Elecciones 2011: La importancia de las Campañas Electorales

Reproduzco mi artículo publicado en Generación Virtual (publicación de SEPEC), Año 2, Número 2, Mayo 2011, pp. 7 a 9, antes de la segunda vuelta. Ilustramos la nota con las excelentes viñetas de Heduardo.

Para desconcierto, sorpresa, pánico o repulsa de muchos, el 5 de junio los peruanos tendremos que elegir al próximo presidente de la República, optando entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori, paradójicamente, los dos candidatos que generan mayores resistencias en gruesos sectores del electorado. Hace sólo unos meses, una segunda vuelta entre ambos parecía imposible; un escenario que incluso tenía ribetes casi apocalípticos, como cuando nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa consideró que optar entre ambos era como escoger entre el cáncer terminal y el sida. ¿Cómo es que llegamos a esto?

Para un analista político, politólogo o científico social, el ejercicio de hacer pronósticos sobre resultados electorales, sobre todo en nuestro país que se caracteriza por una altísima volatilidad electoral, se parece mucho a los vaticinios de videntes o chamanes. Aún así, en noviembre del año pasado me animé a lanzar mis pronósticos. Siendo más o menos evidente que en estas elecciones no era posible que ninguno de los candidatos se haga con la presidencia en primera vuelta (para lo cual las normas exigen que el candidato ganador obtenga cuando menos el 50% más uno de votos válidos), pronostiqué que en la segunda vuelta electoral los protagonistas serían Alejandro Toledo y Keiko Fujimori, en ese orden.
Keiko Fujimori desde hace mucho tiempo mantenía un casi invariable veinte por ciento en las encuestas de intención de voto, lo que mostraba un sólido apoyo de un importante sector de la población, que le permitiría asegurarse un lugar en la segunda vuelta con una campaña cuyo objetivo sea básicamente mantener la fidelidad ese su núcleo duro. Ciertamente, en ese momento la señora Fujimori era también una de las candidatas que generaba mayores resistencias en gran parte del electorado, por lo que en una eventual segunda vuelta al único que podría ganarle, según las encuestas de entonces, es a Humala.

Durante la campaña, en efecto, Keiko Fujimori aseguró su núcleo duro de votantes, presentándose casi como la encarnación de su padre, rodeándose de personajes visiblemente vinculados con el fujimorismo puro y duro (Jaime Yoshiyama), o con lo que este proyecto político representa (Rafael Rey). Aparte de ello, su estrategia fue la del “muertito”, pasando casi inadvertida, sin enfrascarse en confrontaciones con los otros candidatos. Con ello su votación fue muy similar (sólo ligeramente superior) al apoyo promedio de un 20% que por años había mantenido.

Por su parte, Alejandro Toledo, a pesar de haber venido durante los últimos cinco años a nuestro país sólo esporádicamente, había tenido la virtud de posicionarse como el candidato opositor al gobierno de Alan García. Asimismo, a pesar que durante su gobierno la aprobación de su gestión fue en promedio bastante baja, al compararse la misma con el presente gobierno (especialmente con los graves escándalos de corrupción que estallaron), se tuvo una visión menos crítica de su gobierno, reconociéndose sus logros y su carácter incuestionablemente democrático, lo que hizo que mucha gente empiece a considerar al “cholo” como una buena opción para estas elecciones.

Además, Toledo contaba con el importante apoyo de los principales grupos de poder, de los grandes medios de comunicación y con la simpatía de los Estados Unidos (que en su calidad de gendarme del mundo, guste o no, termina teniendo cierta incidencia en la política del orbe). También podía darse el lujo de correrse más a la centro-izquierda, para captar al electorado más popular, sin espantar con ello a los grupos de poder, que ya lo conocían bien. Todo ese capital político le significaba una excelente base para iniciar su campaña electoral. En efecto, en cuanto dio la partida oficial a su campaña, empezó su ascenso sostenido en las encuestas de intención de voto, generando la sensación por largo tiempo que él era el único seguro en la segunda vuelta, en tanto eran los demás candidatos quienes debían luchar por hacerse del segundo cupo.

Respecto de Luis Castañeda Lossio, a pesar de los altísimos niveles de aprobación de su gestión edil, y a pesar de haber sido el puntero durante mucho tiempo en las encuestas de intención de voto, siempre consideré que no daría la talla como candidato presidencial cuando empezará con toda su intensidad la campaña electoral, y que tarde o temprano sucumbiría. Su excesiva parquedad, su falta de pasión, su incapacidad para enfrentar las críticas, su pésima relación con la prensa, su entorno deslucido, además de las muchas irregularidades de su gestión que recién empezaban a mostrarse, me persuadían de ello.

