El lunes 29 de noviembre, gracias a una gentil invitación del Grupo de Estudios e Investigaciones Interdisciplinario en Ciencias Sociales y Humanidades PERSPECTIVAS, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, participé como ponente en el “IV Seminario en Ciencias Sociales”, específicamente en la Mesa sobre la caída del régimen de Alberto Fujimori, compartiendo la misma con Nicolás Lynch.
Sin proponérmelo, la mesa se convirtió en una picante polémica que, seguramente, fue lo que mantuvo despiertos a los participantes. Desafortunadamente, no se filmó ni grabó el evento; pero, considerando lo interesante que resultó (por lo menos así me lo pareció), me parece oportuno hacer una reseña de la misma a partir de mis apuntes.
El debate se centró en tres cuestiones. Primero, la naturaleza del régimen de Alberto Fujimori, sobre lo cual la discusión giró en torno a si fue una dictadura o alguna otra modalidad de régimen autoritario. Segundo, determinar la razón específica de la caída de dicho régimen, siendo la materia controvertida el rol que desempeñó la oposición democrática y si dicha oposición fue la que se tumbó al fujimorato. Tercero, las razones que explican la precariedad del sistema democrático post Fujimori. Seguidamente, presento la crónica sobre la primera de tales cuestiones, dejando para un posterior post las otras dos.
¿Fue el régimen de Alberto Fujimori una dictadura?
Lynch inició su disertación afirmando, contundentemente, que el régimen de Fujimori fue, sin medias tintas, una dictadura. A su juicio, afirmar que fue un régimen híbrido o alguna otra categoría como “autoritarismo competitivo”, implica banalizar el carácter autoritario de dicho régimen y, de alguna manera, es hacerle el juego al fujimorismo.
A mi turno, sin negar el carácter autoritario del régimen de Fujimori (por el contrario, afirmando que no había lugar a dudas que, entre 1992 y 2000, fue un régimen autoritario, por tanto, no democrático), expresé mi discrepancia con caracterizarlo como una dictadura.
Para sustentar mi planteamiento hice alusión a que, en la Ciencia Política, se suele clasificar a los regímenes políticos, en primer término, en democráticos o competitivos, por un lado, y autoritarios o no democráticos. A su vez, los regímenes autoritarios se clasifican en varios tipos: a) los regímenes totalitarios, como la fenecida Unión Soviética (URSS), China Popular, Cuba, la Alemania nazi o la Italia fascista; b) las dictaduras, cuyo ejemplo por excelencia son los regímenes militares de facto, que se originan a partir de golpes de Estado contra regímenes democráticos, y se establecen dejando de lado las instituciones propias de las democracias: constitución, parlamento, elecciones, separación de poderes; y c) otros regímenes que mantienen las instituciones de la democracia, aunque sólo como una fachada que pretende ocultar su verdadero carácter autoritario. A estos últimos tipos de régimen, por ejemplo, el politólogo estadounidense Steve Levitsky los ha denominado autoritarismos competitivos, considerando al fenecido régimen de Fujimori o al gobierno venezolano de Hugo Chávez dentro de esta categoría.
Asimismo, tras señalar que yo había realizado una lectura crítica de los principales trabajos que en el país se han hecho sobre el colapso del régimen de Fujimori, realizados por Martín Tanaka, Sinesio López, Julio Cotler, Romeo Grompone, Carlos Iván Degregori y Henry Pease; manifesté que ninguno de esos autores utilizaba el término “dictadura”, para referirse al referido régimen.
Al iniciar su réplica, el reputado sociólogo Lynch, sorprendentemente, me acusó de ser una persona diestra en el manejo del verduguillo, tratando de endilgarme algo que no había dicho: que yo había afirmado o insinuado que, según Lynch, el fujimorato era un régimen totalitario. “Señor Salcedo, desconocía que usted fuera una persona tan diestra en el manejo del verduguillo, yo en ningún momento he dicho que el régimen de Fujimori haya sido totalitario”, fueron sus palabras textuales.
Señaló asimismo, que el único tipo de dictadura no era la dictadura militar; sino que había otras formas de dictadura, como la de tipo sultánico.
