban mucho para la reflexión política); sin embargo, considero que muchas de las ideas sobre la democracia que aún sigo sosteniendo actualmente, ya las había procesado en aquella época y están expresadas en ese artículo. Seguramente, también hay algunas ideas que deben ser revisadas, o por lo menos complementadas.

Once años después, me parece conveniente volver a publicarlo, con el objeto de hacer un balance sobre la pertinencia de lo que entonces escribí y, de ser el caso, verificar cómo han madurado mis ideas. Ya que el artículo original es muy largo para al formato de un blog, lo publicaré por partes. Asimismo, en esta versión intentaré pulir en algo su redacción, aunque manteniendo fielmente las ideas entonces expresadas. [Así también, de ser necesario, realizaré algunos comentarios actuales poniéndolos entre corchetes]. Veamos.

RESUMEN

La democracia es más que un modelo político, es una forma de convivencia social. Desde esta perspectiva la sociedad civil y la participación ciudadana se presentan como únicas garantías de vigencia de la democracia. Asimismo, el desarrollo de una sociedad civil fuerte implica también democratizar los beneficios del mercado. Estas son algunas de las ideas desarrolladas en las siguientes líneas.
DEMOCRACIA DEL NORTE Y DEMOCRACIA DEL SUR

Siempre es aleccionador observar cómo funciona la democracia en los Estados Unidos de Norteamérica, la nación más poderosa de la tierra. Recuérdese el caso watergate, que culminó con la destitución de Richard Nixon de su cargo de presidente; o, sin ir tan atrás, el caso Lewinsky, que pudo costarle a Bill Clinton la destitución de su cargo. Aunque en el asunto Lewinsky hay matices más bien grotescos, y al margen del posible complot de la extrema derecha norteamericana que estaría detrás del trajinado caso, es posible encontrarle alguna moraleja. Lo que condena la sociedad civil estadounidense a su presidente no es su infidelidad conyugal, sino el perjurio, tanto que por ello pueden destituirlo. El mensaje es claro: en una democracia fuerte no hay intocables y las autoridades se encuentran sujetas al control de sus instituciones y de su sociedad civil.

En nuestros países, en cambio, un presidente de la puede pasar mintiendo cínicamente, sin que ello desestabilice en lo más mínimo su permanencia en el poder. Esa es sólo una muestra de lo endeble de las democracias latinoamericanas. Acierta por ello Rafael Roncagliolo cuando asevera que “en América Latina, la democracia, más que una realidad a defender, es un proyecto a construir” (“Pensar o dispensar la democracia”, Socialismo y Participación, N.º 82, Lima: CEDEP, setiembre 1998, p. 57). O, como señala Mirko Lauer, “la democracia política es un asunto pendiente en América Latina, una cuestión con un contenido más exigente que el escenario electoral en que se ha desarrollado hasta el momento” (“Un defecto de instalación y una falla de memoria: ¿Por qué no funciona la democracia en América Latina?”, Socialismo y Participación, N.º 82, Lima: CEDEP, setiembre 1998, p. 51).

Específicamente, en el Perú, la democracia se reduce en la práctica al derecho a participar en las elecciones, el derecho a votar. Y si hay algo sobre lo que urge tomar conciencia es que la democracia no es sólo cuestión de votos.

La democracia es un modelo político que se gestó de manera “natural” en Europa occidental y en los Estados Unidos, como resultado del largo proceso de evolución de sus sociedades y de su pensamiento en que consistió su propia modernidad [hoy creemos que mejor hubiera sido emplear el término “modernización”, que da cuenta del proceso de construcción de la modernidad]. Dicho modelo ¿puede ser trasladado a una sociedad como la nuestra, cuyas condiciones históricas y culturales son distintas a las de Europa o Norteamérica? La respuesta no es simple.

El Perú no se ha caracterizado por tener una “cultura democrática”. Somos un país en que por varios siglos no se vivió un proceso autónomo de modernidad [modernización], motivo por el cual la democracia se nos presenta como un modelo político importado, que sabemos que es necesario, pero debemos adecuarlo a nuestras propias condiciones.

La ausencia de cultura democrática se ha utilizado para argumentar a favor de la implantación de modelos políticos autoritarios, bajo la idea que necesitamos “gobiernos fuertes” o que “no estamos acostumbrados a vivir en democracia”. Desde esta perspectiva, se dice que en países como el nuestro el desarrollo socioeconómico requiere de gobiernos autoritarios y que recién alcanzados los beneficios de las reformas económicas pueden implementarse las reformas políticas hacia la democracia. Los ejemplos de Chile, con Pinochet, o de los tigres de Asia, en los que la reforma económica se ejecutó por regímenes autoritarios, parecen corroborar esta posición.

Tal punto de vista, sin embargo, no tiene en cuenta que la verdadera “fuerza” de un gobierno no radica en que este sea autoritario o no, sino en su legitimidad. Y, tarde o temprano, todo régimen autoritario pierde legitimidad. (CONTINUARÁ…)

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Comentarios

  1. Carlos Beraún Di Tolla escribió:

    Ante los modelos autoritarios y los que quieren emplear la democracia para imponer de forma oculta estos modelos hay que reafirmar que la democracia es la mejor forma de gobierno que el hombre ha podido idear de nosotros depende que evolucione, se perfeccione y cumpla finalmente con permitir que la mejor opción de gobierno logre una administración temporal y en consenso con otros partidos del país.

  2. Iris Tinoco Casallo escribió:

    ¿De qué democracia hablamos?
    En nonbre de ella se han implementado políticas y legislaciones que nos alejaron de un modelo participativo y democrático.

    Todos repiten democracia pero con diferentes acepciones, le cambian el sentido a las palabras, como deice el poema de Mario Benedetti "Las palabras".

    La aplicación de modelos a un país tan complejo como el nuestro sin considerar las diversas culturales y ambientales, no han resultado. Conviene revisar que está fallando para que avancemos en el desarrollo una cultura democrática.

  3. Lourdes Blua escribió:

    woww han pasado los años y recuerdo esa edición como ayer, recuerdo mucho a Alameda donde mencionaban de la generacion X que los jovenes perdian sus sueños y las ganas de luchar..Tantas cosas en el tintero.

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