La caída de Castañeda no ocurrió tan rápido, tanto que a inicios de enero Eduardo Dargent manifestaba su sorpresa por el hecho que el ex alcalde se mantuviera en los primeros lugares, y señalaba como hipótesis que era posible que el discurso “cementón” de Castañeda, centrado en las obras públicas, era muy atractivo para los sectores C y D, de lo que podría deducirse que tenía posibilidades de entrar a la segunda vuelta. Por mi parte consideré que aunque Castañeda aún venía aguantando su caída, acabaría desplomándose hasta ser el último de los candidatos grandes.

Respecto de Pedro Pablo Kuczynski (PPK), en enero era de los que señalaba que su campaña se estaba manejando muy bien, con un discurso que apuntaba fundamentalmente a los jóvenes y que no era confrontacional. Sin embargo, contrariamente al vaticinio de Julio Cotler de que PPK pasaría a segunda vuelta, yo aposté que ello no ocurriría. Cotler sustentaba su vaticinio en que PPK tenía todo el apoyo de los grupos de poder económico, porque a diferencia de Toledo lo consideran uno de ellos, alguien de la casa; además, había hecho interesantes alianzas con líderes regionales y de diversas tiendas políticas.

Lo que Cotler no tuvo en cuenta es que ni Acuña, ni san Román, ni Yehude Simon eran ni son dueños de sus electorados; por lo que no tienen verdadera capacidad de endosar sus votos. Por eso, pensar, por ejemplo, que porque Acuña le gana al Apra en el norte reiteradamente, podría trasladar esos votos a PPK, era un error. A pesar que Acuña es una fuerza en el norte, lo es sólo en la lid regional y municipal y no necesariamente eso se puede trasladar a la cancha nacional. De otro lado, PPK es un candidato demasiado “blanco”, demasiado identificado con los grupos de poder, como para poder vencer las resistencias del electorados de los niveles socioeconómicos D y E; a lo que poco podía contribuir la cuestión de la nacionalidad estadounidense del susodicho.

Sobre Mercedes Araoz (la supuesta candidata del “pueblo aprista”, en verdad impuesta por la cúpula de Alfonso Ugarte), desde el principio consideré que su candidatura ni siquiera tendría posibilidad de levantar vuelo, como efectivamente ocurrió. Creo al respecto que el peor negocio que pudo hacer el partido de la estrella fue confiar en una candidata que no era del partido y que, además, era ajena a la cultura política aprista; por lo que era previsible que fuera boicoteada por el propio pueblo aprista a la que la buenamoza candidata se esmeraba en representar. Siempre pensé que el Apra en ningún caso tenía posibilidad de ganar estas elecciones, pero al elegir a alguien del partido como Mauricio Mulder o Javier Velásquez Quesquén, habría logrado una modesta bancada parlamentaria sin llegar al nivel de confrontación y casi autodestrucción al que llegó.

Respecto de Ollanta Humala, a pesar que fue el candidato más satanizado desde 2006 (lo que entre otras cosas explica que, según todos los sondeos, en una eventual segunda vuelta no le ganaría ni a Keiko Fujimori), fui de los que pensó que su campaña, destinada a moderar su imagen, fue una de las mejor trabajadas. Además, Humala se rodeó de un excelente equipo de intelectuales y tecnócratas. Sin embargo, no creí que ello fuera suficiente para vencer las resistencias del electorado, concientizado por años sobre el carácter casi demoniaco de Humala, y pasar a la segunda vuelta; aunque sí consideré que podría poner una bancada más o menos numerosa y llegar a tener una votación entre el 15% o 20%.

Ciertamente hubo otras candidaturas, pero por su insignificancia no cuentan para este análisis: Manuel Rodríguez Cuadros, Rafael Belaunde, José Antonio Ñique de la Puente, Ricardo Noriega Salaverry, Juliana Reymer y Humberto Pinazo. Estos candidatos prácticamente no pasaron de la condición de extras en estos comicios, aunque algunos de ellos dieron motivo para aderezar la campaña con cierta dosis de humor.

Haciendo el balance, mi pronóstico acertó respecto de Luis Castañeda, que se desplomó y quedó muy rezagado (aunque se quedó con el premio consuelo que si pasaba a segunda vuelta le ganaba a todos); de PPK, cuyo tremendo apoyo y buena campaña no le alcanzó para llegar a la segunda vuelta; de Mercedes Araoz, que ni siquiera levantó vuelo y terminó renunciando a su postulación; de Keiko Fujimori, que pasó a la segunda vuelta en la segunda posición, con poco más del 20% de votación.