Seguidamente, me criticó haber realizado una mala lectura de los trabajos de los autores por mí citados; por lo menos en los casos de Sinesio López y Julio Cotler, quienes, según él, sí habían catalogado al fujimorato como una dictadura. Señaló, asimismo, que era comprensible que Martín Tanaka no haya calificado a dicho régimen como una dictadura ya que, durante su vigencia, este politólogo consideraba que era una democracia.
Al hacer nuevamente uso de la palabra, señalé al auditorio que el verduguillo, en nuestro medio, aludía a un arma punzocortante, un arma vil, fabricada por los presidiarios a partir de un clavo grande, con el cual estos atacan a traición a sus oponentes, asimismo, recordé a los participantes que yo en ningún momento había dicho que Lynch consideraba al fujimorato como un régimen totalitario, sino que mi alusión al mismo tenía por objeto explicar cuáles eran los diversos tipos de autoritarismo reconocidos generalmente por la Ciencia Política. Precisé, asimismo, que en modo alguno mi primera intervención había tenido las características de un ataque artero o de una cuchillada traicionera; sino, simplemente, expresaba la divergencia de criterios entre las ideas de Lynch y las mías (cabe precisar que en las tres cuestiones abordadas en la mesa, nuestros criterios fueron divergentes). En ese momento fui interrumpido por Lynch, quien aclaró que la alusión que había hecho en su intervención era, digamos, un recurso retórico.
Seguidamente demostré, citando a Tanaka, López, Cotler, Grompone, Degregori y Pease, que ninguno de ellos, por lo menos en sus estudios específicos sobre la caída del régimen de Fujimori, se había referido al mismo como una dictadura. Respecto de los casos específicos de Sinesio López y Julio Cotler, que según Lynch sí lo habían catalogado de dictadura, demostré que el primero se refiere al fujimorato como “gobierno autoritario”, “régimen autoritario”, “autoritarismo” o “coalición civil-militar”. Por su parte, Cotler, en su ensayo “La gobernabilidad en el Perú: entre el autoritarismo y la democracia” (en Julio Cotler y Romeo Grompone, El fujimorismo: ascenso y caída de un régimen autoritario, Lima: IEP, 2000), desde el título, se refiere a dicho régimen como “autoritarismo” o “régimen autoritario”.
En todo caso, precisé, desconozco si en otros textos o quizá en entrevistas en las que López o Cotler hayan participado más como activistas que como académicos, hayan calificado al fujimorato como una dictadura. De haber ocurrido, no me extrañaría, ya que yo mismo, que defiendo la necesidad de que en el ámbito de la academia se utilicen las categorías correctas (y este era el caso ya que nos encontrábamos en un Seminario de Ciencias Sociales), quizá podría utilizar el término dictadura si, digamos, soy requerido por un periodista estando yo en un rol de activista político, porque, indudablemente, dicho término tiene una mayor contundencia política. Lo que no creo que se debe hacer, es confundir los planos de la discusión.
En todo caso, no creo que porque Sinesio López (que es uno de los politólogos e intelectuales más serios y rigurosos que conozco, y por quien guardo un gran aprecio personal) o Julio Cotler no hayan catalogado al fujimorato como una dictadura, en sus respectivos estudios en que analizan su caída, estos hayan banalizado el carácter autoritario de dicho régimen o le hayan hecho el juego al fujimorismo.
Nota: Enlazo la segunda parte de este post: “Polémica con Nicolás Lynch sobre la caída del régimen de Alberto Fujimori (II): Notas adicionales sobre la naturaleza autoritaria de dicho régimen”
Estimado Carlo Magno un saludo y una lástima no haber podido "ganarme" con la discusión, pero recuerdo hace dos años en Ica cuando estuve moderando una mesa donde también estabas pasó algo similar con Rafael Belaúnde.
Yendo al tema; es pertinente que se precise utilizando los términos adecuados para leer la realidad, sobre todo la política. Más aún si es un seminario sobre ciencias sociales. Creo que una lectura desapasionada permite estar más cerca de los hechos políticos. abrazos
Entiendo que estos asuntos se pueden manejar en dos planos: el académico y el político.
En lo académico, entiendo que en las Ciencias Sociales todo depende de la teoría que se plantee para tratar de entender cierta realidad, vale recalcar que no existe un única teoría.
En lo politico, dicen los entendidos "vale todo" … que creo fue a lo que apeló Lynch
A veces la pasión dicta libros y confunde a la academia Carlo… esta puede ser muy riesgosa. 🙂
Leí tu nota, me pareció interesante.
Mi punto de vista: en las Ciencias Sociales, todo depende de la teoría que se plantee para tratar de entender cierta realidad (no existe un única teoría) … "dictablanda" fue un término que también emplearon algunos para denominar el (los) gobierno de fujimori. Saludos!
Carlomagno, las lecturas de Lynch sobre el régimen Fujimorista no deja de lado al activista político. Eso es el error en algunos de las Ciencias Sociales en San Marcos, el de confundir el compromiso político con el análisis político (valga la redundancia).
comparto tu punto de vista sobre el régimen autoritario del fujimorismo; no me extraña que a Lynch le gane la pasión más q la razón, aun en los espacios académicos, pues creo que se mantiene en una inercia de entusiasmo por la campaña política desde que fuera ministro de Toledo.
CReo lo mismo, que Nicolás estaba hablando desde su posición de ciudadano político y no como politólogo, y creo que no debió entender que remitirse a un análisis académico de los términos fuera alguna especie de descalificación. Confundir los planos entre el análisis y la práctica política no es un buen inicio de proceso, ni para los políticos ni para los analistas, en especial cuando en el fondo se comparte la misma pasión por la defensa de las reglas de juego. Eso sólo debilita dicha defensa y debe ser un aliciente para los corruptos, mafiosos y autócratas que viven de descalificar a los que apuestan por un balance democrático de poderes.
buen planteamiento. Mención aparte merece Juan Domingo Perón cuyo gobierno puede ser catalogado de autoritario, pero con gran respaldo popular… suena extraño, pero asi fue.
Carlo, sesudo e informado tu análisis sobre las categoría perfectas para encuadrar y describir el régimen que administró el País durante la década de los noventa…..es probable que Lynch haya voluntariamente asumido confundir su rol de analista/estudioso del tema y su propia identificación ideológica…pero no he podido dejar de notar un "tufillo" direccional en tu aporte. Tal vez hubiese sido más interesante dejar hablar a los datos e información que has recopilado/ofrecido y dejar el juicio final al "Auditorio". Por cierto, las categorías c y b se pueden simplemente acumular en una sola categoría, sólo los diferencia el orígen del régimen. Por cierto, pequeña contradicción en tu párrafo quinto al hablar de un régimen autoritario que igualas a "no democrátio"….sino es democrático (lo que incluye que lo sea sólo en las formas) es dictadura…según tu propia lectura
Por cierto los gobiernos autoritarios pueden gozar de gran respaldo popular…..es más es usual que tengan respaldo popular, el problema se encuentra en que la Democracia busca fortalecer instituciones y mecanismos de control disponibles a los ciudadanos…los regímenes autoritarios buscarán inicial legitimación en las urnas (o respaldo popular), luego de ello es una constante y progresiva debilitación de las instituciones que puedan limitar su ejercicio del poder (el caso de Venezuela, Nicaragua, Rusia, o Ecuador)
Comparto la idea de catalogar el regimen de Fujimori como un autoritarismo competitivo, haciendo un uso adecuado de las categorias. Ya que este por ejemplo interrumpio el proceso de descentralizacion en el marco del autogolpe. Sin embargo las condiciones para que se diera este tipo de regimen estaban dadas, una democracia precaria en nuestro pais a pesar de haber vuelto a ella una decada antes del ascenso de Fujimori con Belaunde; el colapso de los partidos tradicionales, al no cumplir su funcion social, unido a muchas otra varibles como la dictadura militar de Velasco, las condiciones en las que se da la Constitucion del 79. ESte regimen esbozo su estrategia en base a una razon instrumental o tecnicissta socavando las instituciones democraticas que habian en el pais a nivel general, aunque no todas las politicas eran en ese corte como lo demuestra la ley de cuotas, que busca democratizar el acceso de las mujeres a las listas congresales.