Pero, en lo que significó un intercambio casi exacto de posiciones, mi pronóstico falló respecto de Alejandro Toledo y de Ollanta Humala. Si mi pronóstico hubiera acertado ciento por ciento, Toledo debió haber obtenido la votación que finalmente sacó Humala y Humala la que sacó Toledo. Por cierto, lo que ocurrió fue precisamente un gran trasvase de votos de gente que iba a votar por Toledo y que, finalmente, terminó votando por Humala. Ello ocurrió debido, fundamentalmente, a la conducta, a las acciones u omisiones de los propios candidatos o de sus equipos de campaña.

La campaña de Toledo, en su primer tramo estuvo muy bien encaminada. Se inició reconociendo errores de su gobierno 2001-2006 y expresando un espíritu de enmienda; se centró en presentar propuestas y en evitar la confrontación ante los ataques de sus competidores; y por mucho tiempo era él quien ponía la agenda. Ello le permitió crecer sostenidamente y posicionarse en un aparentemente cómodo primer lugar a pesar de algunos errores tácticos, como viajar a Punta Sal por las fiestas de fin de año, o mostrarse con su poco carismática esposa Eliane Karp.

Sin embargo, llegó un momento en que perdió la brújula y nunca más la volvió a recuperar. Considero que el punto de inflexión fue la exhibición de la prueba toxicológica tardía durante el segundo debate de candidatos. Durante semanas Toledo se había resistido a hacerse dicha prueba, con el argumento que no se iba a prestar a payasadas; y cuando el tema ya había salido de la agenda, con ese hecho resucitó los fantasmas sobre sus costumbres privadas. Es verdad que el ataque de sus opositores con tal cuestión le había afectado algunos puntos, pero creo que ya le había hecho todo el daño que podía hacerle. Al mostrar una prueba extemporánea, le salió el tiro por la culata, dio pie a sus opositores a poner en tela de juicio su veracidad y a partir de ese momento el comando de campaña toledista perdió los papeles y dejó de centrar la campaña en propuestas.

Cuando lo que debía hacer, frente al previsible ascenso de PPK, era correrse de manera clara a la centro-izquierda, por ejemplo siendo claro en su propuesta de los impuestos a las sobre ganancias mineras, lo que hizo fue atacar con golpes bajos a un anciano PPK. Se pensaba entonces que el momento para correrse a la centro-izquierda sería en la segunda vuelta, cuando ya había un claro riesgo que ni siquiera se llegaría a la misma. Cuando lo que debía hacer es confrontar a Keiko Fujimori, se puso más a la derecha que cualquiera al colocarse como el opositor más radical de Humala. Error tras error tras error.

Por cierto, contribuyó a la debacle de Toledo, la construcción forzada de la candidatura de PPK por parte de los grupos de poder. Estos creyeron que podían prescindir de Toledo y aventurarse con un candidato propio; pero al hacerlo lo único que lograron fue evitar que cualquiera de los candidatos “sistémicos” pase a la segunda vuelta. Sin embargo, incluso la construcción de la candidatura de PPK pudo no haber significado un serio riesgo a la candidatura de Toledo si es que no se hubiese perdido el norte transformando lo que era una buena campaña, en la más desastrosa de todas.

Y ahora que estamos en plena campaña de la segunda vuelta, a pesar que antes parecía que Humala no le ganaba ni a Keiko Fujimori, lo que tenemos es un empate técnico y es claro que el desenlace dependerá fundamentalmente de las respectivas estrategias de campaña de cada uno de los contendores. Cierto que la cancha está inclinada a favor de la candidata Fujimori, pero no sería la primera vez que los electores terminen dándole el triunfo al candidato satanizado por el establishment, claro está, siempre que este sepa jugar sus fichas.

Puntuación: 4.75 / Votos: 12

Comentarios

  1. Antonio Vílchez Moreno escribió:

    Interesante la perspectiva en que se ha escrito el análisis! La mejor parte es la explicación de la derrota de Toledo.

  2. Román Aller Zárate escribió:

    Estimado pásale a los de Perú Posible para que tengan un mejor análisis de su derrota electoral, haber si es posible que sean más autocríticos como partido.

  3. Luis Yañez escribió:

    Buen análisis político Carlo Magno. Los políticos deberían escucharte o leerte un poco mas!!

  4. Ruben Torres escribió:

    Interesante analisis, y lecciones para los Politicos, creo tambien se debe tener en cuenta la inmadurez electoral que existe en nuestro pais, gran parte del electorado suele ser voluble e influenciable, cambia facilmente de parecer frente a hechos domesticos o personales sin reparar en los programas o equipos en su forma integra, recojo lo dicho por ti Carlo Magno, se necesita construir partidos Politicos, que orienten , enrumben y definan determinadas tendencias.

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